Parte 15: La decisión

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|Arvin Russell|

Todos estos días después habían sido duros, sobre todo porque intentaba evitar a _________. No porque quisiera sino porque no podía dejar que me distrayera de lo que necesitaba averigüar. Aunque a veces era imposible, algo dentro de mi siempre me hacía volver a dónde ella pasaba, y una chispa de esperanza se iluminaba siempre al creer que la vería.

Se volvía un poco contradictorio entre si.

Pero no me importaba, aunque fuera tan extraño, ella parecía entenderlo bien. Aunque era tan buena para decir si algo le molestaba o incomodaba, yo siempre me volvía a la tarea de averiguarlo por mi mismo, nunca teniendo suerte.

También se volvía desesperante pensar que la extrañaba cuando pasaba días sin verla. Su inocencia me hacía sentir bien, pero estaba lejos de adquirirla, así como estaba lejos de tenerla a ella, como tanto lo deseaba.

La razón de eso era más que todo por lo que hacía y por lo que pensaba hacer si descubría eso tan preciado que necesitaba saber...

La verdad.

—Señor Bennett — saludé al hombre una vez me detuve a su lado.

Acabábamos de salir del trabajo y como, supongo, suelen ser todos los Bennett, encontré al hombre caminando a casa.

—Ah, Arvin — el sonrió al reconocerme.

—¿Quiere que lo lleve, señor?

Me brindó una sonrisa media mientras entrecerraba los ojos levemente.

—No estaría mal.

Él mismo abrió la puerta y se subió. Arranqué el auto y conduje vuelta al pueblo.

El hombre no habló mucho, se mantuvo rígido mirando casi todo el tiempo hacia la ventana. Al llegar a su entrada, el señor Bennett se bajó, cerró la puerta y me miró desde afuera.

—Gracias, Arvin — hizo una pausa — Por todo.

Fruncí el ceño al no comprender. O quizá al entender perfectamente algo más que solo el recorrido a casa.

—Sé que llevaste a mi nieta a casa todo ese tiempo — y como si oyera lo que pensaba me lo explicó — Sé que la acompañas siempre.

—Somos buenos amigos — el hombre entrecerró los ojos con una sonrisa.

—Ciertamente — por primera vez, creo que lo ví sonreír — Ella saldrá tarde. Y conociéndola estará por ahí en la noche.

Asentí, como si en mi inconsciente supiera perfectamente que es lo que me pedía.

Agachó la cabeza en despedida y caminó hacia su casa. Lo seguí con la mirada teniendo ese sentimiento de alivio a su vez.

Volví a tomar marcha hacia casa, pero no pensaba quedarme. Dejé el auto y caminé todo el tiempo hacia la casa de ese sujeto, una vez más.

Por varios días debía fingir que nada ocurría, acompañando a la abuela al sermón los domingos, y solo me quedaba mirarlo como si no supiera lo que hacía.

Lo observaba cada día, en su casa, en la iglesia, con quién hablaba y con quién no. Ahí descubrí su pequeño secreto con la hija de los Reaster.

Algo desagradable de imaginar si quiera.

Entonces, cada día descubriendo más cosas fue cuando todo comenzó a conectar y era como si casi estuviera escuchando a Lenora decirme una y otra vez que quería ir sola a visitar a su mamá.

Verla una y otra vez corriendo al baño a la hora de la cena y verla una y otra vez postrada en la cama, el último día que hablé con ella.

Pensé en mi ________ y en que nunca estaría segura con ese sujeto al lado. Por más distinta que fuera y por más bien cuidada que estuviera por mi y su abuelo, ese hombre representaba un peligro inminente.

Cada día que pasaba veía cosas que me hacía repudiarlo más y que a su vez no me dejaban duda con respecto a Lenora.

Seguirlo se había vuelto mi día a día y espiarlo casi que mi religión.

La única religión que pensaba seguir.

Volví de vuelta. Caminando por la carretera con las manos en mis bolsillos y la cabeza baja.

¿Qué debía hacer? O ¿Debía hacerlo?

Quedé sumido en mis pensamientos hasta que escuché decir mi nombre, por esa voz que hacía que levantara mi rostro dónde sea que estuviera.

—Arvin — ella sonrió.

Volvía con una bolsa de papel en sus manos y una sonrisa amplia y hermosa.

Como toda ella.

—Hola — saludé.

—Hola — volvió a saludar — Han pasado días.

—Si... — miré alrededor. Todo casi oscuro — ¿Caminando sola de nuevo?

—Me quedé tarde en la escuela — explicó e inconscientemente sonreí — ¿Tú qué haces por aquí?

—Tomando un poco de aire fresco.

—¿Sin auto hoy?

—Quise caminar — la miré a los ojos — Supongo que caminaremos juntos.

—Soy buena caminando — volví a sonreír y me puse a su lado para seguir avanzando.

Y era como olvidarme de todo por un momento, un momento que duraba en lo que caminábamos hacia su casa. Nunca parecía ser suficiente, pero siempre necesario.

—Creo que nunca he dicho esto. Es como un secreto, ¿Quieres saber? — solté una risita y la miré para hacerle saber que tenía mi atención — ¿Sabes que soy buena en eso de jugar cartas?

—Asi es.

—Bueno, a veces voy al bar y gano dinero para el dueño, luego el me da algo de aquello.

Ella apretó levemente los labios esperando por alguna reacción.

—Eso es interesante.

—¿Qué piensas de mi ahora? — sonreí.

—Entiendo lo que es hacer lo que sea por el bienestar de otra persona. Yo sé lo que harías por tu abuelo.

—Haría lo que fuera por la personas que amo y me importan.

—Igual yo.

Y volvió a mi ese pensamiento. Miré el cielo y apreté los labios para luego mirarla.

—Ya que me confiesas un secreto, yo te confesaré algo — comenté — Cuando me viste estaba pensando, analizando y quizá planeando algo que debía hacer.

—¿Sobre qué?

—Hacer algo por alguien. Por Lenora

—¿Lenora? — me miró con cierta confusión — ¿Qué planeas, Arvin?

—No puedo decirte.

—Creí que éramos amigos.

—Porque somos amigos no puedo decirte — mordió levemente su labio inferior.

—¿Es algo malo?

—No sabría decir. ¿Cómo saber que obras mal?

—Bueno, depende de la razón. Puedes obrar mal con mucha moral, supongo que eso hace la diferencia.

Y entonces supe que tenía que hacerlo. Iba a hacerlo.

Voy a matar a ese predicador.

.

Imagínense que conseguí trabajo y ahora no tengo tiempo de ¡nada! Perdónenme, Ó╭╮Ò la vida de adulto es horrible.

El Castigo Divino (Arvin Russell y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora