24. día

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Le dolía la espalda, y la cabeza, finalmente no había dormido nada, había pasado la noche admirando las estrellas... y al peliblanco junto a él, lo que resultaba no ser la gran cosa, Samuel sabía admitir la belleza, el chico era hermoso, punto.

Al levantarse, con el sol apenas despuntando entre las montañas, descubrió los vagos recuerdos que tenía de aquel lugar, eran apenas imágenes borrosas que se movían como un espectro arrastrándose en su mente.

Su padre lo había llevado por allí, seguramente, cuando era pequeño, recordaba su voz como un grito, siempre, como un castigo de los dioses por haber sido tan mal niño, aun cuando no entendía porqué.

Sin embargo, y a pesar de todo su buen juicio, del que dudaba mucho tras las decisiones que había estado tomando, descubrió que aquel camino sería la mejor opción que él y el peliblanco tendrían; descubrió que volver a aquel sitio, que tendría que ser tan acogedor y cálido como debería ser una casa en la que se "disfrutó" de la niñez, en realidad le aterraba, descubrió que los buenos recuerdos eran escasos en aquel lugar, donde las paredes le asfixiaban y el suelo era más frío de lo usual.

No quería volver, pero no había otra opción.

— Joder... ¿no duermes? ¿Puedo saber como te recargas? — inquiere de pronto una voz tras él, el pelinegro lo mira, está levantándose del suelo, el cabello blanco le cae sobre el pálido rostro y Samuel suspira.

— Tenemos que irnos ya — dice, volviendo a mirar el camino frente a él que se entrelaza en mitad de las montañas con el pasto y los frondosos árboles. —, el amanecer no durará para siempre y estoy seguro de que toda Atenas está listo para darnos caza.

El más alto lo miró, la luz entre su cabello negro hacía un contraste que casi parecía sacado de un sueño, si es que podía tener alguno, y se permitió mirarlo un par de segundos más, antes de que los ojos violetas volviesen hasta él, hasta lo impuro que era, hasta las manchas rojas en sus brazos por haber dormido sobre el suelo tan irregular.

— Vale — susurra a modo de respuesta. —, vamos.

El peliblanco casi se permite extender la mano hasta él, tomar la calidez de la tosquedad de sus manos, aferrarse a su vida, pero es un mortal, y tocarlo significa enviarlo con Hades, tocarlo significa arrebatarle la vida de los ojos, la calidez de las manos, así que suspira.

Samuel quiso tomarle de la mano también; no lo hizo.


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⏰ Última actualización: Dec 03, 2022 ⏰

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