Fugitivos

465 50 2
                                    


Draco estaba sentado en la camilla de la enfermería, esperando a que alguien fuese a por él. Intentó respirar por la nariz ya recuperada gracias al sanador, ya que había sido rota por el golpe. Aún así no le dio muchas más curaciones y se quedó con los cortes, con la sangre seca y con las molestias que causaba la misma cuando estiraba su piel.

Observó como el sanador estaba algo agitado. Le escuchó murmullar que su turno ya había terminado y que el sustituto no llegaba.

De pronto una sirena que erizaba los vellos comenzó a sonar, poniendo más nervioso al sanador y por supuesto a él.

—¿Qué significa eso? —preguntó al hombre. Éste le dijo que debía esperar allí sin hacer nada extraño. Salió por la puerta y escuchó como claramente cerraba con llave. Se levantó de la camilla, intentando abrir. Suspiró intranquilo.

Buscó en los cajones de la mesa que ocupaba el sanador, aunque no encontró mucho más que papeles. Volvió a la puerta, pegando la oreja en la madera, intentando entender lo que los gritos lejanos decían. Una fuerte explosión se dejó oír, ensordeciéndole en parte. Tapó sus oídos con ambas manos, algo mareado. Eso había ocurrido muy cerca. Los pies corriendo de varias personas le confirmaron el hecho. Se alejaban.

—¡Estoy aquí! ¡Ayúdenme! —gritó con toda su fuerza, golpeando la puerta.

—¡Hay alguien en la enfermería! —informó un hombre.

—¡Déjalo y corre! ¡Van a atraparnos! ¡Todos han huido de las celdas, son demasiados!

Escuchó como corrían alejándose y quedó mudo. «Todos han huido.»

La puerta tembló con un grave sonido. Alguien había dado un golpe para intentar derribarla.

—¡Sabemos que estás aquí, Malfoy! —gritó Mulciber mientras seguía cargando contra la madera.

Draco revisó el cuarto, buscando una escapatoria. Comenzó a empujar una estantería de metal, tirándola contra la puerta. Su respiración empezó a agitarse. Debía relajarse y pensar. Allí notó que una pequeña ventana, que servía de tragaluz, daba al pasillo. Apoyó su espalda en un lateral de la mesa, empujándola hacia la pared donde se encontraba la claraboya, los golpes en la puerta no cesaban.

Subió al escritorio, abrió el cristal y escaló con dificultad. Observó a ambos lados para ver un pasillo tranquilo, no había nadie allí. Se dejó caer intentando hacer el menor ruido posible y se encontró con tres caminos.

«¿Y ahora dónde voy?».

Fenrir atrapó en el jardín a la lechuza que llevaba una nota de nuevo para Potter. Se fijó por la ventana que nadie parecía haberle visto, nadie salvo Tyreese, que llevó su atención a los chicos, distrayéndoles.

"El golpe comienza, nosotros ya estamos en un lugar seguro y el Ministerio está siguiendo la pista falsa. Azkaban ya no es segura".

«Lo sabía», Fenrir arrugó la nota, enviando un aviso a la manada. Debían ponerse en marcha. Sabían dónde llegar y qué hacer.

Entró en la casa.

—Chicos, nos vamos. —ordenó el líder.

—¿Os marcháis, dónde? —preguntó Hermione confusa.

Isadore, Tyreese y Rowan no lo pensaron dos veces antes de levantarse y salir por la puerta, despidiéndose.

—Greyback, no hagas ninguna locura. —Advirtió Harry.

Fenrir salió de allí sin dedicarle ninguna palabra. Era mejor no contestarle para no darle indicios de su sospecha.

Se reunió con la manada y los Carroñeros en la costa que estaba lo más cerca posible de Azkaban, allí los licántropos habían atado barcas para poder llegar al lugar.

Sangre de loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora