21. El pasado puede llegar a consumirnos o destruirnos

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Capítulo 21.

El pasado puede llegar a consumirnos o destruirnos


Logramos huir de un grupo de mujeres que empezaron a gritar y seguirnos cuando Ricky —sin disimulo alguno—, cantó una de nuestras canciones porque sonó en la radio de uno de los locales de un pequeño centro comercial. Casi no tenía aliento cuando llegamos a un restaurante y nos metemos haciendo que las personas nos queden viendo por el alboroto.

—Menos mal que son viejecitos —dice Pancho al ver los ojos molestos que nos lanzan miradas de reojo. Nos sentamos en una mesa del fondo para no captar la atención de nadie.

—Solo querían nuestros autógrafos —repite Ricky. Ha querido librarse de la ira de nosotros por haber arruinado una escapada tranquila del trabajo.

—Mi camiseta rota dice otra cosa —gruño viendo el hueco debajo de la axila que una chica pudo hacer para retenerme. Podía meter mi cabeza por ahí—. Me debes una camiseta.

—¿Quieres que regresemos al centro comercial? Te compraré una.

—¿Estás loco? Debe haber más gente desde que nos fuimos. —Pancho hace una señal a la camarera—. Ellas corren la voz cuando ven a algún artista.

Pedimos un almuerzo grande, dos platos cada uno para poder recuperar las energías perdidas por correr cuadras de las garras de algunas fanáticas. Aunque mi camiseta no pudo salir ilesa.

—¿Cómo van las cosas entre nuestra querida Margarita y tú? —Pancho me codea con una sonrisa. El solo escuchar el nombre de mi pelirroja me hace sonreír. Estoy ansioso porque termine esta gira y volver a casa junto a ella.

—Solo mira esa sonrisa —Ricky me imita—. Aw, está tan enamorado.

Sostengo la cuchara con un poco de arroz y se lo lanzo hacia su regazo. Él parece que no le importa porque se ríe de mí.

—¿Y la canción que le estabas escribiendo? —indaga Pancho hablando con la boca llena.

—Aún no está lista. Y no pienso compartir con ustedes eso.

Ricky bufa. Terminamos de comer y pagamos —cada uno— lo que ha gastado. Ellos tienen su propio dinero y no pienso pagarle algo que sí pueden hacerlo. No amigo.

Después de mirar sobre nuestras espaldas, cada segundo, esperando que nadie nos reconozca, o que Ricky nos delate. Llegamos a nuestro hotel en donde algunos guardias se han instalado en las puertas evitando que los fans ingresen. Parece que ahora todos saben en donde estamos hospedados y eso no deja con la única opción de quedarnos encerrados. Otra vez.

Las revistas, las radios, la televisión. Todos saben cada detalle que hacemos y puede llegar a ser frustrante.

—¿Señor Di Marco? —Volteo hacia la recepcionista que tiene una sonrisa profesional—. Un hombre ha estado buscándolo desde la mañana. Lo está esperando en la sala de espera.

—¿Quién es?

—Dice ser su padre. —Doy un paso atrás como si hubiese recibido un golpe. Y de cierta manera, se siente como uno. Trago saliva, recordando todo lo que pasé junto a ese hombre. Niego la cabeza hacia la mujer que se ha quedado desconcertada por mi comportamiento—. ¿Está bien señor Di Marco?

—Sáquelo de aquí.

—Por supuesto señor. —La recepcionista hace un llamado y unos guardias pasan por mi lado hacia la sala que queda en la parte trasera. Salgo huyendo de ese hombre, otra vez, y tomo el ascensor antes de que pueda verme. Las puertas se cierran, solo logro ver su espalda, y como el cabello negro ha ido cambiando hacia uno blanco.

Una canción de amor inacabada ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora