Capítulo 11.
La delgada línea entre el significado de: casa y hogar
El taxista luce un rostro raro, como si estuviera derritiéndose su piel. Desvío los ojos y golpeo mis mejillas para despabilarme.
—¿Agustín?
Miro al frente hacia Margarita que ha aparecido de la nada. Giro y veo que el taxista ya no está, que ha desaparecido y que estoy caminando hacia casa. ¿Cuándo pasó eso?
—Oye. —Golpea su brazo contra el mío queriendo llamar mi atención.
—Tengo mucha hambre.
—¿Aún tienes los tickets de comida que ganaste del concurso?
Niego la cabeza. Ella frunce el ceño pensando en alguna otra alternativa. Sus ojos oscuros parecen más brillantes que de costumbre. Mi manos se eleva para tocarlos y antes de que lleguen a su objetivo ella se separa.
—Arriba hay comida.
—No quiero seguir subiendo escaleras.
Ella se ríe.
—Pero no has subido ningún peldaño.
Mis pies han entrado al edificio en algún momento que no me percate. ¿Cómo logro teletransportarme?
Salgo del edificio haciendo que el viento azote mi cabello, y aunque está soplando un gélido aire, no tengo frío. Ella me sigue de cerca y se cubre hasta la nariz con la campera que lleva. No hace tanto frío como para que haga eso. Me toma del brazo deteniéndome.
—¿Estás bien?
—Tu cabello es demasiado rojo que me ciega. —Mi mano agarra un mechón y me pongo a jugar. Aleja mi mano con delicadeza, dedicándome una mirada penetrante. El oscuro achocolatado de sus ojos me embriagan. Ella es tan...
—¿Qué tomaste?
—Sofía me dio algo.
Niega la cabeza.
—Vamos a que comas.
Paso mi brazo por sus hombros haciendo que ella me guíe. Es pequeña, su cabeza llega a mi pecho y por alguna razón me gusta que sea así.
—¿Qué le ves a un hombre?
Voltea a verme. Su rostro está muy cerca del mío, y retrocede. Su nariz se arruga como si pudiera oler lo que estuve haciendo.
—¿De qué hablas?
—¿Cómo sabes que amas a alguien?
Sonríe confundida abriendo los ojos. Esos ojos oscuros que se están convirtiendo en mi cosa favorita. Sus ojos tienen el café que todos recomiendan probar por las mañanas.
—Cuando perdemos la cordura. —Tiene la mirada fija al frente—. A tal punto, que tratamos de ser uno con alguien totalmente diferente a nosotros.
—¿Tu y yo somos amigos? —pregunto preocupado.
—Por supuesto que lo somos. —Suelta una risa como si hubiese dicho algo gracioso. Mi brazo parece más pesado que antes y me cuesta seguir su ritmo. Asiento la cabeza encima de la suya. Pasa su brazo por mi cintura para que no me caiga.
—Quiero escribir una canción de amor —susurro. Mis ojos están cerrados sin ver por dónde camino. Pero confío en que ella me guíe.
—Lo vas a hacer.
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Una canción de amor inacabada ✔
RomanceSinopsis Él nunca planeó escribir una canción de amor. Ella será la fuente de inspiración que necesitaba. Agustín Di Marco tiene claros sus objetivos: conseguir un hit musical con su banda, intentar dejar de fumar tanto y no decir malas palabras...