Dónde está mi hogar

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Ni siquiera quiso mirar a su madre cuando llegó al cuarto, sólo se encerró en el baño a pensar qué pasaría ahora. «¿Ahora? Perdí mi futuro desde que Fenrir me mordió. Ya no tendría trabajo en el Ministerio, ya no tendría familia, ya no tendría nada. Perder Hogwarts no me ha afectado a mí, sólo a mis padres».

Empezó a escuchar como su madre peleaba con su tía. Al parecer se había quedado dormido, apoyado en la pared del baño.

—¡Draco, el amo espera! —gritó la desquiciada.

Él sólo suspiró, lavó su rostro y salió del baño para dirigirse al comedor, lugar de reunión para los mortífagos. Sorprendido, vio como Lucius estaba allí sentado. Tenía un aspecto triste, estaba demacrado, su piel se veía mucho más pálida y grisácea. Parecía que había perdido gran parte de la vida. Se sentó al lado derecho de su madre, a la que seguía sin ver de forma directa. Nagini se arrastraba por la enorme mesa que alguna vez había estado llena de manjares y un gran pastel para celebrar su cumpleaños y, a diferencia del resto, no retiró sus manos de la mesa.

Voldemort llegó en un estado de euforia, pero él no le prestaba atención. No le importaba nada de lo que estaba sucediendo allí, sólo podía pensar en las imágenes que habían quedado grabadas en su mente. Sintió unos largos y huesudos dedos apretándole los hombros.

—Levántate, muchacho. —ordenó el Lord.

Draco obedeció. Su cuerpo era un cascarón vacío, una marioneta para hacer feliz a sus padres, que miraban la escena en silencio. Sintió el frío abrazo de Voldemort, que le felicitaba por su trabajo mientras el resto de personas aplaudían. «¿Sabrá que no le maté yo?», pensó.

La velada duró mucho más tiempo, pero él pudo escabullirse a su cuarto, recoger una poción y salir hacia al bosque. Caminaba sin rumbo, sin saber cómo continuar con su vida. No podía hacerlo. Todo esto le estaba superando desde hacía mucho. La misión había entretenido su cerebro para tener una razón para vivir, pero ahora él ya no tenía nada.

La mansión se veía lejana a pasos humanos. Ningún ruido de los celebrantes llegaba a sus oídos ya, éste había sido reemplazado por el sonido de un pequeño lago que allí se encontraba. Los pasos resonaban por el pequeño embarcadero, sin embargo, cuando llegó al final, decidió sentarse en él, sumergiendo las piernas, zapatos incluidos, en el agua.

Llevó la mano a su bolsillo, sacando el pequeño frasco y retirando el tapón, la tomó de un trago. Poción para dormir, algo sumamente seguro si no te encontrabas en una situación arriesgada. Volvió a mirar el agua, pero un cansancio súbito le hizo caer en el mundo de los sueños.


Fenrir llegó a la mansión con la mitad de los Carroñeros, el resto empezaban su turno de caza.

—¿Qué es esto? —preguntó fastidiado por tanta multitud. Allí estaba Lucius con su esposa, no obstante no pudo visualizar a Draco.

—Al parecer el Lord ha permitido que celebren la victoria en Hogwarts. —Kam le había recibido. Aún estaba con heridas y necesitaba reposar, sin embargo se negaba a estar todo el día en cama.

El hombre asintió y aprovechó para ir a las habitaciones. Viendo que no había nadie, se coló en el cuarto de los Malfoy. Ni rastro. Se acercó al armario y cogió la corbata de Slytherin del chico, oliéndola. Sí, ese olor había estado en la fiesta, pero se había alejado de allí. Dejó todo como estaba, salvo esa prenda que había decidido quedarse, y salió sin que nadie le viese. Había vuelto donde estaban todos. Pronto pudo notar el rastro, así que se despidió de Kam dirigiéndose al bosque.

Paraba sus pasos cada tanto, intentando escuchar algo. Algunas hojas moviéndose por el viento y lo que parecían animales pequeños. Creía ir por el camino correcto gracias a su olfato, aunque el chico podría haber pasado por ahí de vuelta y por lo tanto estaría perdiendo el tiempo.

Sangre de loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora