Elaia esperó a que sus invitados se fuesen para aprovechar que su esposo se adentró en su despacho para bajar y encarar al emisor del mensaje. Luca estaba en su salón, sentado en el sofá con un libro mientras escuchaba música indie que Elaia no llegó a reconocer.
— Has tardado en aparecer, ¿qué quieres?— dijo Luca apartando el libro a un lado.
— ¿Me explicas qué significa tu mensaje?
— No pensé que tuvieses problemas de comprensión lectora, Elaia.
— Luca , no estoy de humor para tus bromas sin gracia, dime qué narices está pasando.
Elaia se cruzó de brazos. ¿Entonces Athos realmente no estaba engañándola? ¿O todo era una trampa para encubrir la infidelidad? Elaia necesitaba llegar hasta el fondo del asunto, pero no sabía cómo abordarlo. No era como si quisiera mostrar su debilidad frente a nadie, y menos frente a Luca o Athos.
— Ví tu cara en la cena, estabas molesta con Jade y Athos, aunque celosa sería más adecuado. Jade era la prometida de Jaime, ahora es mi prometida. Jade medió en nombre de su padre porque de no haber un compromiso pronto tendría que abandonar Londres.
— Yo no estaba celosa y sabría si una de mis mejores amigas es parte de vuestro mundo oscuro de mierda.
— ¿Segura?
Elaia no respondió, sino que se dirigió al ascensor hecha una furia, en camino al despacho de la persona que esperaba le diese una buena explicación.
Athos estaba en su escritorio, se había deshecho de su traje de negocios, en cambio llevaba solo los pantalones del pijama, dejando su torso lleno de delgadas cicatrices al descubierto. Levantó la mirada de su portátil cuando ella irrumpió en su oficina sin llamar. Elaia se paralizó un segundo, tomando su determinación para no dejar que sus hormonas hablasen por ella.
— ¿Ella es de los vuestros?— espetó sin moverse de la puerta.
— ¿Qué?
— Jade, ¿es de los vuestros?
— Estoy trabajando, Elaia— respondió devolviendo la mirada hacia su portátil.
Elaia salió dando un portazo, dirigiéndose hacia su habitación. Cada día que pasaba odiaba más el penthouse. En él Athos tenía todo, su intimidad incluida, pero ella no tenía un lugar para sí misma, para poder lidiar con sus pensamientos. Odiaba la mafia, odiaba a su esposo y odiaba todo lo que tuviese que ver con que todo el mundo le ocultase información como si fuese una pobre niña que apenas podía soportar la realidad. Como si no fuese consciente de dónde estaba metida. Se cambió su ropa por un suave pijama y cogiendo sus apuntes se dirigió hasta unos sofás que Athos tenía en la habitación. Se sentó, empezando a mirar hasta que el sueño pudo con ella y se durmió en los sofás. Se despertó al día siguiente en la cama, tapada con las mantas y con el lado contrario de la cama en perfecto estado. Athos no había dormido con ella pero habría tenido que ser él el que la colocó en la cama.
Bajó cambiada, con una falda negra vaquera, una blusa a rayas negras blancas y unas converse. En la cocina, como todas las mañanas, se encontró a Aaron y a Natalie, estaban entretenidos hablando por lo que sigilosamente, se adentró en el ascensor para bajar a ver a su mejor amiga. Catalina Lascelles llevaba en el mundo de la mafia desde que nació y Elaia suponía que su amiga sabría todo sobre todos en su mundo, algo como ella sabía de la aristocracia. Miró la hora, eran las seis y media de la mañana por lo que Scorpius se habría ido a su lugar de trabajo en uno de los negocios que atendía como CEO, y Cat, perezosa como un gato, se quedaba en la cama durante varias horas más. Cuando las puertas se abrieron, el guardaespaldas a cargo de Cat, estaba sentado en el sofá haciendo zapping en la televisión. Elaia se dio cuenta que el apartamento de su cuñada y hermano era de una planta, con suelo de mármol y muebles en diferentes tonos grises. Cuando el guardaespaldas se dio cuenta de su presencia se levantó de un salto e hizo una pequeña reverencia.
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Imperio en Llamas +18
Roman d'amourNacida en una de las principales familias de la aristocracia londinense, Elaia Lascelles solo quiere vivir su vida como una doctora prestigiosa de Londres. Pero sus planes cambiaron. Elaia tenía solo dieciocho años cuando su padre aceptó el comprom...