Capítulo 4 - AMARONE

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Las estrellas adornaban la noche de Siena

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Las estrellas adornaban la noche de Siena. Apoyé mis brazos en la ventana contemplando la luna mientras encendía un cigarrillo. En mi cabeza daban vueltas mil preguntas que me hacían sentir extraño, era como si de pronto volviera a la adolescencia o algo parecido.

París se había marchado unos minutos antes, y yo me había quedado en stand by.

"Quiero volver a verte, no quiero que esto termine aquí". Ese no era yo, ¿qué me estaba pasando?

Primero la inseguridad y después esa reacción, estaba completamente desconcertado. En mi vida había tenido muchas amantes, pero ahora mismo la situación me era difícil de procesar, más aún porque conocía muy poco a París como para hablar de amor, pero lo que tenía muy en claro era que ella representaba ese tipo de mujer que se admira, que guarda misterio, encanto y sutileza; cada gesto suyo tenía un toque femenino, sensual, era distinguida. Soy detallista hasta en un sentido obsesivo, me gustaba analizar las palabras que solía utilizar, adonde se dirigían sus ojos al hablar, los gestos que tenía, sus pausas, las cosas con las que empatizaba. Desde la primera vez que la vi me pude dar cuenta de que no era una mujer más, ella tenía magia, esa misma que tantas veces idealicé en mis poesías utilizándola como injusta comparación ante cada señorita que pasaba por mi vida, y remarco lo de injusta porque simplemente la perfección no existe, ese concepto de mujer que plasmaba en mis escritos era hecho a mi medida, con perfecto balance entre ternura y fuego. Eso era París, significaba algo más allá de su existencia, ella era lo que causaba en mí, eso la hacía diferente... eso me hacía diferente.

Esa mañana de viernes llegué a mi trabajo con la cabeza dando vueltas en todo lo que había pasado el día anterior, traté de quitarle importancia al asunto centrándome en mis tareas. Nina, mi querida asistente me trajo una taza de cappuccino junto a una lista de temas a revisar esa mañana, y luego mirándome a la cara me dijo antes de cerrar la puerta.

— Si necesitas otro café, me avisas, se nota que no tuviste una noche fácil.

Le agradecí y salió de la oficina. Ella me había cogido mucho cariño, cuando yo ingresé a Stampa Indipendente había perdido a su hijo el cual tenía mi misma edad, más allá de ser una excelente compañera, tenía siempre esa connotación maternal para conmigo.

Luego de la reunión semanal en la sala principal Sam, uno de los redactores, se quedó para mostrarme un fuerte cruce de palabras entre Cortés y Esposito, figuras oscuras de la política actual, ambos representantes parlamentarios de partidos contrapuestos. Luigi Esposito había vinculado de forma indirecta a Cortés con el narcotráfico, algo que entretelones se sabía, pero que la justicia como en tantos otros lugares no podía demostrar. Sam había realizado un excelente trabajo periodístico pudiendo encontrar algunos indicios que relacionaban a Carlo Cortés con el negocio de la droga, pero como es de imaginar no se puede acusar a alguien de forma pública sin pruebas fehacientes. En ese entonces se rumoreaba que el próximo año, éste nefasto personaje iba a lanzar su candidatura como vicepresidente para acompañar a Marco Cannavaro, otro polémico político de izquierda. Le aconsejé a Sam tener un poco más de precaución, dado que era un tema realmente delicado, pero yo era consciente que él iba a ir a fondo como siempre lo hacía en todo lo que se proponía. Cortés mantenía su vida privada en bajo perfil, sus millones podían tapar sus rastros y comprar varias voluntades para mantener su imagen.

La Pasión de RomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora