capitulo Final ❤

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El director Cheng y los otros miembros de la junta de la beca entraron y me
saludaron amigablemente antes de tomar asiento. Comprobé mis notas y la
conexión entre el portátil y el sistema del proyector, y esperé que los últimos
rezagados entraran en la sala. El hielo repiqueteó en los vasos cuando se sirvieron
agua. Los colegas hablaron entre ellos en voz baja y alguna risa ocasional rompió
el silencio.
« Colegas» .
Nunca me había sentido tan aislada. El señor Julian ni siquiera se había
molestado en presentarse allí para apoy arme. Qué sorpresa.
La sala era muy parecida a otra sala de reuniones que había a diecisiete
manzanas de ahí. Había estado de pie delante del edificio Rivera Media Tower un
poco antes aquella misma mañana, dándoles las gracias en silencio a todos los
que había dentro por convertirme en quién era. Y después había venido
caminando, contando las manzanas e intentando ignorar el dolor de mi pecho,
sabiendo que Alex no iba a estar en la sala hoy conmigo, estoico, jugueteando
con sus gemelos y con sus ojos atravesando mi calma exterior.
Echaba de menos mi proyecto. Echaba de menos a mis compañeros. Echaba
de menos los estándares despiadados y exigentes de Alex. Pero sobre todo
echaba de menos al hombre en que se había convertido para mí. Odiaba haber
sentido la necesidad de elegir un Alex sobre el otro y no acabar con ninguno
de los dos.
Una asistente llamó y asomó la cabeza por la puerta para llamar mi atención.
Le dijo al señor Cheng:
—Tengo unos formularios que Lucia tiene que firmar antes de empezar.
Volvemos enseguida.
Sin hacerle ninguna pregunta la seguí afuera, con las manos temblando junto
a los costados y deseando poder deshacerme de mis nervios. « Puedes hacerlo,
Lucia» . Veinte miserables diapositivas detallando una campaña de marketing
mediocre de cinco cifras para una empresa local de comida para animales. Pan
comido.
Solo tenía que acabar con eso y después podría irme de Chicago y empezar
de nuevo en algún lugar a cientos de kilómetros de allí. Por primera vez desde
que me había mudado allí, Chicago me resultaba completamente ajeno.
Pero aun así, todavía estaba esperando que mi marcha empezara a
parecerme la decisión correcta.
En vez de quedarnos en la mesa de la asistente, cruzamos un pasillo hasta otra
sala de reuniones. Ella abrió la puerta y me hizo un gesto para que entrara antes que ella. Pero cuando entré, en vez de seguirme, ella cerró la puerta dejándome
allí a solas.
O no tan a solas.
Me dejó con Alex.
Sentí como si mi estómago se hubiera evaporado y mi pecho se hubiera
hundido en el hueco que había dejado. Estaba de pie junto a la pared de cristal
que había en el lado más alejado de la habitación, con un traje azul marino y una
corbata morada que le regalé por Navidad y llevaba en la mano un grueso
archivo. Tenía los ojos oscuros e inescrutables.
—Hola. —Le falló la voz en esas dos únicas sílabas.
Yo tragué saliva, mirando hacia la pared y luchando para contener mis
emociones. Estar lejos de Alex había sido un infierno. Más veces al día de las
que podía contar fantaseaba con volver a Rivera Media, o con verlo entrar en el
cubículo en el que trabajaba ahora en plan Oficial y caballero, o con que
apareciera en mi puerta con una bolsa de La Perla colgando de uno de sus largos
y provocativos dedos.
Pero no esperaba verlo allí, y después de tanto tiempo, incluso esa palabra
vacilante casi pudo conmigo. Echaba de menos su voz, su sonrisa, sus labios, sus
manos. Echaba de menos la forma en que me miraba, la forma en que esperó
por mí, la forma en que y o podía decir que había empezado a quererme.
Alex estaba allí. Y tenía un aspecto horrible.
Había perdido peso y aunque iba perfectamente vestido y bien afeitado, la
ropa caía de una manera extraña de su alto cuerpo. Parecía que no había
dormido en varias semanas. Conocía esa sensación. Tenía ojeras y no aparecía
por ninguna parte su sonrisita burlona tan característica. En su lugar, su boca
dibujaba una línea recta. El fuego que yo siempre había asumido que era propio
de su expresión estaba completamente extinguido.
—¿Qué haces aquí? —le pregunté.
Levantó una mano y se la pasó por el pelo, deshaciendo completamente el
patético estilismo que había intentado hacerse. El corazón se me retorció ante ese
desaliño tan familiar.
—Estoy aquí para decirte que has sido una imbécil por dejar Rivera Media.
Me quedé boquiabierta al oír su tono y una oleada familiar de adrenalina me
recorrió las venas.
—He sido una imbécil por muchas cosas. Gracias por venir. Una reunión
muy divertida. —Me volví para salir de ahí.
—Espera —dijo en voz baja y exigente.
Los viejos instintos se pusieron a trabajar, me detuve y me volví hacia él. Se
había acercado varios pasos.
—Los dos hemos sido unos idiotas, Lucia.
—En eso estamos de acuerdo. Tenías razón al decir que has trabajado mucho
como mi mentor. He aprendido mi idiotez del mayor idiota que existe. Todo lo
bueno lo he aprendido de tu padre.
Esa crítica pareció haber alcanzado su destino y él hizo una mueca de dolor y
dio un paso atrás. Había sentido un millón de emociones en los últimos meses:
mucha ira, algo de arrepentimiento, una culpa frecuente y un zumbido continuo
de orgullo lleno de justa indignación, pero sabía que lo que acababa de decir no
era justo, y de inmediato me arrepentí. Él me había empujado, no siempre de
forma intencionada, pero aunque solo fuera por eso le debía algo.
Pero mientras estaba allí de pie en aquella habitación cavernosa con él, con el
silencio naciendo y creciendo como una plaga entre los dos, me di cuenta de que
había estado totalmente equivocada todo ese tiempo: fue él quien me dio la
oportunidad de trabajar en los proy ectos más importantes. Él me llevo consigo a
todas las reuniones. Él me hizo escribir los informes críticos, hacer las llamadas
difíciles, gestionar la entrega de los documentos de las cuentas más sensibles.
Él había sido mi mentor y eso le importaba mucho.
Tragué saliva.
—No quería decir eso.
—Lo sé. Lo veo en tu cara. —Se pasó la mano por la boca—. Pero es
parcialmente cierto. No me merezco reconocimiento por lo buena que eres.
Supongo que como soy un ególatra necesitaba una parte de él. Pero fue también
porque me resultas realmente inspiradora.
El nudo que había empezado a formarse en mi garganta pareció extenderse
hacia abajo y hacia fuera y no me dejaba respirar a la vez que me presionaba el
estómago. Estiré el brazo en busca de la silla más cercana.
—¿Por qué has venido, Alex? —pregunté de nuevo.
—Porque si lo estropeas ahora, y o me voy a ocupar personalmente de que no
vuelvas a trabajar para ninguno de los integrantes de la lista de los 500 de la
revista Fortune nunca más.
No me lo esperaba y mi enfado resurgió renovado y ardiente.
—No voy a estropear nada, gilipollas. Estoy preparada.
—No es eso lo que quería decir. Tengo las diapositivas de Papadakis aquí y
también los dossieres. —Me enseñó un lápiz USB y una carpeta—. Y si no te
luces con esta presentación ante la junta voy a acabar contigo.
No había sonrisa arrogante ni juego de palabras intencionado. Pero detrás de
lo que decía, pareció resonar algo más.
« Nosotros. Esto somos nosotros» .
—Tengas lo que tengas ahí, no es mío —dije señalando el lápiz—. Yo no he
preparado las diapositivas de Papadakis. Me fui antes de poder hacerlas.
Él asintió como si estuviera siendo excepcionalmente lenta.
—Ya estaban hechos los borradores de los contratos para mandar a firmar
cuando tú dimitiste. Yo solo he hecho las diapositivas basándome en « tu»
trabajo. Y esto es lo que vas a presentar hoy y no una campaña de marketing de
una mierda de comida de perro.
Resultó humillante que él me tirara mi trabajo a la cara y y o di unos pasos
hacia él.
—Maldita sea,  Alex. Me dejé los cuernos trabajando para ti y me los he
dejado trabajando para Julian. Y me dejaré los cuernos sea donde sea donde
acabe después, tanto si es vendiendo comida para animales como gestionando
campañas de un millón de dólares, y y a te puedes ir a la mierda si crees que
puedes entrar aquí con eso y decirme cómo tengo que llevar mi carrera. Tú no
me controlas.
Él se acercó.
—No quiero controlarte.
—Y una mierda.
—Quiero ayudarte.
—No necesito tu ayuda.
—Sí, Lucia, sí la necesitas. Aprovéchala. Este trabajo es tuy o. —Estaba lo
bastante cerca para extender la mano y tocarme y aún dio un paso más. Ahora
estaba tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo, oler su jabón y su piel
combinados para formar su olor familiar—. Por favor. Te lo has ganado. Esto
impresionará más a la junta.
Un mes antes, había querido más que nada en el mundo presentar esa cuenta.
Había sido mi vida durante meses. Era mía. Pude sentir que se me formaban
lágrimas en los ojos y parpadeé para apartarlas.
—No quiero estar en deuda contigo.
—Esto no es un favor. Yo te estoy pagando por tu trabajo. Estoy admitiendo
que la he fastidiado. Te estoy diciendo que tienes una de las mejores mentes para
los negocios que he conocido. —Su mirada se dulcificó y su mano se acercó para
apartarme un mechón de pelo y ponérmelo tras el hombro—. No estarás en
deuda conmigo. A menos que tú quieras… pero de una forma totalmente
diferente.
—No creo que pudiera volver a trabajar para ti —dije haciendo que las
palabras pasaran a la fuerza por el nudo de desesperación de mi garganta.
Necesitaba todas mis fuerzas para no alargar la mano y tocarlo.
—No quería decir eso. Te estoy diciendo que lo he hecho muy mal como
jefe. —Tragó saliva nerviosamente e inspiró profundamente—. Y también como
amante. Necesito que aceptes esta presentación —dijo tendiéndome el lápiz usb
—. Y necesito que me aceptes otra vez a mí.
Me quedé mirándolo.
—Tengo que volver a la sala de reuniones.
—No, todavía no. Van retrasados. —Miró su reloj—. Hace un minuto más o
menos Henry ha llamado a Cheng con una distracción estúpida para que yo
pudiera hablar contigo a solas y pudiera decirte A, que eres imbécil y B, que
quiero otra oportunidad contigo.
Una sonrisa asomó a las comisuras de su boca y yo me mordí el labio
inferior para evitar sonreír también. Los ojos de Alex ardieron victoriosos.
—Te agradezco lo que estás haciendo aquí —dije escogiendo las palabras—.
He trabajado mucho en esa cuenta y en cierto modo la siento mía. Si no te
importa, me gustaría que la junta viera los detalles de la cuenta Papadakis en los
dossieres que has traído. Pero voy a presentar la cuenta de Sanders.
Consideró esa posibilidad examinándome. Un músculo en su mandíbula se
tensó, un signo inequívoco de impaciencia.
—Está bien. Hazme la presentación a mí aquí. Convénceme de que no vas a
cometer un suicidio en esa sala.
Me erguí y dije:
—La campaña es un juego con los elementos del programa Top Chef. Pero en
cada episodio, o anuncio en este caso, se hablará de un ingrediente diferente de la
comida y el reto será crear una receta para mascotas propia del más alto
gourmet.
Alex tenía los ojos entornados, pero sonrió de forma sincera.
—Eso es muy inteligente, Lucia.
Sonreí ante su sinceridad, saboreando el momento.
—La verdad es que no, porque ahí está el chiste. Los ingredientes de Sanders
son básicos: buena carne, cereales sencillos. A los perros no les importa lo
sofisticada que sea su comida. Quieren carne. Con su hueso y todo. Eso es lo que
sabe bien. Mi padre les da a sus perros pienso gourmet todos los días mezclado
con arroz integral y un poco de hierba. No es broma. Y en su cumpleaños les da
un hueso barato con mucha carne. Es el dueño el que se preocupa por la verdura
y el arroz integral y toda esa mierda, no el perro.
Su sonrisa se hizo más amplia.
—Es una forma de reírnos de nosotros mismos por mimar a nuestras
mascotas y por tratarlas como un miembro muy querido de la familia. Sanders
es ese hueso lleno de carne con el que podemos malcriar a nuestras mascotas
todos los días. Y los « jueces» animales siempre elegirán la receta de Sanders.
—Lo has hecho bien.
—¿La campaña? Esa era la intención.
—Sí, pero y o y a sabía que podías hacerlo. Me refiero a la forma de
presentarla. Me has picado, me has enganchado.
Me reí al reconocer un cumplido de Alex nada más verlo.
—Gracias.
—Acéptame otra vez, Lucia. Dime ahora mismo que lo harás.
Solté una carcajada más alta y me froté la cara.
—Siempre un capullo exigente.
—¿Vas a fingir que no me has echado de menos? Tú también estás terrible,
¿sabes? Julia me llamó anoche cuando estaba recopilando el material para las
diapositivas…
Lo miré con la boca abierta.
—¿Julia te llamó?
—Y me dijo que estabas hecha un desastre y tenía que ponerme en marcha
y encontrarte. Le dije que ya estaba en ello. Iba a hacerlo de todas formas, pero
su llamada me puso más fácil esto de venir aquí a suplicarte.
—Pero ¿sabes siquiera cómo se hace eso? —le pregunté y a sonriendo
abiertamente.
Alex se humedeció los labios y bajó la mirada a mi boca.
—Probablemente no. ¿Quieres enseñarme?
—Inténtalo. Hazme tu mejor súplica de rodillas.
—Con el debido respeto, que le den, señorita Lucia.
—Solo si me lo suplicas…
Él abrió mucho los ojos y antes de que pudiera decir nada más, le cogí el
archivo de la cuenta Papadakis de las manos y me fui de allí.
Entré en la sala de reuniones con Alex pisándome los talones. Los murmullos
pararon cuando aparecí.
Le pasé al director Cheng los dossieres y ojeó las diapositivas de la cuenta
Papadakis. Sonrió.
—¿Cómo ha conseguido acabar dos proy ectos?
Yo balbucí unas cuantas sílabas; no esperaba la pregunta.
—Es muy eficiente —dijo Alex  pasando a mi lado y tomando asiento—.
Cuando terminó de preparar la cuenta Papadakis, sugirió hacer otro período corto
de prácticas en otra empresa, solo hasta que finalizara el curso. Después de todo,
esperamos que trabaje en Rivera Media en un futuro próximo.
Me esforcé por ocultar mi impresión. « ¿De qué demonios está hablando?»
—Fantástico —dijo un hombre mayor que había en el extremo de la mesa—.
¿Con la cuenta Papadakis?
Alex  asintió.
—Trabajando para mi padre. Necesita a alguien que se ocupe de esta cuenta,
pero nos hace falta alguien que trabaje con nosotros a tiempo completo. Lucia es
la elección obvia, si quiere aceptar, claro.
Me tragué unas cinco mil reacciones diferentes. La principal era irritación
porque hubiera sacado a relucir aquello delante de la junta. Pero también estaba
mezclada con gratitud, emoción y orgullo. Alex se iba a llevar una buena
bronca cuando acabara allí.
—Bien, empecemos entonces —dijo Cheng acomodándose en la silla.
Yo cogí mi puntero láser y caminé hasta el extremo de la sala, sintiéndome
como si estuviera andando sobre gelatina. Dos asientos más allá de la cabecera
de la mesa estaba Alex, que carraspeó cuando su mirada se encontró con la
mía.
También tendría que preguntarle sobre eso, porque estaba bastante segura de
que justo antes de que empezara a hablar, él pronunció silenciosamente las
palabras: « te quiero» .
Cabrón sutil.
Me dijeron que iban a utilizar mi presentación en el folleto, la página web y el
boletín de noticias de la empresa.
Me hicieron firmar unos cuantos papeles, posar para varias fotos y estrechar
muchas manos.
Incluso me ofrecieron un trabajo en JT Miller.
—Ya está comprometida —dijo Alex apartándome a un lado. Me miró sin
palabras mientras todos los demás iban saliendo de la sala.
—Ah, sí, en cuanto a eso —le dije intentando sonar enfadada. Todavía tenía la
adrenalina por las nubes por la presentación, la discusión y todo aquel día. Y
ahora tener a Alex a una distancia a la que incluso podía besarlo era la guinda.
—Por favor, no digas que no. Creo que le he pisado la sorpresa a mi padre. Te
iba a llamar esta noche.
—¿De verdad me va a ofrecer un trabajo?
—¿Lo vas a aceptar?
Me encogí de hombros y me sentí un poco mareada.
—¿Quién sabe? Ahora mismo solo quiero celebrarlo.
—Has estado increíble. —Se inclinó y me besó la mejilla.
—Gracias. Ha sido lo más divertido que he hecho en varias semanas.
—Los dossieres estaban bien, ¿verdad?
Puse los ojos en blanco.
—Sí, pero has cometido un error garrafal.
Se puso serio.
—¿Cuál?
—Has admitido que sabes utilizar PowerPoint.
Con una risa me cogió el maletín del portátil y lo colocó en una silla,
acercándose a mí con una sonrisa oscura.
—Solía hacer diapositivas para mi jefe. Yo también fui becario una vez,
claro.
Se me puso la piel de gallina.
—¿Y tu jefe te gritaba?
—A veces. —Me subió el dedo índice por el brazo.
—¿Y criticaba tu letra?
—Constantemente. —Se agachó y me besó la comisura de la boca.
—¿Y tu jefe te besaba?
—Mi padre siempre ha sido más de apretones de manos.
Me reí y metí las manos bajo su chaqueta para poder rodearlo con mis
brazos.
—Bueno, yo y a no soy tu asistente.
—No, eres mi colega.
Ronroneé porque me gustaba cómo sonaba eso.
—¿Y mi amante?
—Sí. —Mi voz tembló al pronunciar esa única sílaba y comprendí
perfectamente el significado de la expresión « morirse de gusto» . Estaba segura
de que Alex podía sentir mi corazón que latía fuerte contra su cuerpo.
Me mordió el lóbulo de la oreja.
—Tendré que encontrar nuevas excusas para llevarte a la sala de reuniones y
follarte contra la ventana.
La sangre me hirvió en las venas, espesa y caliente.
—Pero no necesitas excusas para llevarme a tu casa.
Alex me besó la mejilla y después la boca con suavidad.
—¿Lucia?
—¿Sí, Alex?
—Todo esto del flirteo está muy bien, pero te lo digo en serio, no voy a
permitir que me dejes otra vez. Ha estado a punto de destrozarme.
Al pensarlo, sentí como si las costillas me presionaran los pulmones y los
dejaran sin aire.
—No creo que pueda. No quiero volver a estar lejos de ti.
—Pero tienes que darme la oportunidad de arreglar las cosas cuando las
estropee. Sabes que a veces soy un gilipollas.
—¿A veces?
—Y rompo lencería —susurró casi en un gruñido.
Le aparté un rizo de la frente.
—Y la guardas en alguna parte. No te olvides de esa costumbre inquietante de
atesorarla.
—Pero te quiero —dijo mirándome con los ojos como platos—. Y ahora y a
conozco a la may oría de las dependientas de La Perla. He pasado mucho tiempo
en la tienda deprimido mientras has estado lejos. Y además sé de buena tinta que
soy el mejor compañero sexual que has tenido. Así que, con suerte, esas cosas
pesarán más que las malas.
—Vale, vendido. —Lo atraje hacia mí—. Ven aquí. —Puse mi boca sobre la
suya y le mordí el labio inferior. Lo agarré de las solapas con las manos y me
giré para apretarlo contra la ventana, poniéndome de puntillas para estar más cerca, todo lo cerca que pudiera.
—Qué exigente te has vuelto ahora que todo es oficial.
—Cállate y bésame —dije riéndome contra su boca.
—Sí, jefa.

Si les gusto esta historia 😏 dejenme saberlo con sus votos porque habra màs Adaptaciones lucialex esto apenas comienza 💎✅

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⏰ Última actualización: Jun 19, 2021 ⏰

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