A las lejanías de Masachusset, en un pueblo llamado Concordia, existía una familia conformada por cinco hermanas: Anne, Meg, Jo, Amy & Beth, además de un hermano por elección, su vecino, Theodore "Laurie" Laurence, quien como un gesto de agradecimie...
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Risas se escuchaban a lo largo y ancho de la residencia Aubrey Hall, habian transcurrido un par de días tdesde la feliz noticia y el joven matrimonio no podía estar más enamorado. Acordaron que por lo pronto, solo los más cercanos sabrían la noticia, por lo que a primera hora del día siguiente, Anne escribía cartas individuales para cada una de sus hermanas, describiendo de manera diferente tan acontecimiento.
Mientras a Meg le contaba alegremente sobre su emoción de formar una familia, a Amy le recordaba que aun así seguiría siendo una de sus hermanas favoritas, a Beth le bastaba con saber que irían personalmente para que conocieran al nuevo integrante y a Jo... bueno a Jo tuvo que escribirle una carta explicándole detalladamente su condición, recordarle que no le mencionara aun nada a Eloise, y recalcando constantemente lo feliz que era ante la noticia.
Jo podía odiar muchas cosas de la sociedad, sobre todo el estándar de que una joven debutante debía encontrar a un caballero, de preferencia que sea lo suficientemente rico como para llevarla al altar y darle bebes, pero si Anne se mostraba feliz ante la idea, no se negaría.
Por su parte Anthony, convenció a su esposa de decirle a todo el personal de servicio, necesitaba mantenerla segura, saber que incluso en su ausencia, por viajes de trabajo, Anne estaría a salvo. Incluso, aunque ella no apreciará aun la necesidad de que supieran de su condición.
El vizconde ya estaba pensando el tener cautiva a su princesa para que nada le pasara en los próximos siete meses.
¿Qué mejor torre que sus brazos alrededor de ella? Sus labios atrapados bajo los suyos, su cuerpo pegado al de él y sus ojos puestos sobre su mirada, creando la combinación perfecta que esperaba tener toda la vida: Café con Azul. Y es que solo Dios sabia, lo mucho que Anthony veneraba a su esposa, podría verla todo el día y jamás se cansaría.
Se encontraban desayunando juntos en la sala principal, uno frente al otro, mirándose fijamente. Retándose. Anne le resultaba tan irresistible que el simple hecho de tenerla ahí provocaba querer llevarla hasta su regazo, más cuando le lanzaba una mirada y una sonrisa dulce acompañados de su silueta marcada consecuencia de su vestido celeste, había optado por usar guantes cortos que Anthony estaba bastante dispuesto a quitar.
