Capítulo 10 - El Viaje

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Caía la noche al llegar al departamento

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Caía la noche al llegar al departamento. Dibujé en mi cabeza alguna que otra forma de escapar, y había una sola posible, pero era complicada. Debía subir a la terraza, saltar hasta el edificio del lado y utilizar su escalera de emergencia. La única desventaja era que no iba a poder llevar una maleta, apenas podría llevar una mochila.

Esa noche dormí muy poco, de tanto en tanto miraba afuera, ya que los agente no me daban esa sensación de seguridad. No quería tener un ataque de pánico ni mucho menos, así que me tiré al sillón y respiré profundamente; las horas pasaron, pero se cada una de ellas se hizo eterna hasta lograr conciliar el sueño.

Casi era medio día cuando llamé a Liz, me dijo que tenía ya los pasajes sin rastro alguno, y que me los iba a dejar en el buzón en una hora. El horario de partida indicado eran las 3am, me parecía perfecto. Llamé a París para indicarle el paso a paso, ya que no debíamos llegar juntos para evitar cualquier seguimiento, íbamos a encontrarnos diez minutos antes de partir en la estación. Debía ser todo preciso para que no fallara el plan. Una vez acordados los detalles, terminé la llamada y me dispuse a tomar las pocas cosas que podía llevarme; unas pocas prendas, parte de mis ahorros en la mochila y material de evidencia en el morral. Sabía que en un largo tiempo eso era todo lo que se podía venir conmigo, sentía una profunda melancolía por todo.

Liz me envió un mensaje avisándome que ya había dejado los pasajes en el apartado de correo, bajé a buscarlos y pude corroborar que todo estaba perfecto. Miré a la calle y los agentes seguían allí, sinceramente no sabía si rotaban o no, pero seguían en el mismo lugar.

La estación quedaba a menos de quince minutos de mi departamento. Me preparé un café cargado para tener mis sentidos bien alertas. Dejé todo lo más ordenado posible y repasé cada rincón del departamento con un dejo de angustia al saber que todo lo que había logrado hasta ese momento de mi vida iba a ser una página que sería arrancada del libro de mi vida. Cuando llegó la hora indicada para poner marcha a ese tramo decisivo hasta la estación, no tenía tiempo de dudar, estaba todo calculado. Cargué con mis cosas y subí a la terraza por la escalera interna del edificio, era una noche fría.

Había pasado las 2:20 de la mañana ya. El espacio entre una construcción y otra era de casi cuatro metros, aunque la terraza contigua estaba un poco más abajo en cuanto a nivel, el subidón de adrenalina sumado a la cafeína me tenía con todos mis sentidos despiertos. Me preparé tomando un poco de carrera para evitar que el plan terminara incluso antes de haber empezado, y a pesar de que mi vida atlética no es parte resaltable de mi currículo además de la vasta carga con la que iba a encarar mi nueva vida, pude realizar el salto sin ningún problema. Bajé rápidamente por las escaleras de emergencias de la construcción contigua intentando hacer el menor ruido posible sin perder el ritmo. Debía rodear la manzana para llegar a la estación sin levantar ninguna sospecha. No había nadie en las calles, lo que lo hacía de la situación hasta un tanto tenebroso, aunque esa zona de la ciudad no solía tener una actividad nocturna importante.

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