Capítulo 11: Todos deseamos lo que no podemos tener

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Mayo

Ima

No manejo bien el rechazo.

A nadie le gusta ser rechazado, pero a mí me afecta a niveles superiores por sobre el común de las personas.

No reconozco a qué se debe. Podría ser el hecho de que nunca pude encajar en un grupo o al abandono de mi padre. ¿Quién sabe? Sea cual fuere la razón, la ira me carcome por dentro.

No puedo soportar que Rafael me haya humillado. Me siento absolutamente derrotada.

Los ocho nos encontramos en uno de los reservados del Bar Secreto. Alejo cerró el VIP para nosotros.

Estoy sentada entre mi acompañante y Carolina.

Mi amiga no para de besarse con Guille. Hay mucha química entre esos dos, se devoran con un hambre desmedida. Mientras Bruno parlotea en mi oído. Está entusiasmado por que esta es su primera vez en el bar. Finjo escucharlo y de vez en cuando le regalo una sonrisa tirante.

Agito mi rodilla derecha para liberar algo de tensión. También me muerdo el labio.

Intento centrarme en otra cosa que no sea Rafael, y fallo. Ineludiblemente, sigo alimentando la ira que siento.

Necesito detenerme.

Evoco las dos las razones que tengo para conservar la calma. La primera: Alejo. Es su cumpleaños y él no tiene la culpa de lo que me hizo su mejor amigo en el baño de su casa. La segunda: no puedo demostarle a Rafael lo mucho que dolió su rechazo.

La única opción que me queda es pretender que todo está bien hasta que pueda lamerme las heridas en la soledad de mi hogar.

Entonces, eso es lo que hago.

Miento. En realidad, estoy haciendo todo lo contrario.

No me juzguen. Me estoy comportando de la manera más infantil que existe; provoco reacciones en Rafael y, para conseguirlo, utilizo a Bruno.

Lo nuestro ya es una guerra declarada. Yo hago algo y luego él me devuelve el golpe a través de Stella.

―Dejalo ya ―dice por lo bajo Carolina.

―¿El qué?

―Deja de provocarle celos a ese increíble espécimen masculino. ―Hace un ademán con la cabeza en dirección a Rafael.

Ahogo un grito de sorpresa.

―Yo no...

―No le arruines el cumpleaños a Alejo ―dice mi amiga por lo bajo.

―¿Y si no puedo detenerme?

―Encuentra la manera. Bruno parece un buen chico, y hasta yo, que no tengo escrúpulos, me doy cuenta de que usarlo para tu beneficio está mal.

―Lo sé, pero...

―Pero nada. Escúchame... no hace falta ser un genio, todos en esa cena nos dimos cuenta de que algo se traen entre manos. Fuiste al baño y Rafael te siguió. Ni siquiera se molestó en esconder que iba detrás de ti como un lobo hambriento. Luego, se ausentaron media hora y Bruno los encontró juntos. ―Sus ojos brillan ansiosos―. Muero por conocer los detalles de...

―No hay nada que contar, Caro ―la corto.

―Claro. Y yo soy la virgen María ―comenta con ironía.

―Carolina, por favor... ―le imploro.

―De acuerdo. Me lo dirás más...

El sonido del «cumpleaños feliz», que retumba por los parlantes, y anuncia la llegada de las bailarinas del bar nos interrumpe. Las tres exuberantes mujeres se aproximan cargando un enorme pastel decorado con butter cream de todos los colores del arco iris, como si fuera una recreación de la bandera del orgullo de la comunidad LGTB+.

Escondida © [Completa +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora