8.- "7 Days"

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El confinamiento de Na Jaemin terminó cuando Lee Donghyuck lo encontró en la cocina, sentado en el suelo apoyado en la pared, dándose de cabezazos con un sartén mientras tarareaba una canción infantil a destiempo del golpeteo rítmico que ocasionaba el metal con su cabeza. Su venda de la muñeca estaba tirada en el suelo a varios metros del cuerpo de Na y parecía como si se hubiera desconectado del mundo, cuando en realidad era la ausencia de ruido que lo maltrataba mentalmente a tal punto que tenía que generar algún tipo de sonido para acallar sus voces mentales. En ese momento Lee Donghyuck lo tomó del brazo sano, lo llevó a la sala y estuvo tratando de tranquilizarlo por lo menos diez minutos antes de que Renjun llegara. Los diez minutos más largos de su vida.

Apenas llegó Renjun, Donghyuck se abstuvo de tomar responsabilidades con el chico y se fue a buscar pastillas para el dolor de cabeza al laboratorio, el antro que habían pisado ese día le había reventado la cabeza al menor del dúo original, cosa que era bastante rara considerando la cantidad de cosas que se metía al organismo que le podrían volar millones de neuronas en menos de un segundo.

Mientras Renjun lograba que Na Jaemin soltara sus puños y que lo viera a los ojos, le daba pequeñas palmaditas en la cabeza que no eran ni el intento de ser violentas, al contrario, le ayudaban a establecer un ritmo en su respiración y le recordaban a Na que ya no estaba solo. No tenían como contratar a algún médico para tratar el trastorno de Jaemin que era todo lo contrario a ser frecuente.

Desde que era pequeño Na había estado solo en su casa debido al trabajo de su madre, la mujer era dueña de la esquina a dos cuadras de su hogar y no tenía vergüenza en que su hijo la viera ganándose los billetes de esa forma. La soledad consumía a Jaemin de tal forma que terminaba rasguñándose el cuerpo para evitar pensar que todo lo que vivía era su culpa. Así, con seis años, se iba solo a la casa del que fuera su mejor amigo a día de hoy para evitar estar en aquel silencio sepulcral que el vacío emocional que le había dejado su madre fuera calmado con un poco de ruido y las bromas de Jeno.

A la noche siguiente Na Jaemin fue detrás del dúo sin el libro de cobre, puesto que él solo se colaría en los espacios donde Donghyuck y Renjun no llegaran con facilidad por su reconocimiento general, las personas los seguían y a Donghyuck le daba asco ver a parejas ajenas teniendo sexo. Simplemente meterse a los cuartos ocupados era una buena tarea para Na Jaemin, el cual pasaba desapercibido y había demostrado tener la sangre fría en cuanto a ajustar cuentas se trataba.

Ya instalado en el baño de un cuarto ocupado, recordó su objetivo principal. Se dedicó a buscar por todos lados un teléfono olvidado para poder enviarle mensajes a su amigo, sin encontrar ninguno en el proceso. Para su suerte, algún despistado había entrado a ocupar el baño con varios tragos encima, lo que le dio la oportunidad a Jaemin para quitarle el aparato móvil del bolsillo con tal sigilo que la víctima ni siquiera se dio cuenta de que había alguien en la bañera. Habiendo ingresado el número de Lee Jeno le envió los tres textos que le dejaba siempre para que supiera que realmente era él.


🠚Dos, dos.
Dos, tres.
RESPÓNDEME, LEE JENO.


Dentro de la corta conversación Na Jaemin logró notificar que estaba bien, conservaba sus articulaciones y que por ahora no había encontrado nada. Eliminó cualquier rastro del número de Jeno bloqueándolo y borrándolo de todo registro en el teléfono ajeno para luego abandonar el aparato en el tanque del retrete. Abandonó el baño y aplicó la técnica que Renjun había utilizado con él la primera vez que lo vio. Le metió dos anfetaminas al chico que más fácil se le haría recordar su rostro y luego se acercó a uno que había marcado Renjun el día anterior.

—Tú debes ser... ¿Chen Lee? ¿Chang Le? Da igual. El dinero.

Con el semblante serio a veces le costaba creer que era él quien estaba cobrando luego de ser el deudor. Con las manos temblorosas del contrario Na Jaemin recibió cerca de setenta mil wons a pulso firme, revisando la marca en la clavícula del deudor y tallándole con una lima afilada un "1" seguido de la doble hache. Na Jaemin se alejó con el dinero y salió de la discoteca para encontrarse con Renjun y Donghyuck quienes lo esperaban fumando un cigarrillo común. Na Jaemin prendió uno igualmente y se fueron entre risas a la casa que los acogía.

Dentro de la residencia, los tres se sentaron en la mesa comedor para contar las ganancias y hacer la lista de insumos que necesitaban para la fabricación, además de comprar el desinfectante para las armas cortopunzantes que llevaban encima y nuevas cápsulas de pastillas, que ya la producción se estaba retrasando porque no habían materiales.

Aquel día Na Jaemin no pudo dormir por más que lo intentó. Contaba las vueltas que daba en el sofá cama e incluso los minutos en los que la lluvia atacaba la ventana del laboratorio. Las gotas impregnadas en el cristal se deslizaban por este haciendo que Na Jaemin se inventara una carrera para intentar conciliar el sueño. Finalmente se levantó de su nula comodidad y comenzó a buscar en el refrigerador una cerveza fría, porque no se encontraba en condiciones de fumar o meterse algo al organismo, no era ese tipo de persona.

La cabeza de Jaemin solo le repetía lo insano que se estaba volviendo todo en su vida, que muchos de sus episodios de soledad inquieta eran basados en sus propios errores de infancia como no dejar sola a su madre por más asustado que estuviera. La parte cuerda que quedaba dentro de él le recordaba que era solo un niño y que el error fue de su progenitora. Era una constante lucha entre su angelito y diablito personal.

El agua fría recorriendo su garganta logró relajarlo un poco. El ruido del esfínter esofágico abriéndose para darle la bienvenida al agua que ahora recorría su cuerpo logró calmar su episodio creciente. Con un sonoro suspiro Na Jaemin se dio la vuelta para caminar de regreso a su lugar de descanso esperando poder conciliar el sueño en ese momento. Cuando ingresó al lugar y se recostó en el sofá cama, Na Jaemin no supo más del mundo hasta que Huang Renjun lo despertó sin querer unas cuatro horas después.

—Jaemin... Hey, Na.

—¿Ah?

Na Jaemin se volteó para ver la temblorosa figura de Huang Renjun. Estaba acostumbrado a verle intimidar con cada paso que daba, pero ahora solo pensaba en lo que pudo haber pasado para que interrumpieran su ajetreado sueño de aquella forma tan repentina.

—Voy a quedarme un rato. Sé que no has dormido bien, haces bastante ruido. —En ese momento las mejillas de Na adoptaron un leve color carmesí que enterneció a Huang.

La verdad de las cosas era que nuevamente las pesadillas habían asaltado la cabeza de Huang Renjun, esta vez visualizando un cuerpo pálido de labios morados justo al frente de donde vivía. La sudadera que estaba supuesta a ser blanca tenía una gran mancha roja recorriendo lo que debía ser el abdomen, pero en vez de piel estaban los órganos expuestos. Cuántas veces él no había dejado en condiciones similares a quienes terminaban debiéndole dinero, pero pensar en que alguno de sus colegas podría correr un destino similar le helaba la sangre hasta desmayarlo.

Huang Renjun tenía un fuerte sentido de la familia y la confianza que esta debía tenerse. Por eso cada vez que tenía un sueño que le recordara a quien vivía con él le erizaba la piel. Al crecer en la calle siempre pensó en que cuanto llegara su momento de conocer a alguien debería protegerle de la forma que no lo hicieron con él. Esta era la razón por la que Renjun siempre estaba detrás de Haechan cuando las cosas se salían de control, incluso llegando a exponer su libertad por salvarle la vida a su amigo.

Na Jaemin ayudó a extender la otra parte del sofá cama para Renjun, el cual se recostó a su lado dándole la espalda para evitar ver su rostro. -Descansa, Na.

Y con aquellas palabras Huang Renjun no pudo conciliar el sueño hasta cerciorarse de que Na Jaemin estuviera profundamente dormido para darse la vuelta y admirar sus facciones más detalladamente, perdiendo su propia noción del tiempo junto con el dominio de su cuerpo al acercarse un poco más a Na y lograr dormirse sincronizando su respiración con la del contrario.

«No puedes dejar que esto te domine, Huang».

Nilili ; renminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora