En la mañana siguiente, entré a la habitación de mi abuela para verla dormir plácidamente. Dejé la carta junto con un par de billetes en su mesa de noche.
Caminando hacia la puerta la miré una última vez, casi queriendo acostarme junto a ella y creer que todo esto cambiaría, así como ella solía hacerlo conmigo.
Recién que llegué a Coalcreek solía tener muchas pesadillas en la noche, las cuáles nunca cesaron de igual forma, pero que cuando era más pequeño no podía controlar. La abuela siempre llegaba a mi habitación y se recostaba junto a mi para calmarme.
Y por unos momentos la obtenía. Esa calma que tanto necesitaba.
Sin duda, era doloroso tener que dejarla de esa forma.
Salí de su cuarto y caminé hacia la puerta principal. El tío Earskell también dormía profundamente, me dirigí hacia mi auto. Me subí y conduje hasta la iglesia.
Una vez afuera me detuve y antes de salir miré el arma con detenimiento, comenzaba a sentir que mi corazón se aceleraba.
Empuñé el arma en mis manos y me bajé del auto, ni siquiera me importó esconderla, ya no me importaba nada.
Abrí la puerta, y ahí estaba el hombre, casi tranquilo y sereno, ni siquiera se molestó en mirarme completamente. Solo ladeó su cabeza, mirando por encima de su hombro y al darse cuenta de quién era (o de quién no era) simplemente siguió leyendo su Biblia.
Le apunté con el arma, y al hacerlo mis manos comenzaron a temblar terriblemente, al igual que mi corazón.
¿Sería muy crudo? O ¿Muy rápido?
Resolví entonces sentarme en la última banca de allí e intentarlo una última vez.
—Disculpe — lo llamé, intentando sonar calmado — Perdóneme, ¿Reverendo?
El volvió a levantar la vista, sin mirarme.
—¿Tiene tiempo para un pecador? — continué — He estado haciendo el mal y quiero hacer las cosas bien, por el Señor.
—Bueno, para eso estoy aquí — me miró por encima de su hombro.
Ésta vez ladeó su torso en diagonal.
—Realicé actos lujuriosos — comenté con la vista hacia mis manos, hacia el arma.
—Si. Eso podría ser un gran problema. Especialmente para los jóvenes. Vamos, cuéntamelo.
Entonces, proseguí.
—Tengo una esposa muy bonita en casa, que hará prácticamente cualquier cosa que le pida. Pero la trato muy mal.
—Bueno, cuando dices cualquier cosa ¿Qué quieres decir?
—Justo lo que dije. A veces ella baja hacia mi con, bueno, ya sabe, su boca. Y enserio me excito tanto que empiezo a forzarla.
—¿Alguna vez te vomitó? Tienen un pequeño gatillo, allá en su garganta.
—Sí, bueno, ese no es mi problema.
—Bueno, ¿Cuál es el problema entonces, hijo?
—Este tipo con el que trabajo tiene una hija. Es realmente joven, recién comenzó la escuela secundaria. Un día la subí a mi camioneta y la llevé al bosque y yo... me acosté con ella.
—¿Ella se resistió?
Este hombre resultaba ser tan desagradable a medida que abría su boca.
—No. Pero verá, el problema es que una vez que lo probé, no podía tener suficiente. Seguí llevando a esa chica allí en cualquier oportunidad que tuviera. Allí, le quitaría la ropa. Pero la hacía rezar antes de empezar.
Hubo un silencio.
—¿Por qué no te quitas ese sombrero, muchacho?
Escuché como empezó a incomodarse. Sabía que ya lo tenía.
—A veces incluso guardaba sus bragas. Y las olía mientras se alejaba en su bicicleta — subí la mirada — Y luego me iría a casa con la zorra de mi esposa y la hacia hornearme un pastel como si estuviera celebrando.
—¿Que demonios es esto? — se levantó furioso — ¿Me has estado espiando?
Casi no pudo terminar eso último porque a la par me levanté del asiento y le apunté con mi arma. Pude ver el miedo en sus ojos y como su rostro palideció casi de repente.
—He estado observando todos sus movimientos durante las últimas dos semanas — confesé — No puedes tener suficiente de esa chica Reaster, ¿verdad? ¿Es así como le hiciste con mi Lenora también?
El hombre relajó un momento su rostro, momento que no duró.
—Entonces...¿El nieto de la Sra. Russell, verdad? — Yo solo tragué saliva pesadamente — Está bien. No hagas nada de lo que te arrepientas, hijo. ¿Por qué no bajas el arma y podemos hablarlo todo?
—Adelante, habla — lo insité sin dejar de apuntar.
—No fue culpa mía — habló entonces — Y Lenora fue así como esta chica Reaster. Ella no me dejaba en paz. Pero quiero que sepas que yo rezo por el alma de esa chica cada noche.
Apreté mis dientes intentando pasar saliva y luego, abrí mi boca una vez más.
—¿Y por el alma del bebé también rezas?
—Mira, yo no tenía nada que ver con eso. Ella vino a mi diciendo que había un chico que...
—¡No me mientas, hijo de puta!
Todo comenzó a subir de tono.
—¿Mentirte? No, las mentiras son de ella. S-se le metió en la cabeza que yo era el padre, que me iba a encargar de todo — sin más espera, cargué el arma — ¡Maldita sea, muchacho! ¡Escúchame! ¡No voy a asumir la culpa de ningún hijo bastardo! Me arruinaría, hombre. Puedes entender eso, ¿no?
Lo tenía justo ahí. A un simple movimiento de mi dedo.
—Escúchame, chico. Ella estaba delirando. Ella estaba loca.
—No, solo se sentía sola.
Mi voz sonaba entrecortada, intentando firmemente mantener las lágrimas.
—No, ningún hombre... — en ese momento el me tiró su libro a lo que disparé casi en reflejo.
El cayó al piso y yo me acerqué.
—¡Por favor, Dios! — suplicó.
Le disparé dos veces más.
Lo miré y miré alrededor para dejar las bragas en su pecho, junto con una nota.
Y lo siguiente que haría sería dedicarme a recoger las balas.
—Mierda. — intentaba recogerlas, aún calientes, del suelo.
Luego, me volví a sentar en una de las bancas de la iglesia, intentando tranquilizarme y procesar lo que había sucedido. Solo sabía que tenía que alejarme de este lugar o cualquiera que haya llamado casa.
Pero en ese momento, fue como si una fuerza repentina me decía que debía ir hacia Knockemstiff. Era extraño si quiera pensarlo.
Abrí la puerta de la iglesia rápidamente, ni me molesté en cerrar, y me subí al auto para comenzar a conducir hacia mi siguiente y único destino.
No me importaba qué más pasara, tenía que intentar arreglar esas cosas sobre mi padre que todavía no me dejaban dormir en la noche.
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El Castigo Divino (Arvin Russell y tú)
FanficUn joven se dedica a proteger a sus seres queridos en un pueblo lleno de corrupción y personajes siniestros. Dos chicos envueltos en miseria, unen sus historias.