Capitulo 7

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El día comenzó a oscurecerse, el aire golpeaba bruscamente todo a su paso, mientras que las nubes grises comenzaban a cubrir por completo el cielo, tiñéndolo de un color oscuro que hacía creer a todos que era más tarde de lo que realmente era.

—Con una mierda—repuso Tony frustrado mientras pateaba unos contenedores viejos de basura—. Nunca vamos a hallar al maldito mocoso así.

—no debe estar muy lejos de aquí—animó Bruce palmeando la espalda de Peter mientras miraba en todas dirección buscando al pequeño mientras vigilaba a la otra parte del grupo.

—¿Y si le pasó algo?—preguntó Peter caminando en círculos.

—Ni lo menciones—musito Anthony exasperado, adentrándose de nuevo a la vieja tienda de donas donde solía llevarlo Jarvis y Ana en su cumpleaños o después de algún triunfo.

—Tony, ¿hay otro lugar que recuerdes?

—¡No!—gritó él genio asomándose de la puerta para volver a meterse en el lugar de aspecto lúgubre, lleno de telarañas y carente de vida.

—¿Por qué Tony esta tan alterado buscando al niño?

—¿Por qué será?—preguntó Strange irónico, alejándose del grupo para mirar por los alrededores del local—. ¿Por qué es él, pero con seis años? ¿Por qué sabe que si alguien se entera de lo que sucedió nos meteríamos en muchos problemas?

—Ya entendí—murmuró Barton.

—No es sólo eso doctor—aseguró Rhodey mirándolo con tranquilidad, pero a la vez con preocupación—. Tony cuando era niño era muy asustadizo, siempre que escuchaba a sus padres discutir se ponía mal y se encerraba en el armario hasta que Jarvis o Ana lo sacaban de ahí y se aseguraba de que él estuviera bien.

—¿Por qué hacía eso?

—Nadie lo sabe con exactitud, sólo saben que lo hacía para protegerse así mismo y para que nadie lo viera llorar porque era algo "malo"—comentó mientras él capitán intentaba decir algo, pero era ignorando de inmediato por Rhodes, quién únicamente veía al doctor y a los otros amigos de Tony.

—¿Por qué tiene esa idea?

—Howard—respondió con molestia y tristeza—. Él le metió esas ideas, y, pesar de que Tony lo detesta, no puedo lograr vencer esas prejuicios que su padre le dejó y que no han hecho nada más que lastimarlo.

—Entiendo—murmuró Stephen dejando morir ahí su curiosidad, mientras sentía un profundo dolor quemarle el cuerpo y atravesarle el alma.

¿Cómo era posible qué un niño tuviera que vivir tantos horrores? ¿Cómo un niño inocente debía de vivir con tantos prejuicios e ideas que sólo lo lastimaban?

Le dolía ver a ese pequeño niño y saber todos los horrores por los que tuvo que pasar.  Escuchar sus relatos lo destrozaba.  Se suponía que su infancia debía de ser la época en la que fue más feliz y dichoso, no la más triste y solitaria.
Vicent tampoco había tenido una buena infancia, pero no era tan terrible cómo era la del hombre al que amaba. Esa era desgarradora y simplemente cruel.

Deseaba con toda su alma poder hacer algo para mejorar la vida de Anthony. Haría lo que fuera para poder hacerlo ser feliz, quería regalarle un poco de dicha y felicidad que la vida le había negado desde una tierna edad. Deseaba darle todo el amor que se merecía y del que siempre se había privado al creer que no era digno por haber cometido tantos errores en su pasado. Deseaba amarlo, besarlo y abrazarlo cada día de su vida; quería invertir hasta su último aliento en ello. Dar todo por él hombre al que amaba y por el que velaba día y noche en silencio y con sigilo, buscando que él hombre jamás se llegará a entrar de lo que palpitaba su pecho y quemaba su sangre, que jamás se enterará de que lo amaba con la más profunda y casta devoción que podía existir.

¡¿Tres Tony?!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora