9. La opinión del resto no importa, excepto una

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Capítulo 9.
La opinión del resto no importa, excepto una

No puedo negar que mamá casi me mata cuando le dije que dejaría la universidad, algo que sí hice.

Hace días que retiré mis papeles de una carrera que no me gustó nunca. Mamá me hizo la ley del hielo.

De cierta forma, me siento mal por no cumplir con sus expectativas, pero no podía seguir fingiendo que era feliz estudiando algo que no quería.

Seguir mis sueños nunca había sido tan complicado como ahora. Nunca estuvo en mis planes dejar la música a un lado, y sabía, que si no podía luchar por ello —yo solo— nadie iba a hacerlo por mí.

Porque todos sabían que para morir no es necesario dejar de existir, a veces solo se necesitaba renunciar a tus sueños.

Y no pensaba morir estando vivo.

Así es como llegué aquí, después de años de soñarlo.

Manuel Solaris está tras la ventana que separa el estudio de grabación para grabar un sonido más digno y claro del que habíamos mandado.

Estoy frente al micrófono viendo a través de la ventana hacia Margarita. Ricky está admirando el bajo que sería suyo durante el ensayo y Pancho ya está tocando la batería como loco.

—Muy bien. Vamos con Agonizando de placer. —La voz de Manuel suena por los audífonos que rodean mi cabeza y asiento.

Comenzamos a tocar mientras Manuel mueve algunas teclas y el sonido mejora. Canto con pasión cerrando los ojos y entregando todo.

Mejor de lo que alguna vez lo hice.

Mis cuerdas vocales duelen después de horas de ensayo. Repetir una y otra vez la misma canción puede volverse agotador, pero no me importa.

Porque es mi jodido sueño.

—Muy bien. Tomen un descanso.

Termino de cantar abriendo los ojos, ajustando el cuello de la camisa que llevo porque mamá ha insistido que debo vestir mejor ahora que me estoy volviendo conocido.

La corbata cuelga alrededor del cuello y no lo arrojo a la basura porque me lo regaló mamá. Solo por eso.

Salimos del estudio con calor por pasar horas ahí y que ha adquirido cierto olor peculiar. Margarita se acerca a nosotros con una sonrisa profesional.

—¿Qué se siente su nueva vida? —pregunta divertida.

—Es como un muy buen...

—Cállate Ricky —le digo cortando lo que sé muy bien que iba a decir.

La pelirroja niega la cabeza sonriendo, captando el mensaje. Pancho regresa con un pedazo de pastel que ha conseguido de algún lado.

—Necesito aire. —Bajo por el ascensor a la salida con tremendas ganas de fumar un poco.

Camino por el lugar como si lo conociera de toda la vida y eso me da seguridad. Enciendo el cigarrillo cuando llego a la acera, viendo a las personas ir de un lugar a otro. El sitio es transitado pero nadie parece percatarse de mí.

Miro hacia el cielo viendo el celeste vívido, sin una sola nube. Percatando el color, por primera vez.

La pelirroja sale por mi lado, caminando con unos paquetes en la mano. La sigo con sigilo hasta quedar a su lado, voltea a verme con sobresalto cuando le toco el brazo.

—Jesús —dice tocando su pecho.

— Me llamo Agustín.

—Me asustaste. —Niega la cabeza con una sonrisa—. ¿No estás tomando un descanso? —Señalo con la cabeza los paquetes que lleva y ella suspira—. Soy la chica de los encargos. Yupi.

Una canción de amor inacabada ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora