15. Con la piel erizada, con el aliento trabajoso y con ganas de más

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Capítulo 15.

Con la piel erizada, con el aliento trabajoso y con ganas de más


Mamá me arrojó un sartén cuando le dije que iría a vivir solo. Debo agradecer que no haya estado caliente y que lo esquive a tiempo. Aunque hubo una baja, un florero salió herido y ahora se encuentra en la basura. Lo extrañaremos.

Volvió a llorar porque la dejaría sola —Clau se enojó porque al parecer ella no contaba para mamá al referirse que se quedaría sola—, y me hizo prometer que la visitaría al menos seis veces a la semana.

Lo que será algo complicado, pero intentaré hacerlo.

Margarita va a venir, en cualquier momento, a mi nuevo departamento. Y estoy como loco arreglando el desastre que he podido provocar en menos de una semana. ¿Cómo es que una funda de papitas llegó a la ducha?

Un golpe en la puerta me deja quieto, porque no he terminado de arreglarlo aún. Meto todo lo que encuentro en la habitación vacía, que ahora servirá de basurero y corro a abrir la puerta. La pelirroja me extiende un pozuelo que huele delicioso.

—Supongo que no tienes nada de comer, así que traje algo. —Entra visualizando todo a su paso. Dejo la comida en el mesón de la cocina mientras que ella se sienta en la sala tocando la tela—. Todo transpira a piso de soltero. Hasta la basura debajo del sillón.

—Mierda. —Frunzo el ceño con enojo. Veo el lugar donde ella está señalando y dejo un cojín en el piso para que no se vea—. Como nuevo.

—Haré como que no vi eso. —Vuelven a llamar a la puerta. Intento ver detrás de la madera, con algún poder de visión para saber quién pudo haber venido porque solo mamá y Margarita saben la dirección—. Ricky insistió en venir.

—¿Lo invitaste?

—Es difícil decirle que no. Y no lo invité, él solo lo hizo.

Enarco una ceja hacia ella, porque mi plan no consistía en mis amigos. Solo ella y yo. Nadie más.

Voy a la puerta para abrir a mi amigo metiche, que cuando abro la puerta me sorprendo de no verlo solo.

—¡Agus!

Y antes de que lo sepa, mi departamento se ha convertido en una fiesta. Las botellas pasan por las manos de los amigos de Ricky y los de Pancho. Amigos de los amigos, conocidos de los amigos de los amigos. Y... si, este encuentro para dos se convirtió en una fiesta que estoy odiando.

—Te odio —le digo a Ricky.

—Estamos celebrando que nuestro álbum saldrá a la venta. —Sacude mi cabello con su mano y eso solo hace que mis dientes choquen entre sí con ganas de mandarlos al diablo a todos—. Vamos Agus, debes celebrarlo.

—Lo iba a celebrar de otra manera —respondo viendo a la pelirroja que está hablando con algunas chicas que nunca he visto en mi vida.

Una linda rubia se acerca con una pluma y me sonríe de la misma manera que suelen hacerlo las chicas cuando quieren algo.

—¿Podrías darme tu autógrafo? —Lo que no espero, es que baje el escote de su camiseta, dejando al descubierto su pecho, que ya ha sido firmado por Pancho. Ricky luce entusiasmado quitándome el bolígrafo y firmando—. Solo faltas tú —me recuerda la rubia. Cojo la pluma y firmo cerca del cuello sin querer tocar algo por accidente. La rubia chilla de felicidad y se aleja hacia su grupo de amigas.

—Imagínate que siempre sea así. —La voz soñadora de Ricky me recuerda a mi yo. Un yo antes de Margarita.

—Te dejaré esa tarea a ti. —Busco a la pelirroja y la encuentro sonriendo de esa manera que hasta yo quiero sonreír.

Una canción de amor inacabada ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora