Capítulo 11

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Freya se ata el cabello en una coleta de caballo, para ponerse a limpiar la casa. Aún no había hablado con su marido en todo el día, pero, tampoco lo necesitaba. Estaba bien sola y no quería a Brant rondando por la casa solo para decirle lo inservible que es.

La mujer comenzó a sacudir el polvo en los muebles, sin dejar de pensar en la infinidad de cosas que podía estar haciendo su marido en estos momentos. Para ella era muy fácil perder el control, sin embargo, su marido era menos impulsivo y más responsable en varios aspectos.

Freya se acerca a las ventanas para abrir todas las cortinas de su casa, la casa era enorme, irónico, ya que solo eran su marido y ella. No necesitaban tanto espacio, pero ellos se apresuraron a escoger una casa para ellos y sus futuros hijos.

Brant es el tipo de hombre que siempre soñó con tener una bella esposa, unos dos hijos, un perro y una familia feliz. Pero nadie podía ser feliz con él, por un problema del cual él sufría.  Nadie que no fuera su esposa podía lidiar con él.

El teléfono de la casa suena, Freya camina hasta éste para tomarlo en manos y contestar, sin siquiera fijarse en quien la molestaba en su tan divertida limpieza.

—Amore mio, ¿Cómo estás?—la voz de su marido resuena del otro lado del teléfono, ella sonríe.

—Bien. ¿Ya has llegado, cariño?—pregunta la mujer mirando una mancha en en el suelo.

Brant resopla.

—No, nos quedamos en la plata porque todos tenían calor ¿Sabías qué las mujeres de mis socios empezaron a coquetear con todos? ¡Que vergüenza!... Gracias a dios tu no eres así, Freya—musita el hombre, la mujer asiente con la cabeza oyendo sus palabras. —En fin, el vuelo va a salir en unos momentos. ¿Ya has almorzado?—pregunta el hombre.

—Aún no, cariño, estoy limpiando la casa—menciona la mujer.

—Bien, apresúrate entonces. Luego del mediodía, el hijo de Leonardo ira a la casa a entregarte unos papeles. Por favor cariño, compórtate—dice él.

—Cariño, será mejor que tu te encargues de eso—la mujer hace una mueca al mismo tiempo que resopla.

—Amore mio, entiendo que a veces soy un poco impulsivo. Pero está vez te prometo que no volveré a tocarte un solo pelo, porque es algo que yo te estoy ordenando a que hagas. ¿Está bien?—pregunta Brant.

Freya frunce los labios para maldecir una y otra vez. Esto no estaba en sus planes. Su plan era no ir al viaje para no encontrarse con su ardiente vecino, sin embargo resulta que el condenado tampoco fue al maldito viaje.

—Cariño, por favor—ella suspira.

—Esta bien, cariño. Cuando me entregue los papeles los pondré en tu oficina—él italiano al otro lado asiente con la cabeza.

—Ti amo Cielo. Ci vediamo la prossima settimana—dice el hombre con un italiano perfecto.

Freya vuelve a maldecir.

—¿Cómo que la próxima semana?—pregunta ella con nervios.

Brant, apaga el celular, ya va a despegar el avión—una voz femenina hace presencia en medio de la llamada.

—¿Con quién estás, Brant?—pregunta Freya con el ceño fruncido.

—Con nadie, cariño, hablaremos pronto. Te amo—dice el italiano antes de poner fin a la conversación cortando la llamada. 

Nadie lo llamaba Brant, todos le decían señor Meyer. Incuso en la empresa, cada mujer que había ahí lo llamaba por su apellido, teniendo en cuenta que él es un hombre casado y que no debería de ser llamado simplemente "Brant". Y en estos momentos Freya tenía muchas mas inseguridades que antes.

DimenticareDonde viven las historias. Descúbrelo ahora