A las lejanías de Masachusset, en un pueblo llamado Concordia, existía una familia conformada por cinco hermanas: Anne, Meg, Jo, Amy & Beth, además de un hermano por elección, su vecino, Theodore "Laurie" Laurence, quien como un gesto de agradecimie...
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La residencia Hastings se encontraba en este momento más iluminada de lo normal. Decenas de velas colocadas estratégicamente proporcionaban algo de luz y junto a una cantidad exagerada de flores alrededor del salón principal, hacían de esa noche aún más especial para todas las jovencitas de sociedad.
El ultimo baile.
La temporada de 1813, llegaba oficialmente a su fin.
Las emociones estaban divididas en dos: felicidad y tristeza. La felicidad desbordante de aquellas debutantes que lograron obtener finalmente un marido y la tristeza en aquellas que tendrían que esperar una nueva temporada para obtener su tan esperado final feliz.
Era el último baile para poder dar una buena impresión a los solteros codiciosos pero también era el último baile para Simon y Daphne juntos.
El acuerdo entre ellos después de tantos contratiempos familiares, estaba pactado. Esa sería su última noche juntos y probablemente no se volverían a ver hasta las fiestas familiares que caracterizaban a los Bridgerton.
Juntos, vieron al servicio colocar los últimos detalles y no fue hasta que dos pinturas fueron posicionadas enfrente de la gran pista que pudieron charlar un rato, volviendo a sentir aquella conexión que los caracterizaba.
Dos cuadros que a simple vista, eran las dos caras del matrimonio.
Un matrimonio feliz, lleno de luz y alegría como lo eran Anthony y Anne Bridgerton.
Y un matrimonio con problemas y sentimientos callados como lo eran Simon y Daphne Hastings.
Simon se sentía como un pez fuera del agua en estos momentos, realmente los bailes no eran de su agrado. Mucho menos, ser el anfitrión de uno. Se volvía el centro de atención de todos los invitados y todos buscaban mantener una conversación con él, crear relaciones estrechas con una de las familias más importantes de Londres.
Nadie lo sabía, pero la unión de ambos matrimonios había generado algo en la sociedad. Ya no eran solo una familia, eran una dinastía.
Intentaba ser lo más educado posible respondiendo a las preguntas de los insistentes caballeros sobre sus tierras y de cómo podían convertirse en socios.
