Parte 6: Dulce castigo

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|Arvin Russell|

Estaba en la salida de la escuela esperando a que Lenora saliera de clases. Fumaba un cigarro mientras esperaba, y la música mala de la radio alivianaba el ambiente.

Después de un rato, escuché el timbre de la campana y la puerta se abrió.

Lenora corrió hacia el auto y yo aproveché para abrir la puerta por ella. Justo detrás venían los tontos de Dinwoodie, Matson y Buckman.

Encendí el auto y lo puse en marcha, no sin antes darles una mirada asesina.

Conduje hasta el cementerio, para llevar a Lenora a sus ininterrumpidas visitas a la tumba de su madre.

—Ese predicador es un poco llamativo — dije una vez me estacioné.

Allí se podría ver el auto del nuevo reverendo, nada humilde para ser un predicador.

—¿Qué, no vienes? — preguntó Lenora mirándome al notar que no me había bajado del auto.

—No, tengo algunas cosas que hacer antes de irnos a casa.

—¿No podemos ir a hacerlas después de que vea a mamá?

—No, tu ve, yo volveré — Lenora se quedó mirándome desconfiada — ¡Ve! 

Ella salió del auto y yo me puse una vez más en marcha hacia la escuela, dónde esperaría a tener el momento justo para enfrentarme a los desgraciados.

Era una espera un tanto largo, pero no me importaba.

Esperaba con las ventanas arriba, fumando otro cigarro ansioso.

No quitaba mi vista de esa puerta. Estaba lloviendo, así que varios salían corriendo intentando ocultarse de la lluvia.

Ahí la vi salir, nuevamente estaba aquella chica de la tienda.

________.

Corrió, pero no parecía hacerlo por la lluvia ya que ni siquiera cubría su cabeza. Se ocultó detrás del muro y seguido a eso Dinwoodie salió.

El miró hacia varios lados con el ceño fruncido y luego, regresó adentro de la escuela.

Al percatarse, ella volvió a correr alejándose del lugar.

La observé hasta perderla de vista y regresé mi vista hacia la puerta con otra razón más para hacer lo que tenía que hacer.

Minutos más tarde, salió de nuevo en compañía de una chica, así que salí del auto con una vara de metal en mi mano y los seguí.

Fueron hasta un bus escolar y se subieron allí. Caminé hasta la puerta trasera y la golpeé levemente para abrirla.

Cómo supuse, salió a cerrarla de nuevo a lo que yo aproveché para empujarlo afuera del bus y comencé a golpearlo con mi vara de metal.

—¡Pedazo de mierda!

Había sangre y muchos quejidos de dolor. A su vez que los gritos de horror de la mujer presente.

Pero en ningún momento hubo arrepentimiento.

Una vez decidí que era suficiente, me subí a mi auto nuevamente y fui a buscar a los otros desgraciados.

—Oye, Orville, ¿Lo pondrias en marcha? No creo que sean las bujías.

—¿Quieres otro Twinkie?

—Estoy bien, gracias.

Me acerqué y le tiré el capó del auto encima para luego acercarme al otro.

—¡Espera! ¡Lo siento! ¡Lo siento! — escuché sus quejidos mientras lo tiraba al suelo.

El Castigo Divino (Arvin Russell y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora