Cuando abrió la puerta y ambos nos encontramos cara a cara con Mina, me
quedé helada.
-¿Qué era exactamente lo que estabais haciendo los dos ahí dentro? -
preguntó mientras su mirada pasaba de uno a otro.
Una recapitulación de todo lo que podía haber oído me pasó en un segundo
por la cabeza y sentí un calor que se extendía por toda mi piel.
Me atreví a mirar al señor Alex justo cuando él hacía lo mismo. Después me
volví hacia Mina y negué con la cabeza.
-Nada, teníamos que hablar. Eso es todo. -Intenté fingir, pero sabía que el
temblor de mi voz me delataba.
-Oh, he oído algo ahí dentro y no tengo la más mínima duda de que no era
hablar -dijo sonriendo burlonamente.
-No seas ridícula, Mina. Estábamos discutiendo un tema de trabajo -dijo él
intentando pasar a su lado.
-¿En el baño? -preguntó.
-Sí. Me habéis mandado aquí arriba para que viniera a buscarla y ahí es
donde la he encontrado.
Ella se puso delante de él para bloquearle el camino.
-¿Crees que soy tonta? No es ningún secreto que vosotros no « habláis» ,
¡gritáis! ¿Y ahora? ¿Estáis saliendo?
-¡No! -gritamos los dos a la vez y nuestras miradas se encontraron durante
un breve momento antes de apartarlas rápidamente.
-Vale... así que solo estáis follando -dijo y ninguno de los dos fue capaz de
encontrar las palabras para responder. La tensión en ese pasillo era tan densa que
llegué a considerar brevemente cuánto daño podía provocar un salto desde una
ventana del tercer piso-. ¿Cuánto tiempo lleváis así?
-Mina... -empezó él negando con la cabeza y por una vez llegué a
sentirme mal por su incomodidad. Nunca le había visto así antes. Era como si en
todo ese tiempo no se le hubiera ocurrido que podía haber consecuencias aparte
de nuestra propia confusión.
-¿Cuánto tiempo, Alex? ¿Lucia? -dijo mirándonos a los dos.
-Yo... nosotros solo... -empecé, pero ¿qué iba a decir? ¿Solo qué? ¿Cómo
podía explicar aquello?-. Nosotros...
-Cometimos un error. Ha sido un error.
Su voz cortó de raíz mis pensamientos y lo miré en shock. ¿Por qué me
molestaba tanto que hubiera dicho eso? Había sido un error, pero oírselo decir...
me dolía.
No pude apartar los ojos de él aunque ella empezó a hablar.
-Error o no, tenéis que parar. ¿Y si hubiera sido Susan? Y Alex, ¡eres su
jefe! ¿Es que se te ha olvidado eso? -Suspiró profundamente-. Mirad, vosotros
dos sois adultos y no sé lo que está pasando aquí, pero sea lo que sea, que no se
entere Elliott.
Una oleada de náuseas me embargó ante la idea de que Elliott se enterara de
aquello y lo decepcionado que iba a estar. No podía soportarlo.
-Eso no será un problema -dije evitando a propósito la mirada de Alex
-. Pretendo aprender de mi error. Disculpadme.
Pasé al lado de ambos y me dirigí a las escaleras, el enfado y el dolor me
provocaban un peso muerto en el fondo del estómago. La fuerza de mi ética del
trabajo y mi motivación siempre me habían mantenido a flote en los peores
momentos de mi vida: las rupturas, la muerte de mi madre, los malos momentos
con los amigos. Mi valor como empleada de Rivera Media Group ahora estaba
manchado por mis propias dudas. ¿Le estaba haciendo verme de forma diferente
porque me lo estaba tirando? Ahora que parecía haber registrado (por fin) que si
los demás se enteraban de lo nuestro podía ser algo malo para él, ¿empezaría a
cuestionar mi juicio a nivel global?
Yo era más inteligente que todo aquello. Y ya era hora de que empezara a
actuar en consecuencia.
Me recompuse antes de salir afuera y volver a mi asiento junto a Joel.
-¿Va todo bien? -me preguntó.
Volví la cabeza y me permití mirarlo durante un momento. Realmente era
bastante mono: pelo oscuro bien peinado, una cara amable y los ojos azules más
bonitos que había visto en mi vida. Tenía todo lo que yo debería estar buscando.
Levanté la mirada un segundo después cuando el señor Alex volvió a la mesa
con Mina, pero la aparté rápidamente.
-Sí, es que no me encuentro muy bien -dije volviéndome otra vez hacia
Joel-. Creo que voy a tener que retirarme y a.
-Vamos -dijo Joel levantándose para apartarme la silla-. Te acompañaré
al coche.
Me despedí sintiendo, incómoda, la palma de Joel en la parte baja de mi
espalda mientras salíamos de la casa. Una vez en la entrada, me dedicó una
sonrisa tímida y me cogió la mano.
-Ha sido un placer conocerte, Lucia. Me gustaría poder llamarte alguna vez
y tal vez salir a comer como te he dicho.
-Déjame tu teléfono -le dije.
Una parte de mí se sentía mal por hacer aquello; estar con un hombre en el
piso de arriba no hacía ni veinte minutos y ahora darle mi número a otro. Pero
y a era hora de dejar atrás aquello y una cita para comer con un chico agradable
parecía un buen punto de partida
Su sonrisa se ensanchó cuando le devolví el teléfono y él me dio su tarjeta.
Me cogió la mano y se la llevó a los labios.
-Te llamo el lunes. Con suerte las flores no se habrán marchitado del todo.
-Lo que importa es la intención -le dije sonriendo-. Gracias.
Parecía tan sincero, tan feliz por la simple posibilidad de volver a verme que
se me ocurrió que yo debería estar sonriendo como una tonta o sintiendo
mariposas en el estómago. Pero la verdad es que tenía ganas de vomitar.
-Debería irme.
Joel asintió y me abrió la puerta del coche.
-Claro. Espero que te mejores. Conduce con cuidado y que tengas buenas
noches, Lucia.
-Buenas noches, Joel.
Cerró la puerta. Encendí el motor y con la mirada fija adelante me alejé de
la casa de la familia de mi jefe.
A la mañana siguiente, en yoga, consideré la posibilidad de abrirle mi corazón a
Julia. Antes estaba bastante segura de que podía manejar las cosas yo sola, pero
después de pasar una noche entera mirando al techo y volviéndome loca, me di
cuenta de que necesitaba desfogarme con alguien.
Estaba Sara, y ella mejor que nadie podría entender lo desquiciante que podía
ser mi jefe macizo. Pero también trabajaba para Henry y no quería ponerla en
una posición incómoda, pidiéndole que guardara un secreto tan grande como
aquel. Sabía que Mina no tendría ningún problema en hablar conmigo si se lo
pedía, pero había algo en el hecho de que ella fuera parte de la familia, y
además sabiendo lo que podía haber oído, que me hacía sentir bastante
incómoda.
Había veces que realmente deseaba que mi madre siguiera viva. Solo pensar
en ella me produjo un profundo dolor en el pecho y se me llenaron los ojos de
lágrimas. Mudarme allí para pasar los últimos años de su vida con ella había sido
la mejor decisión que había tomado en mi vida. Y aunque vivir tan lejos de mi
padre y mis amigos había sido duro a veces, sabía que todo ocurre por una razón.
Solo deseaba que esa razón se diera prisa y se manifestara de una vez.
¿Podría decírselo a Julia? Tenía que admitir que estaba aterrada por lo que
podía pensar de mí. Pero más que eso, estaba aterrada por decírselo en voz alta a
alguien.
-Vale, no dejas de mirarme -me dijo-. O tienes algo en mente o te estoy
avergonzando porque estoy sudada y horrible.
Intenté no decirle nada, intenté no darle importancia y dejar que pensara que
estaba diciendo tonterías. Pero no pude. El peso y la presión de las últimas
semanas me estaban aplastando y antes de que pudiera controlarlo, mi barbilla empezó a temblar y empecé a berrear como un bebé.
-Eso era lo que me parecía. Vamos, Lucia. -Me ofreció la mano, me
ay udó a levantarme y, recogiendo todas nuestras cosas, me llevó hacia la puerta.
Veinte minutos, dos mimosas y una crisis nerviosa después, estaba mirando la
expresión de espanto de Julia en nuestro restaurante favorito. Se lo conté todo: lo
de romperme las bragas, que me gustaba que me rompiera las bragas, los
diferentes sitios, los « te odio» de la mitad de las sesiones, que Mina nos había
pillado, mi culpa por sentir que estaba traicionando a Elliott y a Susan, lo de Joel,
las declaraciones trogloditas del señor Alex y, por fin, mi miedo a estar en la
relación más insana de la historia del mundo y, sin ningún poder en absoluto.
Cuando levanté la vista para mirarla, hice una mueca de dolor; ella tenía una
cara como si acabara de ver un accidente de coche.
-Vale, vamos a ver si lo he entendido bien.
Asentí mientras esperaba que continuara.
-Te estás acostando con tu jefe.
Me encogí un poco.
-Bueno, técnicamente no...
Ella levantó la mano para que no terminara la frase.
-Sí, sí. Eso lo he entendido. ¿Y ese es el mismo jefe al que te refieres
cariñosamente como « el atractivo cabrón» ?
Suspiré profundamente y asentí de nuevo.
-Pero lo odias.
-Correcto -murmuré apartando la mirada-. Odio. Eso es lo que siento:
mucho odio.
-No quieres estar con él, pero no puedes mantenerte alejada.
-Dios, suena mucho peor oírselo decir a otra persona -gruñí y escondí la
cara entre las manos-. Suena ridículo.
-Pero los momentos sexis... Son buenos -dijo con un toque de humor en la
voz.
-« Buenos» no es suficiente para describirlos, Julia. Ni fenomenales,
intensos, alucinantes y asombrosos como de multiorgasmo es suficiente para
describirlos.
-¿« Asombrosos como de multiorgasmo» existe?
Me froté la cara con las manos y volví a suspirar.
-Cállate.
-Bueno -respondió pensativa y carraspeó-. Supongo que lo de la polla
pequeña no era un problema después de todo...
Dejé que mi cabeza cay era sobre mis brazos que estaban encima de la mesa.
-No. No, sin duda eso no es un problema. -Levanté la vista un poco al oír el
sonido de risas ahogadas-. ¡Julia! ¡Esto no tiene ninguna gracia!
-Perdona que discrepe. Hasta tú tienes que ver la gran locura que es esto.
De todas las personas que he conocido, eres la última que yo habría imaginado
que podía acabar en esta situación. Siempre has sido tan seria, con todos y cada
uno de los pasos de tu vida planificados. Vamos, has tenido muy pocos novios de
verdad y has estado con ellos lo que todo el mundo consideraba una cantidad
absurda de tiempo antes de acostaros. Este hombre tiene que ser algo de otro
mundo.
-Sé que no hay nada malo en tener una relación puramente sexual con
alguien... puedo con eso. Sé que a veces puedo ser demasiado controladora, pero
lo peor es el hecho que siento que no tengo control sobre mí misma cuando estoy
con él. Es que ni siquiera me gusta y aun así... sigo cay endo.
Julia le dio un sorbo a su mimosa y prácticamente pude ver los engranajes de
su cerebro trabajando mientras reflexionaba sobre lo que le acababa de decir.
-¿Qué es lo que te importa?
Levanté la vista para mirar a Julia, comprendiendo por dónde iba.
-Mi trabajo. Mi vida después de esto. Mi valor como empleada. Saber que
mi contribución marca la diferencia.
-¿Puedes sentirte bien en todos esos aspectos y follártelo a la vez?
Me encogí de hombros, incapaz de desenmarañar mis pensamientos sobre
ese tema.
-No lo sé. Si y o sintiera que son cosas independientes, tal vez. Pero nuestras
únicas interacciones se producen en el trabajo. No hay ningún momento en que
esto no vay a tanto de trabajo como de sexo.
-Entonces tienes que encontrar una forma de dejar de hacerlo. Necesitas
mantener la distancia.
-No es tan fácil -respondí, negando con la cabeza y empecé a divagar-.
Trabajo para él. No puedo evitar fácilmente todos los momentos a solas con él.
He jurado varias veces que no volveríamos a tener sexo y he vuelto a tenerlo a
las pocas horas; es ridículo. Y además, tenemos que ir a un congreso dentro de
dos semanas. El mismo hotel, muy cerca todo el tiempo. ¡Y con camas!
-Lucia, pero ¿qué te ocurre? -me preguntó Julia con un tono asombrado-.
¿Es que quieres que esto continúe?
-¡No! ¡Claro que no!
Ella me miró escéptica.
-Lo que pasa... es que soy diferente con él. Es como si quisiera cosas que
nunca había querido antes y tal vez debería permitirme querer esas cosas. Solo
desearía que fuera otra persona la que me hiciera desearlas, alguien agradable,
como Joel por ejemplo. Mi jefe no tiene nada de agradable.
-¿Tu jefe te hace querer qué? ¿Qué te den azotes y esas cosas? -inquirió
Julia con una risita, pero cuando y o aparté la vista oí que soltaba una
exclamación ahogada-. Oh, Dios mío, ¿te ha dado azotes?
La miré con los ojos como platos.
-Julia, ¿no puedes decirlo más alto? Creo que el tío del fondo no te ha oído.
-En cuanto me aseguré de que nadie nos estaba mirando, me aparté unos
mechones sueltos de la frente y respondí-. Mira, y a sé que tengo que parar esto,
pero y o...
Me detuve porque sentí que se me ponía toda la piel de gallina. Se me quedó
el aliento atravesado en la garganta y me volví lentamente para mirar hacia la
puerta. Era él, desaliñado y vestido con una camiseta negra y vaqueros, zapatillas
de deporte y el pelo más despeinado que de costumbre. Me di la vuelta para
mirar a Julia mientras sentía que toda la sangre había abandonado mi cara.
-Lucia, ¿qué ocurre? Parece que hubieras visto un fantasma -dijo Julia
extendiendo la mano por encima de la mesa para tocarme el brazo.
Tragué con dificultad en un intento por recuperar mi voz, y después la miré.
-¿Ves a ese hombre que hay junto a la puerta? ¿El alto y guapo? -Ella
levantó un poco la cabeza para mirar y yo le di una patada por debajo de la
mesa-. ¡No seas tan descarada! Es mi jefe.
Julia abrió mucho los ojos y se quedó con la boca abierta.
-¡Madre mía! -exclamó y negó con la cabeza mientras le miraba de
arriba abajo-. No lo decías en broma, Lucia. Es un cabrón realmente atractivo.
No sería yo la que lo echara de mi cama. O mi coche. O el probador. O el
ascensor o...
-¡Julia! ¡No me estás ayudando!
-¿Quién es la rubia? -preguntó señalándola.
Me volví para ver cómo un camarero llevaba hasta su mesa al señor Alex
con una rubia alta con las piernas muy largas. La mano de él estaba apoy ada en
la parte baja de la espalda de la chica. Sentí en el pecho una terrible punzada de
celos.
-Pero qué cabrón -exclamé entre dientes-. Después de lo que hizo
anoche... Tiene que estar de broma.
Justo cuando estaba a punto de responderme, el teléfono de Julia sonó y ella
lo buscó en su bolso. El saludo de « ¡Hola, cariño!» me comunicó que era su
prometido y que esa llamada le iba a llevar un rato.
Volví a mirar al señor Alex, hablando y riéndose con la rubia. No podía
apartar los ojos de ellos. Él estaba todavía más atractivo en ese ambiente
relajado: sonreía y le bailaban los ojos cuando se reía. « ¡Gilipollas!» Como si
hubiera podido oír mis pensamientos, él levantó la cabeza y nuestras miradas se
encontraron. Apreté la mandíbula y aparté la vista, tirando la servilleta sobre la
mesa. Tenía que salir de allí.
-Ahora vuelvo, Julia.
Ella asintió y me despidió con la mano distraídamente, sin dejar su
conversación. Me levanté y pasé junto a su mesa asegurándome de evitar su
mirada. Acababa de doblar la esquina y y a veía la seguridad del baño de señoras cuando sentí una mano fuerte en mi antebrazo.
-Espera.
Esa voz provocó un relámpago en mi interior.
« Muy bien, Lucia, puedes hacerlo. Simplemente vuélvete, míralo y dile que
se vay a a la mierda. Es un cabrón que dijo anoche que tú eras un error y hoy
aparece con una rubia delante de tus narices» .
Cuadré los hombros y me giré para mirarlo. « Mierda» . De cerca estaba aún
más guapo. Nunca le había visto de otra forma que no fuera perfectamente
arreglado, pero obviamente no se había afeitado aquella mañana y y o sentí la
necesidad desesperada de notar cómo su barba me raspaba las mejillas.
O los muslos.
-¿Qué coño quieres? -le escupí, arrancando el brazo de su mano. Sin la
ventaja que me daban los tacones, él era mucho más alto que yo. Tenía que
levantar la vista para mirarlo a la cara, pero pude ver unas leves ojeras bajo sus
ojos. Parecía cansado. Bueno, le estaba bien empleado. Si pasaba las noches tan
mal como y o, eso me alegraba.
Se pasó las manos por el pelo y miró a nuestro alrededor incómodo.
-Quería hablar contigo. Para explicarte lo de anoche.
-¿Y qué hay que explicar? -pregunté señalando con la cabeza hacia el
comedor y la rubia que todavía estaba sentada en su mesa. Sentí una presión
aguda en el pecho-. « Un cambio de ambiente» . Ya veo. Me alegro de haberte
encontrado aquí así... Me recuerda por qué esto que hay entre nosotros es una
mala idea. No quiero estar follándome indirectamente a todas las demás
mujeres.
-Pero ¿de qué demonios estás hablando? -me preguntó mirándome-.
¿Hablas de Emily ?
-¿Así se llama? Bueno, pues que usted y Emily tengan una comida muy
agradable, señor Alex -Me di la vuelta para irme pero me detuvo de nuevo
agarrándome el brazo-. Suéltame.
-¿Y por qué te importa?
Nuestra discusión había empezado a atraer la atención del personal que
pasaba de camino a la cocina. Después de echar un vistazo alrededor, él me
metió en el baño de señoras y cerró la puerta con el pestillo.
« Fantástico, otro baño» .
Le aparté de un empujón cuando se acercó.
-Pero ¿qué crees que estás haciendo? ¿Y qué quieres decir con que por qué
me importa? « Follaste» conmigo anoche, diciéndome que no podía querer salir
con Joel y ahora estás aquí con otra. No sé por qué he permitido que se me
olvidara que eres un mujeriego. Tu comportamiento es justo el que cabía
esperar... Con quien estoy enfadada es conmigo. -Estaba tan furiosa que
prácticamente me estaba clavando las uñas en las palmas de las manos.
¿Es que crees que estoy aquí con una « cita» ? -Soltó el aire lentamente y
negó con la cabeza-. Esto es increíble, joder. Emily es una amiga. Dirige una
organización sin ánimo de lucro que Rivera Media apoy a. Eso es todo. Tenía que
haber quedado con ella el lunes para firmar unos papeles pero ha tenido un
cambio de última hora en un vuelo y se va del país esta tarde. No he estado con
nadie desde el... -Hizo una pausa para pensar mejor sus palabras-. Desde que
nosotros... ya sabes... -Terminó haciendo un movimiento impreciso
señalándonos a ambos.
« ¿Qué?»
Nos quedamos allí de pie, mirándonos el uno al otro mientras intentaba dejar
que me calaran aquellas palabras. No se había acostado con nadie más. Pero
¿eso era posible? Sabía con seguridad que era un donjuán. Yo personalmente
había visto la colección siempre creciente de mujeres florero que llevaba a los
eventos corporativos, eso sin mencionar las historias sobre él que iban de boca en
boca por todo el edificio. E incluso si lo que estaba diciendo era cierto, eso no
cambiaba el hecho de que seguía siendo mi jefe y que todo aquello estaba muy
mal.
-¿Todas esas mujeres que se lanzan a tus brazos y no te has tirado a ninguna?
Oh, estoy conmovida. -Me volví hacia la puerta.
-No es tan difícil de creer -gruñó y pude sentir su mirada atravesándome
la espalda.
-¿Sabes qué? No importa. Todo ha sido un error, ¿no?
-De eso es de lo que quería hablarte. -Se acercó y su olor (a miel y a
salvia) me envolvió. De repente me sentí atrapada, como si no hubiera suficiente
oxígeno en aquella diminuta habitación. Necesitaba salir de allí inmediatamente.
¿Qué me había dicho Julia hacía menos de cinco minutos? Que no me quedara a
solas con él. Buen consejo. Me gustaban mucho estas bragas en concreto y no
quería verlas hechas jirones y en su bolsillo.
« Vale, eso no es más que una mentira» .
-¿Vas a volver a ver a Joel? -me preguntó desde detrás de mí. Tenía la
mano en el picaporte. Todo lo que tenía que hacer era girarlo y estaría a salvo.
Pero me quedé helada, mirando aquella maldita puerta durante lo que me
parecieron varios minutos.
-¿Y eso importa?
-Creía que y a habíamos hablado de eso anoche -dijo y noté su aliento
cálido en mi pelo.
-Sí, dijimos muchas cosas anoche. -Sus dedos subieron por mi brazo y
deslizaron el fino tirante de la camiseta por mi hombro.
-No quería decir que fue un error -susurró contra mi piel-. Me entró el
pánico.
-Eso no significa que no sea verdad. -Mi cuerpo se apoy ó instintivamente
contra él y ladeé un poco la cabeza para permitirle un mejor acceso-. Y ambos
lo sabemos.
-De todas formas no debería haberlo dicho. -Me colocó la coleta por
encima del hombro y sus suaves labios bajaron por mi espalda-. Vuélvete.
Una palabra. ¿Cómo era posible que esa simple palabra me hiciera
cuestionármelo todo? Una cosa era que me apretara contra una pared o me
agarrara por la fuerza, pero ahora lo estaba dejando todo a mi elección. Me
mordí el labio con fuerza e intenté obligarme a girar el picaporte. De hecho la
mano me tembló antes de caer derrotada contra mi costado.
Me volví y levanté la vista para mirarlo a los ojos.
Él apoyó la mano en mi mejilla, rozándome el labio inferior con el pulgar.
Nuestras miradas se unieron y justo cuando pensaba que no podría esperar un
segundo más, él me acercó a su cuerpo y apretó su boca contra la mía.
En cuanto nos besamos, mi cuerpo dejó de resistirse y de repente parecía que
no podía estar lo bastante cerca. El bolso cay ó sobre el suelo de baldosas a mis
pies y enterré las manos en su pelo, tirando de él hacia mí. Él me apoy ó contra la
pared y me pasó las manos por el cuerpo, levantándome un poco. Me las metió
dentro de los pantalones de y oga y las dejó sobre mi trasero.
-Joder, pero ¿qué llevas? -Se quejó contra mi cuello, con las palmas
pasando una y otra vez sobre el satén rosa. Me levantó del todo, y o le rodeé la
cintura con las piernas y él me apretó más contra la pared. Gimió y me cogió el
lóbulo de la oreja entre los dientes.
Me bajó un lado de la camiseta y se metió uno de mis pezones en la boca. Yo
dejé caer la cabeza, que golpeó contra la pared, cuando sentí el roce de su cara
sin afeitar contra mi pecho. Un sonido estridente se oyó, sacándome de mi
ensimismamiento. Oí que él soltaba un juramento. Era mi teléfono. Me bajó y se
apartó. En su cara ya había aparecido su habitual ceño fruncido.
Me arreglé la ropa rápidamente, cogí mi bolso e hice una mueca cuando vi la
foto que aparecía en la pantalla.
-Julia -respondí sin aliento.
-Lucia, ¿estás en el baño follándote a ese hombre macizo?
-Ahora mismo vuelvo, ¿vale? -colgué y metí el teléfono en el bolso. Lo
miré y sentí que mi lado racional volvía tras la breve interrupción-. Tengo que
irme.
-Mira, yo... -Le cortó mi teléfono que volvió a sonar.
Contesté sin molestarme en mirar la pantalla.
-¡Dios, Julia! ¡No estoy aquí follándome a ningún macizo!
-¿Lucia? -la voz confundida de Joel fue la que me llegó a través del
teléfono.
-Oh... hola. -« Mierda» . No podía estar pasándome esto a mí.
-Me alegro de oír que no te... estás follando... a ¿un macizo? -dijo Joel
riéndose tenso.
-¿Quién es? -preguntó Alex con un gruñido.
Le puse la mano sobre los labios y le dediqué la mirada más sucia que pude.
-Oye, no puedo hablar ahora mismo.
-Sí, siento molestarte un domingo, pero es que no podía dejar de pensar en
ti. No quiero crearte ningún problema ni nada, pero justo después de que te
fueras comprobé mi correo y tenía una confirmación de que habían entregado
tus flores.
-¿Ah, sí? -pregunté con fingido interés. Tenía los ojos fijos en los de
Alex.
-Sí, y parece que quien firmó la entrega fue Alejandro Rivera.
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Hermoso desastre
FanfictionLucia Sandoval se ha relacionado con los Rivera desde que era una mocosa, así que cuando necesita una beca para finalizar su tesis en empresariales enseguida recurre a la Compañía Rivera Media. Lo que no se imaginaba es que tendría que trabajar para...