Capítulo 8: Alexander Larsson

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Mayo

Ima

El día después de conocer a Rafael De Luca no pensé en él.

Mi sábado comenzó como cualquier día en el que te has pasado de copas la noche anterior: sola en mi cama, sin recordar cómo llegué a casa, ataviada con la misma ropa que me puse ayer, con el maquillaje corrido y el cabello vuelto un nido de aves.

Desperté a las dos de la tarde con resaca. Me di una ducha rápida y llamé a Haru como todos los días. Me sentí afortunada cuando ella no notó mi lastimoso estado.

A las cuatro tuve una videollamada con Caro y otras compañeras de la universidad para ultimar los detalles de una entrega que debíamos hacer el lunes.

A eso de las ocho de la noche, Mauro se dejó caer por casa para cenar.

La comida estuvo... bien ―pedimos una pizza extra grande con muchísimo queso―, pero la compañía no tanto. Cenamos rodeados de un clima tenso por culpa de Mauro. No dejó de molestarme y reprocharme a lo largo de la noche.

Al ser mi mejor amigo tan intuitivo, y por el hecho de conocerme tanto, sospechó que algo sucedió entre Rafael y yo durante la noche del viernes. Y me vi obligada a confesar lo que casi hicimos en el baño del bar.

Luego de refunfuñar como un pitufo gruñón, Mauro me obligó a jurar que no me volvería a liar con él.

Para mi mejor amigo, Rafael es un playboy sin corazón, el clásico hombre mujeriego que solo busca meterse en tus bragas y que, al conseguirlo, desaparece inmediatamente después.

Le preocupa que si le doy chance, él juegue conmigo y me rompa el corazón.

Ja. Como si eso fuera posible.

No se puede romper algo que ya está roto.

Anteriormente, dije que no pensé en Rafael el sábado, bueno, mentí. Por supuesto que lo hice.

También actué en consecuencia. Aproveché la visita de mi amigo para interrogarlo como si fuera un agente de la Gestapo, y esto es lo que averigüé sobre él:

Rafael De Luca nació en Argentina hace veintitrés años, pero vivió casi toda su vida en Italia. Sus padres murieron en un trágico accidente náutico cuando él era solo un niño y lo crió el mejor amigo de su padre, un millonario llamado Franco Vaccari.

Su mejor amigo es Alejo ―Alejandro Ricci, hijo de un empresario argentino amigo del padre de Rafael y de Franco―. Rafael y Alejandro se conocieron cuando eran unos niños y asistieron juntos a la escuela mientras ambos vivían en Italia.

Las vidas de Rafael y Mauro se cruzaron una noche de otoño. Un grupo de maleantes quiso agredir a mi mejor amigo, a la salida de una fiesta, y el Rafael evitó que lo molieran a golpes.

Pocos meses después, Rafael invitó a Mauro a la inauguración del Bar Secreto y le presentó a su socio, Alejo. Los planetas se alinearon y Mauro y Alejo se volvieron locos el uno por el otro. En palabras de mi amigo, Alejo y él se enamoraron en su primera follada.

Hoy ya es lunes y, por algún motivo que desconozco, sigo pensando en Perfecto.

Como cada tarde de inicio de semana, camino a paso rápido porque voy con retraso a la consulta con mi analista.

Por pura suerte, arribo con cinco minutos de demora. Toco timbre, Juan atiende y me invita pasar. Me siento en un sofá y espero paciente mientras el coge un anotador y un bolígrafo y se deja caer en una mullida silla frente a mí.

Juan debe hallarse a mitad de los treintas. Tiene un rostro regordete y cachetón, que le confiere una imagen juvenil. Es de esas personas que tienen una energía pacífica. Pero su calma es un arma de doble filo y, sin lugar a dudas, significa un problema porque es demasiado contagiosa. Me relajo en su compañía y hablo de más.

Escondida © [Completa +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora