|_______ Bennett|
Terminé de organizar y limpiar todo cuando el abuelo bajó.
—Ahí está el dinero — me señaló la pequeña caja de metal en la cocina —Solo me queda la última pastilla para esta noche, así que no lo olvides.
—No lo haré — me giré a verlo — ¿Ahora sí ves lo importante de no dejarla de tomar ni un día?
—Con tal de no dejar que la señora Thompson vuelva a cuidarme un día más.
—Abuelo — regañé.
—Usó unas hiervas chinas en mi — se quejó — Me bañaba todos los días en ellas, jamás lo olvidaré.
Solté una risa y negué con la cabeza. El abuelo sonrió divertido y se despidió de mi.
Tomé el dinero junto con el papel dónde anotaría el nombre de la medicina, le eché una leída y lo guardé en mi bolsillo.
Terminé mi única libreta y salí a la escuela.
No fue un día particularmente especial, más bien largo y ordinario, pero así me gustaba. De hecho, ya casi nadie hablaba de lo ocurrido en los últimos días.
Ya casi nadie hablaba de ella.
Aunque su casillero seguía cerrado, sin uso, podría decir que incluso todas sus cosas aún se encontraban adentro. Cómo si nadie se atreviera a siquiera tocarlo.
Y ¡Ay! De quiénes creían que la razón de lo que pasó con Lenora habría sido por los constantes acosos que le hacían sufrir porque nadie quería señalarse.
Aunque casi nadie tampoco hablaba de eso. Un tema muy complicado y denso.
Al final de la tarde, salí de la escuela. El sol apenas estaba poniéndose, dejando un bonito color naranja y un silencio que, si no fuera por el sonido de la naturaleza, sería tedioso.
En unos pasos más cerca, observé el auto de Arvin estacionado.
Lo ví allí.
Comencé a caminar lentamente hacia él. Acomodé mi cabello junto a mi ropa sin parar de sonreír.
Mentiría si dijera que no había esperando a verlo durante este par de días.
Una vez estuve lo bastante cerca noté que el tenía la mirada fija en una de las salidas de la escuela, estaba serio, ni siquiera había notado que estaba a su lado.
—Arvin.
El se sobresaltó levemente, pero al verme relajó su rostro por completo.
—Hola — saludó.
—Hola — volví a saludar.
Solo nos quedamos mirando con una sonrisa tímida en el rostro, como si estuvieramos esperando a que alguno de los dos le dijera algo al otro.
—¿Esperas a alguien? — pregunté entonces.
El entreabrió sus labios y comenzó a negar levemente con su cabeza, pero luego soltó una sonrisa en confianza.
—Si, a ti.
Y fue como si hubiera comido un montón de mariposas que comenzaron a revolotear en mi estómago. Hasta podía sentir el calor subir por mis mejillas.
—Estaba cerca y pensé en llevarte a casa.
—¿Sólo llevarme a casa?
Era lo más osado que había preguntado en toda mi vida. Pero lo valía.
Arvin volvió a sonreír sin mostrar los dientes.
—Podemos ir a dar un paseo, si quieres.
Mordí suavemente mi labio inferior y asentí lentamente.
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El Castigo Divino (Arvin Russell y tú)
Fiksi PenggemarUn joven se dedica a proteger a sus seres queridos en un pueblo lleno de corrupción y personajes siniestros. Dos chicos envueltos en miseria, unen sus historias.