Despertar

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Narcisa esperaba en la sala exterior de la cuarta planta, deseando tener noticias de su hijo. Los sanadores le habían impedido entrar y habían hechizado la ventana para que nadie pudiese observar por ella.

Harry no tardó en aparecer junto a Hermione subiendo por la escalera.

—¡Señora Malfoy! ¿Ya tiene alguna noticia? —preguntó Harry.

La mujer preocupada le contó que la alerta había saltado cuando ella iba llegando al hospital, por lo que ya no había podido ver a su hijo. Además el Ministerio le había informado que nadie podría entrar, salvo un auror que sería enviado cuando los sanadores diesen su visto bueno, de esa forma evitaban que creasen coartadas y se pusieran de acuerdo para el inminente juicio.

—¿Por qué tanto secretismo? —preguntó Hermione frunciendo el ceño—. Nadie más fue tratado así.

—No lo sé, pero lo averiguaré. Entraré junto al auror y veré el interrogatorio. —Informó Harry con esa mirada decidida que tenía cuando iba a cometer alguna locura.

Narcisa se marchó con Hermione por petición del héroe, era más seguro que ella no supiese que seguía conservando la capa de invisibilidad. Esperó en la puerta hasta que vio al auror Pickens. Ingresó demasiado rápido, por lo que no le permitió entrar junto a él, debía aprovechar otro momento.


Pickens miró al paciente con odio mal contenido. Él mismo había solicitado ese caso al ver que habían desestimado a Potter. Al fin podría calmar su rabia. Dio la orden de retirar todos los medicamentos que no fuesen vitales al chico. Los sanadores le miraron extrañados, intentando hacerle entrar en razón, sin embargo el otro usó la excusa del interrogatorio. Debía suministrarle Veritaserum y algunas pociones contra el dolor eran incompatibles.

Un sanador hizo lo que el auror demandaba y todos se marcharon de allí, dejándolos a solas para hablar.

El auror se acercó al chico, preguntándole si podía alzar la mano. Al ver cómo se alzaba, colocó el vial de Veritaserum, arrastró la silla que servía para las visitas hasta quedar frente a la cámara y se dispuso a empezar la investigación.

Realizó algunas preguntas de testeo, comprobando que la poción hubiese hecho efecto. Al parecer así era.

—¿Arreglaste el armario que ayudó a los mortífagos a entrar a Hogwarts?

—Sí. —contestó con voz rasposa.

—¿Mataste a Albus Dumbledore? —Apuntó una negación por parte del acusado—. ¿Tenías la misión de matar a Albus Dumbledore?

—Sí.

—¿Fuiste consciente que Fenrir Greyback entraría en el colegio? —preguntó arrugando el ceño al escuchar la negativa, para él los licántropos estaban ligados.

Pickens se levantó de la silla, acercándose en dos zancadas a la cama. Cogió la bata del cuello con una mano y casi estampó una fotografía en la cara de Draco.

—¿Conoces a este chico?

—No. —susurró con algo de miedo por la actitud de aquel hombre.

—Él era mi hijo, empezó su primer año en Hogwarts cuando tú decidiste ayudar a Voldemort, dejando entrar a esa bestia que se comió a mi pequeño. —Soltó la bata de Draco, guardando la foto y sacando otra imagen grotesca del mismo chico con tórax abierto. Faltaba su corazón y sus pulmones estaban reventados—. ¿Provocaste tú todo esto?

—Sí... —contestó con lágrimas en los ojos.

—Es hora que pagues por todo lo que hiciste. —Espetó con rabia.

Sangre de loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora