Capítulo 10

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Oscuridad.

Era como si me estuviera llamando, diciéndome que acabara con todo, susurrando en mi oído, era una linda melodía la que sonaba, hasta que un rayo cayo no muy lejos de donde estaba y una imagen surgió en mi mente.

Era un chico con ojos azules, callado e incluso frio y salvaje.

Serkan.

Serkan y su herida, el veneno, él estaba muriendo y yo había salido por ayuda.

Volví a la realidad y la neblina volvió a mis manos. Mire a mi alrededor, no solo la bestia había quedado en huesos, sino que también todo alrededor había casi desaparecido, los árboles parecían que habían sido quemados, pues no tenían hojas y sus troncos y ramas estaban casi calcinados, la hierba que había en el suelo ahora solo quedaba tierra, e incluso algunos animales habían salido dañados.

¿Yo había hecho eso?

Me trague un gran nudo que tenía, pero no fue suficiente pues vomite toda la bilis que tenía y cuando me repuse me limpie la boca con el dorso de la mano y regrese al camino que me llevaría a la aldea.

No podía detenerme a pensar en ello, no había tiempo.

Estaba cansada, con frio y estaba a punto de rendirme, pero junto antes de hacerlo vi varias cabañas.

La aldea.

Llore de la alegría y continúe los últimos metros que me quedaban hasta que me acerque y caí rendida ante los aldeanos.

—P-Por favor, ayúdenme— les suplique— un amigo mío está herido, necesitamos de su ayuda.

Los aldeanos se miraban entre ellos, me imagino que no era normal ni seguido encontrarse con una chica suplicando por ayuda.

—Por favor— repetí— el morirá sino lo ayudan.

Y de entre los aldeanos salió una anciana, ella me miro detenidamente.

—¿De dónde eres niña? — me dijo.

—Les prometo que les diré todo lo que quieran, pero primero...

—Ayudaremos a tu amigo— me interrumpió y casi le doy un abrazo de la felicidad, y lo hubiera hecho sino hubiera estado tan cansada y adolorida.

No sabía cómo regresaría a la cueva, pero intente poner de pie y antes de caer un par de personas me ayudaron a mantenerme de pie.

—Dinos donde esta tu amigo y nosotros nos encargaremos de ir por el—dijo la anciana— lleven a la chica a la cabaña, curaremos tus heridas. —Hasta ese momento me di cuenta que tenía grandes cortadas en los brazos y piernas y tenía grandes manchas de sangre.

La lluvia seguía cayendo sin parar y parecía que la temperatura había bajado unos grados.

La anciana de la aldea me llevo a una cabaña y me dio ropa seca, deje a un lado mi ropa deportiva que ahora estaba hecha jirones y cuando termine de vestirme la anciana entro.

—Debemos curarte esas heridas que tienes— venia acompañada de una chica que traía una canasta con distintas hierbas y vendajes.

—Mis amigos...

—Varios de mis hombres fueron por ellos, tardaran un poco en volver por la lluvia y la noche.

—Muchas gracias por ayudarnos.

La anciana no dijo más y se puso la tarea de atender mis heridas, la mayoría eran rasguños o cortadas menores, y fue hasta que un hombre totalmente mojado por la lluvia entro a la cabaña y nos informó que habían llegado.

A través del espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora