Epílogo

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Orion se levantó por el sonido irritante del timbre de su departamento. No había dormido tan bien en días y lo molestan cuando estaba a media pelea contra unos terroristas en Inglaterra. El timbre volvió a sonar y soltó un gruñido. Se levantó de la cama y se puso una camiseta y pants para ir a abrir a quien lo sacó de su sueño de agente del MI6.

—Si es Thompson... juro que lo echaré a patadas... — murmuró caminando por el pasillo.

Bostezó y estiró sus brazos para desperezarse. Abrió la puerta y vio a su hermana Charlotte frente a él.

—¡Ori!

La mujer lo abrazó efusivamente. Orion seguía desorientado y no sabía ni qué hora era. La efusividad del abrazo de su hermana lo sobresaltó.

—Charlotte... ¿qué haces aquí? — preguntó tomándola de los brazos.

—Qué cara tienes hermanito, ya son las dos de la tarde.

Su hermana le enseñó su celular. Era sábado y se acababa de despertar. Se rascó la cabeza y dejó pasar a Charlotte.

—¿Cómo está tu herida? — preguntó ella agarrando el brazo de su hermano.

—Esta mejor —contestó—. Me quitarán los puntos el lunes.

Los dos se sentaron en el comedor. Orion sacó dos cervezas del refrigerador y le dio una a Charlotte, quien la abrió y bebió un gran trago.

—Perdón Char, me acabo de despertar. Thompson me dio este fin de semana libre. Un milagro. — le contó Orion mientras encendía su celular.

—Te escuchabas muy cansado cuando hablamos ayer, así que no te culpo. Por fin pudiste dormir. Decidí venir a ver cómo estabas, en verdad me preocupaste cuando dijiste que te habían disparado.

—¿Le dijiste algo a mamá o papá?

—No. Hubieran querido venir a verte también.

—Sí los creo capaces.

Orion le contó a su hermana que el último día del juicio contra William Baker fue el día anterior por la mañana. La fiscal Isabel Garza consiguió un veredicto de culpable y una pena de veinticinco años en Rikers. Su abogado quiso hacer un trato con la fiscalía, pero Isabel se negó. Thomas Anderson por su parte acumuló treinta años por homicidio en primer grado y otros diecinueve por tentativa de homicidio.

—Le hicieron pruebas psicológicas al chico y resultó ser un sociópata en potencia. Eso no sirvió de mucho para alegar locura o actos cometidos por enfermedad mental; la jueza no lo aceptó.

Charlotte suspiró y recargó sus brazos sobre la mesa.

—Harry dejó Dattner —contó—. El útlimo día que lo vi lucía demacrado y muy diferente de su habitual elegancia y pomposidad.

—No me imagino cómo ha de estar Jonathan Baker. Isabel quiso presentar cargos contra él por tratar de encubrir a su hijo, pero el tipo es intocable. Su abogado le recomendó no hacerlo, pues la fiscalía quedaría en ridículo. Así de influencia tiene ese sujeto.

—¿Quién es Isabel?

—La asistente del fiscal de distrito. La asignaron a nuestro departamento.

Orion tomó un trago de cerveza y notó que su hermana lo miraba con curiosidad.

—¿Qué? — preguntó dejando la botella semi vacía sobre la mesa.

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