Era una noche para recordar, los medios estaban como locos, regodeándose por el evento del año. Por fin, la joven Lascelles sería presentada en sociedad, en un evento al que solo las familias más poderosas del mundo tendrían el privilegio de asistir. Reyes, políticos poderosos, nobles de largo linaje asistirían a conocer el rostro más ansiado de ver por todo el mundo. Se decía de ella que era hermosa, una divina creación que solo unos pocos habían tenido la dicha de ver. El Duque de Lascelles no podía estar más orgulloso de su pequeña, por fin podría verse en público con su preciosa hija colgada del brazo como ella se merecía. La espera había valido la pena, todos estaban atentos a su presentación en sociedad. La Mansión de Lascelles, ubicada al norte de Chelsea, estaba perfectamente decorada para el baile de máscaras en el que la joven más poderosa del mundo daría a conocer su rostro.
Elaia Lascelles acomodaba su cabello rojizo en perfectas ondas que caían en cascada a lo largo de sus hombros, había decidido que ese era su trabajo, ninguna estilista más por ver en ese día, la estresaban con su incompetencia. No necesitaba más que a su madre a su lado, pero eso era algo imposible, su madre murió al darla a luz. Suspiró, posando las tenacillas en su tocador. La luz blanca detallaba su rostro de porcelana, acompañando de una mirada verde grisácea cargada de magnetismo y espesas pestañas. Podría decirse que su mirada brillante era lo más cautivador de su rostro, pero sería una falta de respeto a los mullidos labios que ahora estaban pintados de color rojo.
Solo una aristócrata como ella podría eclipsar la cena del día de Navidad con un evento como ese. Su presentación en sociedad solo podría ser así, llamando la atención de todo el mundo, siendo el centro de la existencia de todos, como ella acostumbraba a ser en su día a día. Revisó su atuendo, un maravilloso vestido de gala rojo que llevaba al suelo, con un escote en la espalda que dejaba a la vista su columna vertebral con la elegancia digna de alguien como ella. Sonrió a su reflejo justo en el momento en el que su padre entraba, con su uniforme de gala, seguido de cerca por su hermano mayor. Su padre, un duque con una larga historia militar, condecorado con medallas y ex-general de la marina inglesa, no dejaba las tradiciones ni por su hija. Lucía orgulloso su uniforme militar, con su cabello platino bien peinado hacia atrás, dejando a la vista unas facciones dignas de un dios, con mirada platina turbia como los mares que él había surcado. Draco Lascelles era una figura tan importante en Inglaterra que pocos eran los que se atrevían a contradecirle. A su lado, Scorpius, su primogénito, su heredero, vestía un elegante traje a medida de color gris, acorde con la mirada que heredó de su padre. Lo único que el joven de veintitrés años heredó de su madre fueron las ondas en su cabello, que despeinaba estratégicamente.
Elaia, por su parte, era la viva imagen de la difunta Adelaide, con su cabello rojizo y esa mirada teñida de verde que tanto idiotizaba a tantos como ella quisiera. Su padre sonrió orgulloso y recibió el cofre que le tendía Scorpius con una sonrisa tan amplia como el océano Atlántico. Dentro del cofre de terciopelo azul había una joya, una hermosa pieza de oro blanco, coronada con una lágrima de zafiro. El azul fue el color favorito de Adelaide, el que ella siempre decía que le hacía recordar a su amado esposo, de ahí que la joya contuviese tal piedra preciosa. Elaia estaba tan emocionada que por poco se le escapan las lágrimas.
Dejó que su padre le colocase la joya con cariño, exponiendo su cuello a él. Ella sería la única persona en llevar ese collar, aparte de su madre. Una joya que era reconocida, todos supieron de como la lucía Adelaide orgullosa en todos y cada uno de los eventos a los que iba, siendo toda una dama reconocida en todo el mundo.
— Mi pequeña, nunca te olvides de que tu madre está tan orgullosa de tí como lo estoy yo— murmuró Draco besando la frente de su hija.
— Os adoro— dijo ella, tomando también la mano de su hermano, quien se añadió a un abrazo familiar.
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Imperio en Llamas +18
RomansaNacida en una de las principales familias de la aristocracia londinense, Elaia Lascelles solo quiere vivir su vida como una doctora prestigiosa de Londres. Pero sus planes cambiaron. Elaia tenía solo dieciocho años cuando su padre aceptó el comprom...