Cap 11

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Cuando amaneció el jueves, supe que teníamos que hablar. Yo iba a estar fuera
de la oficina todo el viernes, así que el jueves era nuestro último día juntos antes
de que se fuera. Había estado con su tutor del máster toda la mañana, y yo,
según pasaban los minutos, me iba poniendo cada vez más nervioso acerca de…
todo. Estaba bastante seguro de que la interacción en mi despacho del día anterior
nos había revelado a ambos que ella estaba lentamente llegándome cada vez
más. Quería estar con ella casi todo el tiempo y no solo en plan « desnudos y
salvajes» . Quería estar cerca de ella y mi propia necesidad de autoconservación
llevaba toda la semana dándome la lata.
¿Qué había dicho ella? « No quiero querer esto. No es bueno para mí» . Y solo
cuando nos descubrió Mina, al salir del baño, entendí de verdad lo que quería
decir Lucia. Había estado odiando mi deseo por ella porque era la primera vez en
mi toda vida que era incapaz de sacar algo de mi cabeza a la fuerza y centrarme
en el trabajo, pero nadie (ni siquiera mi familia) me culparía por sentirme
atraído por Lucia. Por el contrario, ella siempre se vería afectada por la mala
reputación de ser una mujer que se había acostado con el jefe para ascender.
Para alguien tan brillante y tan dedicada como ella, esa asociación sería una
constante y dolorosa espina.
Hacía bien en poner distancia entre nosotros. Esa necesidad que sentíamos
cuando estábamos juntos era totalmente insana. Nada bueno podía salir de ahí y
decidí una vez más utilizar el tiempo que íbamos a estar separados para volver a
centrarme. Cuando entré en mi despacho después de comer, me sorprendió
encontrarla sentada en su mesa, muy ocupada trabajando en algo en su
ordenador.
—No sabía que iba a venir esta tarde —dije intentando mantener mi voz
alejada de cualquier emoción.
—Sí, tenía que ocuparme de unos preparativos de última hora para San Diego
y todavía tengo que hablar de mi ausencia con usted —dijo sin apartar la vista del
monitor del ordenador.
—¿Por qué no viene a mi despacho entonces?
—No —me dijo rápidamente—. Creo que podemos hablar de esto aquí fuera.
—Me lanzó una mirada traviesa y me hizo un gesto para señalar la silla que tenía
delante—. ¿Por qué no se sienta, señor Alex?
« Ah, la ventaja de jugar en casa» . Me senté frente a ella.
—Sé que mañana no va a estar, así que no hay razón para que yo venga
entonces. Me he dado cuenta de que no le gusta tener asistente, pero he buscado
un reemplazo temporal para las dos semanas que voy a estar ausente y ya le he
dado a Sara una lista detallada de su agenda y las cosas que necesita. Dudo que
vaya a haber ningún problema, pero, por si acaso, ella me ha prometido estar
pendiente de usted también. —Levantó una ceja desafiante y yo puse los ojos en
blanco.
Ella continuó:
—Tiene todos mis números, incluyendo el de la casa de mi padre en
Bismarck, por si necesita algo.
Comprobó una lista que tenía delante y me di cuenta de lo serena y eficiente
que se estaba mostrando. No es que no supiera que era todas esas cosas, pero me
resultó aún más evidente entonces. Nuestras miradas se encontraron y ella
prosiguió:
—Llegaré a California unas horas antes que usted, así que lo recogeré en el
aeropuerto.
Seguimos mirándonos unos minutos más y yo estuve casi seguro de que
ambos estábamos pensando lo mismo: San Diego iba a ser una prueba tremenda.
La atmósfera del despacho empezó a cambiar lentamente, el silencio
diciendo mucho más de lo que cualquier palabra podía decir. Apreté con fuerza
la mandíbula cuando noté que se le había acelerado la respiración. Necesité toda
mi fuerza de voluntad para no rodear su mesa y acercarme a besarla.
—Que tenga buen viaje, señorita Lucia —le dije satisfecho de que mi voz no
traicionara mi agitación interna. Me puse de pie, y añadí—: La veré en San
Diego entonces.
—Sí.
Asentí y entré en mi despacho, cerrando la puerta detrás de mí. No la vi
durante el resto del día y por una vez, nuestra tensa despedida me pareció algo
completamente inadecuado.
Estuve todo el fin de semana pensando cómo viviría su ausencia durante dos
semanas. Por un lado sería agradable estar en el trabajo sin distracciones, pero
por otro me pregunté si me sentiría raro al no tenerla. Ella había sido una
constante en mi vida durante casi un año y, a pesar de nuestras diferencias, saber
que estaba por allí se había convertido en algo reconfortante.
Sara entró en el despacho a las nueve en punto, sonriendo ampliamente al
acercarse a mí. La seguía una morena atractiva de veintitantos que me presentó
como Kelsey, mi asistente temporal. Ella me miró con una sonrisa tímida y vi
cómo Sara le ponía una mano en el hombro para tranquilizarla.
Decidí que iba a utilizar aquello como una oportunidad. Le iba a demostrar a
todo el mundo que mi reputación solo era resultado de trabajar con alguien tan
cabezota como la señorita Lucia.
—Encantado de conocerte, Kelsey —dije sonriendo y ofreciéndole la mano

para estrechar la suy a. Ella me miró extrañada, con los ojos un poco vidriosos.
—Encantada de conocerlo también, señor —dijo mirando a Sara. Ella miró
mi mano desconcertada y después me miró a mí antes de dirigirse a Kelsey.
—Está bien. Ya hemos repasado todo lo que dejó Lucia. Ahí está tu mesa. —
Llevó a la chica a la silla de la señorita Lucia.
Sentí una extraña sensación al ver la imagen de otra persona sentada allí.
Sentí que mi sonrisa vacilaba y me volví hacia Sara.
—Si necesita algo, y a te lo hará saber. Estaré en mi despacho.
Kelsey dimitió antes de comer. Aparentemente « fui un poco brusco» cuando
ella provocó un pequeño incendio en el microondas de la sala de descanso. La
última vez que la vi estaba llorando y salía corriendo por la puerta chillando algo
sobre un entorno de trabajo hostil.
El segundo asistente temporal, un chico que se llamaba Isaac, llegó a eso de
las dos de la tarde. Isaac parecía muy inteligente y yo estaba deseando trabajar
con alguien que no fuera una chica emotiva. Pronto me encontré sonriendo ante
el repentino giro que habían dado los acontecimientos. Por desgracia, me alegré
demasiado pronto.
Todas las veces que pasaba junto a Isaac, sentado ante su ordenador, él estaba
conectado a internet viendo fotos de gatitos o algún vídeo musical. Minimizaba
rápidamente la ventana, pero desafortunadamente para Isaac, yo no soy un
idiota integral. Le dije diplomáticamente que no se molestara en venir al día
siguiente.
La tercera no resultó mucho mejor. Se llamaba Jill; hablaba demasiado,
llevaba la ropa demasiado ceñida y la forma con que masticaba la tapa de su
bolígrafo me recordaba a un animal que intentara liberarse de una trampa. No
tenía nada que ver con la forma en que la señorita Lucia sujetaba pensativamente
el extremo del boli entre los dientes cuando estaba muy enfrascada en sus
pensamientos. Eso era algo sutil y sexy ; esto era obsceno. Inaceptable. El martes
por la tarde y a no estaba.
La semana continuó más o menos igual. Pasé por diferentes asistentes. Oí la
risa atronadora de mi hermano en el pasillo al lado de mi despacho más de una
vez. « Imbécil» . Él ni siquiera trabajaba en esta planta. Empecé a sentir que la
gente estaba disfrutando demasiado con mi infortunio e incluso empecé a verlo
incluso como un caso de recoger lo que había sembrado.
Aunque no tenía ninguna duda de que Sara había informado a la señorita Lucia
de mis pesadillas con los asistentes temporales, recibí varios mensajes de texto de
ella durante la primera semana para ver cómo iban las cosas. Empecé a
esperarlos con ansiedad, mirando incluso mi teléfono periódicamente para
comprobar que no me había perdido la alerta de llegada. Odiaba admitirlo, pero
en este punto habría vendido hasta mi coche para tenerla de vuelta a ella y a sus
maneras de arpìa Además de echar de menos su cuerpo, algo que necesitaba
desesperadamente, también echaba de menos el fuego que había entre nosotros.
Ella sabía que y o era un cabrón y lo aguantaba. No tenía ni idea de por qué, pero
lo hacía. Durante esa primera semana que estuvimos separados empezó a crecer
el respeto que tenía por su profesionalidad.
Cuando pasó la segunda semana sin un solo mensaje de ella, me encontré
preguntándome qué estaría haciendo y con quién. También me pregunté si habría
intercambiado más llamadas con Joel. Estaba bastante seguro de que no habían
vuelto a verse y de que ella y yo habíamos llegado a una precaria tregua con
respecto al incidente de las flores. Aun así, no sabía si él habría vuelto a llamarla
para ver cómo iban las cosas y si intentaría empezar algo mientras ella estaba en
su casa.
Su casa. ¿Estaba en su casa ahora, con su padre? ¿O ya consideraba Chicago
como su casa? Por primera vez se me pasó por la cabeza que si su padre estaba
muy enfermo, ella podría decidir volver a Dakota del Norte para estar con él.
Joder.
Empecé a hacer la maleta para el vuelo del domingo por la noche cuando oí
que mi teléfono sonaba en la cama, al lado de mi maletín. Al leer el nombre de
la pantalla sentí un leve escalofrío.
Lo recogeré mañana a las 11.30. Terminal B, cerca de los monitores de
llegadas. Mándeme un mensaje cuando aterrice.
Me quedé quieto un momento mientras me hacía a la idea de que íbamos a
estar juntos al día siguiente.
Lo haré. Gracias.
De nada. ¿Ha ido todo bien?
Me quedé un poco sorprendido de que me preguntara por el resto de la
semana. Estábamos en un territorio desconocido. Mientras trabajábamos ella me
escribía mensajes y correos electrónicos con frecuencia, pero normalmente nos
limitábamos a simples respuestas de sí y no. Nunca nada personal. ¿Era posible
que ella hubiera pasado una semana tan frustrante como la mía?
Muy bien. ¿Y tú? ¿Cómo está tu padre?
Me reí y pulsé « Enviar» ; esa situación se estaba volviendo cada vez más
extraña. Menos de un minuto después recibí otro mensaje.
Todo bien. Lo he echado de menos pero tengo ganas de volver a casa.
« A casa» . Me fijé en las palabras que había elegido y tragué saliva; de
repente sentía mucha tensión en el pecho.
Mañana nos vemos.
Puse el despertador del teléfono, lo coloqué en la mesita de noche y me senté
en la cama al lado de mi equipaje. Iba a verla en menos de doce horas.
Y no estaba muy seguro de cómo me hacía sentir eso.

Hermoso desastre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora