Siento la vida aplastarme,
dolor de cabeza constante,
solo quiero drogarme,
así tal vez pueda olvidarte.
Dime que soy un cobarde,
cobarde por amarte,
por lucharte,
aún sabiendo que ibas a abandonarme.
Sigues en mi memoria,
siempre fuiste la más preciosa,
la chica de sonrisa hermosa,
tanta belleza es peligrosa.
Afrodita te llamé,
como ella a Ares te extrañé,
como Ares a ti me enganché,
tu hermosura me impidió ver.
Creaste una guerra en lo interno de mi ser,
ya no sé ni que sé,
tal vez un idiota que no te supo querer,
o alguien que no se supo querer.
Nuestro amor nació de la nada,
un vistazo, una simple mirada,
un cruce de palabras,
unas manos agarradas.
Desearía haberte tocado más veces,
rozarte eternamente,
besar tu cuello por siempre,
tu piel mordida por mis dientes.
Sueño con ello todavía,
tener tu mirada clavada en la mía,
abrazarnos todo el día,
hablar de tonterías.
Y es que eso es lo que me encantaba,
saber que podía contarte mis chorradas,
porque sabía que no me juzgabas,
hasta amaba tus cosas malas.
Me mentías en la cara,
yo hacía como si nada y volteaba,
me manipulabas,
era consciente y lo ignoraba.
Señales del universo,
no era tu chico perfecto,
otro más como el resto,
me hacías pensar que era excéntrico.
Pero para ti fui otro juego,
no me creo tus te quieros,
quizá debería hacerlo,
aunque no lo siento.
Dime como quieres que lo sienta,
si me cambiaste como una muñeca,
puede que te arrepientas,
entonces por qué no lo demuestras.
Por ti me sentí querido,
luego usado como un libro,
viejo, guardado en el olvido,
polvoriento y descolorido.
Así quedé cuando te fuiste,
mi mundo se volvió triste,
una gama oscura de grises,
me pregunto por qué te quise.
¿Te gustó lo que viste?
¿O querías reírte?
Me sentí tu chiste,
¿Por qué lo hiciste?
Podrías haber dicho que no me querías,
no una sarta de mentiras,
demasida palabrería,
guárdalas para esa tipa.
Más tarde me di cuenta,
tú si eras mi chica perfecta,
pero se jodió la fiesta,
no hablamos la misma gerga.
Un poeta roto,
escribiendo cartas en su escritorio,
a punto está su velatorio,
para él y su corazón roto.
Está vacío y desolado,
tumbado llorando,
recordando el pasado,
extrañando tu tacto.
Tengo miedo de enamorarme,
el daño es insoportable,
perdón por ser cobarde,
pero no quiero volver a engancharme.
Me llamabas Ares por sembrar caos,
a mi vida diste cuatro pistolazos,
Afrodita me dejó destrozado,
es lo que tiene el no ser prioritario.
Nuestro amor como espuma marina se esfumó,
sembrando guerra y dolor,
juntos enterramos el amor,
y dejamos morir una flor.
Afrodita y Ares,
dos jóvenes amantes,
Ares y Afrodita,
su llama amorosa es infinita.