Ensangrentado

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Miró por la ventana al escuchar el grito de Riina. Kalevi arrastraba a otro guerrero del cual desconocía el nombre, ambos estaban heridos. Salió corriendo hacia ellos, no sin antes pedirle a Ledreck que cuidase de la preocupada Hannah.

—¿Estáis bien?

—Tranquilo, nos han atacado, pero hemos podido huir a tiempo. Jerref tiene la pierna herida. Es fuerte, se pondrá bien. —El chico hizo una mueca intentando que pareciese una sonrisa.

—¿Has visto a Fenrir? —Kalevi le miró con duda. En ningún momento se había topado con él, ni siquiera sabía que había llegado.

Ayax llegaba con tres personas más que arrastraban dos cuerpos muertos. Habían acabado con ellos.

—Buen trabajo, chicos. —Felicitó Kalevi—. Siento mi lamentable trabajo.

—Os pillaron desprevenidos, aguantasteis muy bien. —Reconfortó Ayax.

Draco miró a los hombres, reconociendo a uno de ellos. Un chico joven que animó a Scabior para abusar de él y conseguir dinero.

—Es mi culpa... —susurró.

Riina giró su rostro preguntándole si conocía a esas personas, sin embargo Draco salió corriendo de vuelta a la cabaña para recoger el cuchillo de caza que Fenrir le había otorgado antes de irse.

—¡¿Dónde vas, Draco?! —preguntó Kalevi asustado viéndolo correr a la barrera.

—¡Debo encontrar a Fenrir!

—¡No, espera! ¡No debes salir! —Intentó seguirle, pero sus heridas no se lo permitían. Ayax y los tres vigilantes que le acompañaban le comunicaron que irían a buscarle.


Draco intentaba escuchar algo o notar algún olor que le indicase el camino. Observó el suelo intentando divisar alguna pisada de Fenrir, ya conocía sus botas y el suelo estaba húmedo, comenzó a seguirlas, rezando por no haberse equivocado, pero el destino se lo puso difícil, puesto que comenzó a llover de nuevo, formando más barro en el suelo.

Llegó a unos árboles quemados. De ellos salía humo, sin embargo el fuego estaba extinguido. Tocó la madera, seguía caliente. No haría mucho de aquello.

Se agazapó entre unos arbustos al sentir una rama crujir. Su respiración estaba agitada, se sentía nervioso de nuevo, como cuando debía cumplir su misión. Cerró los ojos con desesperación.

—¿Estás seguro que es por aquí? —Escuchó a alguien susurrar.

—Por supuesto que sí. —Sin duda esa era la voz del tipo que le puso un cuchillo en su cuello. Scabior estaba allí.

De soslayo vio una pierna que pasaba por el arbusto, iban dirección al campamento. La manada estaría en peligro si los dejaba avanzar. Agarró con fuerza el cuchillo de caza y asestó una puñalada tras la rodilla de uno de ellos. Deseó que fuese Scabior, sin embargo se trataba de su compañero. Bramó de dolor, llamando la atención del otro, que ya tenía su varita lista.

—¡Vaya! ¡Si ni siquiera necesito ir a buscarte a tu casucha! —Sonrió con superioridad.

Draco salió corriendo, cubriéndose con todo lo que podía para esquivar los ataques, sin embargo algunos de ellos le habían alcanzado. Su cuerpo estaba lleno de dolorosos cortes provocado por Diffindos y no había podido cubrirse a tiempo para esquivar el Crucio que le había mandado ese demente. Había caído al suelo, sollozando por la tortura. «Al menos he podido alejarlo del campamento», pensó mientras escuchaba cómo se acercaba a él.

Sangre de loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora