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♡∙ 𝗶𝗺𝗽𝗼𝗿𝘁𝗮𝗻𝘁 𝗽𝗲𝗿𝘀𝗼𝗻 ∙♡
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Sí, mi nuevo compañero de trabajo era nada más y nada menos que mi hermoso novio. Claro que en el trabajo no podíamos para nada demostrar nuestro lazo afectivo; somos asociados, los gerentes de la franquicia y sería un tanto incómodo hacerlo público, aunque queramos. Lo mantendremos en secreto por ahora.
Llevaba una semana en este nuevo ciclo laboral, el hecho de tener a Noah como compañero de cabeza era como un descanso, sin embargo, también sentía presión por dar lo mejor de mí y dejar un buen impacto en los empleados.
Nos encontrábamos a media hora de la reunión donde me presentarían como segundo gerente al mando de Timeck Inc., y eso estaba volviéndome loca de nervios.
— Danielle, tranquila. –dijo Noah suavemente.
— Estoy tranquila, am-Noah. –esbocé una sonrisa para hacerle saber que no era mentira.
— ¿Ah sí? –asentí– Pues veo que mueves la pierna como si estuvieses tejiendo...
Rodé los ojos en burla. — Ya la dejaré. –tomé unos papeles que estaban en el escritorio, me puse de pie y aclaré mi garganta– Iré a la cafetería y luego al baño, o al revés. ¿Quieres algo?
— No, así estoy bien. –empecé a caminar, pero su voz me hizo detener el paso– ¿Por qué vas a cafetería? Puedes pedir el servicio presionando el botón cinco de ese teléfono.
Me señaló dicho aparto y me sonrió. — Señor Beck, estoy joven, puedo hacer las cosas por mí misma todavía... Además, me ayudará a estirar las piernas un rato. –arrugué mi nariz haciéndolo reír.
Sin más, me di vuelta y seguí con mi camino. Fui hasta el ascensor, presioné el número tres y esperé hasta llegar a este. En algunos pisos de abajo se subieron algunas personas, a medida que se subían, nos saludábamos cálidamente. El sonido y el tablero interno del ascensor marcó el piso número 10 y se abrieron las puertas.
— ¡Hola, buenos días! –entró una chica demasiado sonriente.
— Buenos días. –respondimos algunos.
— ¿Me extrañaron? –preguntó de nuevo la chica.
Pequeñas risas se escucharon dentro del aparto. — Un poco, sí. Hizo falta tu energía... O quizá no lo hizo. –dijo una chica en tono burlón.
— Ay, ¿por qué eres así, Karine? Yo sé que sí hice falta; quizá no a todos, pero a la mayoría. –dijo justo antes de llegar al piso tres.
Al ver que nadie se movía, pedí permiso. — Con permiso, gracias. –salí del aparto con paso firme.
Escuché unos pasos detrás de mí, pero no me giré para ver quiénes eran. Entré a la cafetería y el olor a café recién hecho con pancitos invadió mis fosas nasales por completo; era la gloria. Me acerqué lentamente a la vitrina de postres para ver qué podía comprar.
— ¿Hola? –musité sin ver a nadie detrás de esta.
— Oh, ¡hola señorita Cox! –respondió una chica muy joven– ¿qué desea?
— Hola... –miré su pin de identificación– Lisa, quisiera por favor dos muffins volcán, un café frío y un frappé de chocolate con crema chantillí.
— Uh, sobrecarga de dulce ¿no es así? –bromeó ella.
— Sí, algo así. –ambas reímos.