7.- "Fly Away"

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Era quizás el momento más difícil dentro de lo que Jaemin llevaba dentro de aquella casa. Ya lo estaban dando por desaparecido con su fotografía de mala calidad en los bidones de leche renovados y no podía salir a recorrer las discotecas, que era a lo que más acostumbrado estaba y la única forma que tenía de comunicarse con Jeno al utilizar los teléfonos ajenos que quedaban olvidados en el baño. En lo único que podía aprovechar el tiempo era en fabricar sustancias igual que un esclavo mientras Renjun y Donghyuck hacían el trabajo catalogado como divertido, incluso dentro de esta categoría encajaba el apuñalar a la gente.

Cuando Na Jaemin finalizaba con sus tareas diarias dentro de lo que él denominó como "la mini-finca de Pablo Escobar", comenzaba a buscar dentro del laboratorio pistas sobre el lanzamiento de un cuerpo masculino en la puerta de la casa a la que solía ir cuando era más pequeño. Sabía que por el calce de edades era imposible que sus ahora compañeros fueran los culpables de su trauma infantil, pero estando metido en el medio supo del currículum de Donghyuck, el cual inicia desde el momento que nace. Algo debía de haber dentro de la casa, específicamente dentro del cuarto de Haechan.

Llevaba una semana de confinamiento forzoso y no había logrado encontrar nada en aquel chiquero. Cada día se sentía más inútil tanto por no poder brindarle información a su mejor amigo como por perderse la parte divertida del trabajo. Se sentía solo.

Todos los días Renjun y Donghyuck llegaban a las ocho de la mañana con el libro de cobre vacío y la bolsa de lona que cargaba Renjun rebosante de billetes. Desde que la fabricación de micro puntos comenzó a fluir dentro de ese pequeño cuarto, la demanda también había crecido y con eso llegaban más billetes a la casa. Na Jaemin estaba haciendo crecer la economía de esos individuos a los que ya se estaba acostumbrando.

Al contrario del dúo y motivado por sus propios ideales, Na Jaemin ni siquiera le daba una probada a lo que producía. Para Renjun y Donghyuck era tan natural tener el dinero de sobra que no les dolía en lo más mínimo vaciar un poco la reserva de narcóticos, alucinógenos y neuro estimulantes en consumo personal. Tanto así que incluso quisieron impulsar a Jaemin a consumir sin miedo, pero este seguía negándose constantemente por no volverse un adicto.

Esa negación que luego terminaría con su primer ataque de pánico mientras sujetaba un grabador láser para tallar las pastillas de éxtasis.

Aquella noche como de las tantas a solas Na Jaemin colapsó por el exceso de silencio en su ambiente, sin tener palabras que decir y distraerse las voces dentro de su cabeza comenzaron a reprocharle por cada segundo que pasaba lejos de su zona de confort, recordándole que probablemente moriría pronto por meterse en lo que le habían advertido que no debía. La respiración era agitada, las manos temblorosas con el peligroso instrumento en la mano y su sudor se estaba volviendo frío con cada segundo que transcurría. En un grito desesperado y las intensas ganas de llorar acumulándose dentro de sí, Na Jaemin se marcó la muñeca por accidente con la grabadora láser, quedándole de recuerdo una carita feliz que debía estar posicionada en la pastilla violeta, la marca estaba casi llegando a su mano y lucía igual a un tatuaje pero era cinco veces más doloroso y mal parecido.

Cuando Renjun llegó a la casa y olió a carne quemada proveniente del lugar que no era la cocina, se asomó hasta el baño viendo a Na Jaemin con la mano puesta en el agua fría aún tiritando por la sensación de angustia en su cuerpo. La vista de Renjun se fue directamente a la parte del cuerpo de su colega que había estado bajo el agua para calmar el ardor de la quemadura y, con claro rastro de preocupación, le retiró la mano como si la estuviese metiendo al fuego. Na Jaemin estaba mordiendo su labio debido al dolor en su muñeca de tal manera que la sangre estaba comenzando a escurrir por sus comisuras.

Donghyuck metió la cabeza dentro del baño para analizar la situación externamente y, al ver que Renjun se estaba haciendo cargo a su manera del accidente, se metió despreocupado en su cuarto con una estampilla pegada en la lengua sin darle más vueltas al asunto.

—Na, respira. —Renjun llevó del brazo sano a Jaemin hasta el laboratorio, sentándolo frente al escritorio vacío con la muñeca accidentada extendida sobre la madera. —Sé que va a sonar a tortura, pero el dolor solo le calma con más dolor. ¿Puedes aguantar?

Huang Renjun se sintió como un maldito desgraciado sin empatía al no esperar respuesta del menor y aventarle alcohol desnaturalizado de setenta grados directamente en la quemadura. Dentro de la casa lo más audible fue el grito tortuoso de Na Jaemin, el cual era una mezcla de dolor corporal y emocional. Luego del notorio sufrimiento Renjun le vendó la muñeca a su aprendiz con extraño cuidado, esperando no dañarlo más.

—Piensa en esto como un tatuaje no tan malo, después de todo es una carita feliz. —Renjun estaba tratando de tranquilizar el rostro de Jaemin, el cual se encontraba pálido y con los labios rojos por la sangre. —¿A quién no le gustan las caritas felices?

—Nunca me han gustado las caritas felices.

Na Jaemin se levantó de la silla agitando el brazo para tratar de ignorar el dolor latente en este, buscando en un cajón el moledor y la hierba para comenzar a mal armar un cigarro de marihuana. Todas las primeras veces eran malas, más si nunca habías visto como armaban. Enternecido, Renjun le quitó el papel de las manos y lo armó por él esperando que le hubiera puesto atención. Jaemin recibió el tubo armado acompañado de un agradecimiento, quemó las orillas del extremo que no estaba apegado a su boca y comenzó a fumar lentamente con la ventana abierta.

La imagen de Na Jaemin vendado, viendo por la ventana con el porro en la mano era sumamente atractiva para Huang Renjun, por alguna extraña razón se sentía bastante alborotado por aquel chico con un nombre terroríficamente familiar para él al que le había vaciado un cuarto de la botellita de alcohol para heridas. Para no pensar en esta repentina atracción, el chino salió del laboratorio con la excusa de que sería mejor dejar a Jaemin solo para que tuviera más privacidad. La verdad era que necesitaba beber un vaso con agua y azúcar para calmar sus hormonas y dejar de pensar en cosas que solo lo iban a distraer del ámbito profesional.

«Nada de relaciones interpersonales».

Na Jaemin no era idiota y mucho menos ciego. Notó la mirada que Renjun le había dedicado antes de salir y soltó una sonrisa burlona antes de llevarse el porro a los labios con una pequeña mueca de dolor por pasar a tocar su herida en la muñeca. Exhaló el humo por la ventana manteniendo aquella socarronería por la cómica escena que Renjun había provocado.

«Controla tus hormonas, Na. No estás acá para encontrar a tu alma gemela».

Finalmente Renjun tenía razón respectando a la herida, pero aún así le faltaba algo; el dolor solo se puede quitar con más dolor pero sigue siendo mejor calmarlo con marihuana.

Nilili ; renminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora