24.1.- "And Last"

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Esa semana en que Huang y Na se quedaron produciendo para que el castaño pudiera vender en paz fue un tanto caótica. Dormían pasados de su hora al demorar tiempo en fumar observando al predio o al lago. Cualquiera de las dos vistas era un rumbo similar que Renjun a veces no tardaba en evitar. El número de pastillas prensadas durante el día le distraía de aquel tema que había tardado en superar.

Na Jaemin había comenzado con nuevo tipo de crisis por la cicatriz que ya le picaba la piel, por lo que Huang comenzó a hacerse cargo de los elementos corto-punzantes dentro de la cabaña. Debía proteger a Jaemin de hacerse daño por aquella marca detestable. Seguía usando las bandas de Donghyuck, pero seguía sintiendo cada centímetro de piel quemada debajo de la tela. Rascarse hasta irritar su propia piel y sangrar era lo que Na Jaemin llevaba haciendo en las noches que no estaba junto a Huang.

Pesadillas, horribles pesadillas atacaron la cabeza de Renjun durante esa semana. Todo tipo de imágenes detestables aparecían en la mente de Huang mientras dormía y el mismo grito desgarrador que solo le podía advertir cosas malas.

Huang Renjun no era del tipo de persona que tenía sueños premonitores, pero aún así tenía miedo. Desde hace casi un año que soñaba estar gritándole a Na Jaemin que se quedara con él, que reaccionara mientras sacudía su cuerpo con desespero.

Habían tenido que manejar las cortinas cerradas casi todo el día por el exceso de patrullas que circulaban cercanos a su posición, no podían arriesgarse a ser atrapados y debían mantener el aspecto de abandono de esa cabaña.

Las noches se habían puesto inevitablemente más frías y Renjun estaba infinitamente preocupado por la salud de Na, le había suplicado innumerables veces que permaneciera en casa, pero la razón de salir era bastante más potente que un resfriado. Se estaban quedando sin suministros para comer.

—¿Podrías quedarte solo por hoy? —Renjun suspiró poniéndose frente a la puerta, asegurándose de que Na vaya lo suficientemente arropado, sabía que no le haría caso. —Han pasado demasiados carros de policía y hay temperaturas bajo cero. 

—Debemos comer algo, Renjun. Si no vendo esto no vamos a cenar mañana.

A veces desearía ser él quien tuviera que salir, aunque tuviera que llevarse todos los cuchillos de casa, no quería dejar desprotegido a Jaemin. Dejar la casa sola tampoco era una opción, por la cantidad de patrullas a Huang Renjun le asustaba que entraran a la cabaña. Abandonarla era el último recurso, no quería dejar el lugar donde estaba enterrado el cuerpo de su mejor amigo.

Na Jaemin besó los labios de Renjun por primera vez antes de salir. Agradecía enormemente la preocupación del mayor sobre él y solo podía retribuírselo con esas pequeñas muestras de afecto más las ganancias de la venta.

El camino fue tranquilo, sumamente frío pero a fin de cuentas nada grave había pasado. Na Jaemin se adentró en una casa a puertas abiertas y la música al tope, haciendo su trabajo con el profesionalismo que había adquirido durante todos esos meses.

Intercambio de pastillas por dinero, entregar las bolsitas de cocaína, heroína o de estampillas para que la gente estuviera fuera de sus sentidos. Podría sospechar que dentro de poco rato el único lúcido en ese sitio sería él.

La muñeca le picaba, pero debía ignorarla si no quería perder sus clientes.

La cantidad de personas en esa fiesta acompañado de un cálculo mental le indicó a Na Jaemin que no era normal que absolutamente todos estuvieran drogados salvo unas cuantas personas que podría contar con la mano. Era imposible que todos besaran a cincuenta y cuatro personas durante diez segundos en menos de dos minutos. Alguien más estaba cubriendo su trabajo y sabía exactamente de quiénes se trataba.

Le costó poco rato darse cuenta que tenía que abandonar esa casa con prisa, Hendery y Lucas estaban buscándole para quizás hacerle correr el mismo destino de Donghyuck. Las cosas iban demasiado bien con Renjun como para perder su vida por unos dólares más. Con lo que había vendido ya era suficiente.

Puso un pie en la salida de la casa cuando su cabeza comenzó a dar vueltas de la nada. Un mareo bastante fuerte lo atacó y no precisamente por la falta de sueño o de comida.

Jeno estaba al frente suyo, en carne y hueso. Le estaba viendo amenazante mientras le sujetaba por el hombro para llevárselo fuera de ese lugar.

—Si me vas a decir que vas a morir por lo menos que sea en serio para no llorar dos meses a un cadáver que jamás existió. —Jeno suspiró mientras Jaemin le jalaba el brazo en pleno mareo para salir del perímetro de esa casa. —¿Qué demonios?

—Jeno... —Na Jaemin agitó su cabeza mientras caminaba con su amigo por la carretera. —¿Tienes algo dulce?

—¿¡Lo primero que me preguntas es si tengo comida!? —Ofuscado, Jeno sacó un trozo de chocolate de almendras que tenía en el bolsillo del pantalón. Na Jaemin se lo quitó de las manos engulléndolo con ansias. —¿Siquiera sabes algo?

En ese momento Na Jaemin sintió como nuevamente se le enfriaba la sangre. ¿Estaba realmente listo para soltarlo todo o era una maniobra para ser atrapado? Guardó el aluminio del chocolate en el bolsillo de su pantalón y se pasó las manos por la cara.

Jeno supo que era grave.

—Encontré un cuaderno con listas de deudores realmente infinitas. —Las piernas comenzaron a fallarse, volviendo a ser sujetado por Lee Jeno. —Tu padre era un revendedor. —Jeno se encogió de hombros con indiferencia. De cierta forma podía intuirlo y por el estado de Na Jaemin no podía perder los estribos. —¿¡No vas a decir nada!?

—No pienso llorar a alguien más, menos si ya han pasado casi diez años desde que no está.

Jeno acompañó a Jaemin por la carretera mientras le sujetaba a ratos. Na Jaemin se sentía peor a cada paso que daba.

—¿Podemos quedarnos un segundo sentados? Solo necesito tomar aire.

[...]

Nilili ; renminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora