Capítulo 8

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La incomodidad de Freya era tan palpable que tenía que morder sus labios cada vez que miraba a su vecino, quien, no parecía en lo absoluto nervioso. Christopher rozo su pierna contra la de ella, haciendo que ella se remueva en la silla.

Christopher sonrió.

—¿Estás molesta?—pregunta el castaño sin ocultar la sonrisa de su rostro, sonrisa que se había formado de la nada.

—N-no—murmura la mujer con nervios, ¿qué le pasaba?, ¿por qué se ponía así?.

—Señorita Gatti, ¿está bien?—pregunta nuevamente, la mujer lo observa con una sonrisa, tratando de dejar sus nervios de lado.

—Sí, me encuentro perfectamente bien. No hay necesidad de que me lo pregunte a cada dos milisegundos—responde.

Ninguno deja de sonreír mientras continúan comiendo el almuerzo junto a una charla muy animada, con vino en medio, al término, Freya se adentra a la cocina con los trastes sucios. Christopher le sigue.

—¿Cuantos años me dijiste que tenías?—pregunta el castaño mirando como la mujer moja los trastes, él no puede alejar su mirada de las manos de ella.

—Veintiocho—responde la mujer con una sonrisa.

Christopher se relame los labios y asiente con la cabeza pensando en muchas cosas a la vez.

—Siendo tu marido y tu, la pareja más adorada por toda la ciudad, ¿por qué aún no tienen hijos?—pregunta él, colocándose tras ella, provocando un sinfín de sentimientos en ella.

La primera; un poco de excitación.

—Me lo han preguntado más de una vez...—responde la mujer sin voltearse.

—Tal vez no es el indicado—susurra el castaño muy cerca de la oreja de ella. —O tú no los quieres.

—Yo los quiero—murmura ella, sin embargo la mujer parecía estar en otro mundo mientras tenía al castaño atrás de su cuerpo.

—¿Entonces?—pregunta él.

La mujer se inclina un poco hacia el frente dejando piel de sus muslos al descubierto, Christopher no puede evitar imaginarse a el mismo en medio de ellas. Quiere tocarla, pero no puede, no debe.

—Aún no es tiempo—responde ella tragando saliva.

Tal vez sea el vino, tal vez sea la comida, tal vez están drogados o tal vez se deseaban mutuamente. Christopher lleva sus manos frente a los muslos de su vecina y los desliza sobre estos, asciende sus manos lentamente mientras su vecina empieza a temblar.

—¿Estás bien?—pregunta el castaño con una sonrisa, mientras tira de el lóbulo de la oreja de la mujer con sus dientes.

Freya asiente con la cabeza, por primera vez unas manos desconocidas tocaban su cuerpo, por primera vez un hombre que no era su marido estaba tocándola. Y tal vez se arrepentirá más tarde, ya que no paraba nada de lo que hacia aquel hombre desconocido.

El castaño sube sus manos hasta tocar la fina tela de sus bragas con sus dedos, la mujer parece mojarse al tener las manos de él ahí.

Ella separa sus piernas mientras se coloca más contra el lavabo, Christopher baja las bragas de ella con mucha lentitud, cuando va bajandolas por la mitad, Freya toma la muñeca de él, parando todo.

—¡Mierda!—maldice la mujer mientras se da vuelta viendo los ojos del castaño. —Primero me besas y ahora quieres sexo, ¿qué te pasa?—pregunta recolocandose las bragas, acomoda su ropa mientras siente la mirada del castaño sobre ella.

DimenticareDonde viven las historias. Descúbrelo ahora