16. Dolor, por no saber decir lo que se desea

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Capítulo 16.

Dolor, por no saber decir lo que se desea


Manuel está saltando de alegría de un lado a otro porque Los Jinetes, es decir, nosotros, hemos lanzando el casete con diez canciones, entre nuevas y viejas. Pero, no es sólo por eso que ha estado contento, es por la acogida que ha recibido. Se han vendido en menos de dos horas todas las copias que se habían distribuido a las casas de música.

—La foto del casete tuvo mucho que ver —dice la pelirroja cuando Manuel nos cuenta la noticia. Enarco una ceja hacia ella—. Es una foto de los tres, de frente, sin filtros, sin necesidad de tener que agregar algo más que solo sus rostros. Ricky está con una sonrisa coqueta, tú —me señala— estás con ese gesto de ser un chico con secretos que todas las chicas quieren descubrir —le guiño un ojo y retira la mirada enseguida, con vergüenza—, y Pancho, con tu mirada de felicidad que hace sonreír con verte. Es un trío perfecto de oro.

—Cuando dices trío pienso en otra cosa —dice Ricky perdido en sus pensamientos. Golpeo su nuca mirándolo con una advertencia.

—Tienen derecho a una celebración.

Manuel nos guía hacia su oficina y nos enseña una botella de champagne gigantesca. Pancho le quita la botella y la abre causando que una empuja con líquido nos bañe. Ricky se sube al sillón quitando la botella a Pancho y me moja la camisa con el líquido. Hago una mueca de asco limpiando las gotas que se han escapado y cayeron en mi ropa.

—Felicitaciones Jinetes. —Volteo para ver a Sofía que aparece por la puerta de la oficina, en nuestra celebración privada. La pelirroja ha desaparecido y frunzo la frente. Sofía se para frente a mí, haciendo que mi cabeza retroceda por la cercanía—. Quería felicitarte en persona.

Y antes de que pueda entender lo que está pasando, sus manos me sujetan de la camisa acercándome a ella e impacta sus labios contra los míos. Mis ojos se quedan abiertos por su osadía. Los chicos gritan por la demostración de afecto público, Manuel niega con la cabeza sonriendo como si estuviera viendo a sus mejores alumnos juntos.

Reacciono, alejando su cuerpo del mío y limpiando mi boca —sin mucho cuidado de ser delicado—, porque no me ha gustado lo que ha hecho. No me gusta que invadan mi espacio personal y ella no debió hacer eso. Punto.

—¿No te gustó? —pregunta con voz baja, batiendo sus pestañas como si tuviera tierra en ellos.

—No —gruño—. No lo vuelvas a hacer.

—Oye tú, mira esto. —La pelirroja alza la cabeza cuando la encuentro en su oficina. Ha estado desaparecida desde la mañana y he ido repetidas veces queriendo encontrarla. El cigarrillo ya está instalado en mi boca, con ganas de prenderlo—. ¿Qué tal me queda? —Volteo sobre mí mismo enseñando la camiseta que me regaló.

Hace una mueca que me hace detenerme provocando que mi sonrisa presumida caiga.

—Me quedaba mejor a mí.

Niego la cabeza sonriendo y me acerco a la ventana, encendiendo el tabaco y fumando con paciencia.

—¿Tú y Sofía...?

—¿Qué pasa entre ella y yo? —pregunto, odiando la sensación de nuestros nombres juntos en una misma oración.

—¿Están saliendo?

—No.

Ladea la cabeza. No hemos vuelto a hablar sobre lo que dijimos en mi habitación, como si nunca hubiese existido.

Una canción de amor inacabada ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora