Capítulo 7

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La morena sonríe al ver que ha logrado cubrir la quemadura de su brazo con maquillaje. A los diecisiete años sonreía por poder cubrir chupetones, ahora sonreía por poder cubrir marcas ocasionadas por su marido.

Brant se había ido a trabajar, no pelearon por la mañana, debido a que la morena hizo todo lo que su marido quería. Era eso, o soportar los gritos de su marido.

Mientras tanto, por el lado de Christopher, el castaño se encontraba hablando por teléfono con su mejor amigo, quien le aconsejaba que hacer y que no hacer.

—¿A qué hora ira?—pregunto el rubio del otro lado de la línea.

—Dentro de unos minutos, quiero suponer—responde el castaño apagando el horno.

—¿Ya has intentado besarle?—pregunta Zabdiel como si nada.

—¿Cómo que besarle?—Christopher frunce el ceño.

—¡Dios! ¡Amigo eres muy flojo!. ¿Acaso piensas que he conquistado a mi novia hablando?—una risa escapa de los labios del castaño.

—¿Tienes novia?—pregunta.

—No estamos hablando de mi—gruñe el rubio.

El castaño rueda los ojos; sabía mejor que nadie que su mejor amigo era todo un casanova y que no dejaría a ninguna mujer pasar por su lado sin que ellas recibieran piropo alguno, claro, piropos respetuosos. Sin embargo, Christopher no era un casanova, para nada, cada que hablaba con una mujer buscaba alguna forma de acercarse a ésta.

Nunca lo lograba.

Siempre las incomodaba a tal punto de que las chicas no volvieran a hablarle.

—Deja de ser flojo, bésala, no creo que ella no corresponda, hasta te hizo algo para comer; cualquier mujer no lo haría—el castaño suspira y asiente con la cabeza.

No besaría a su vecina, simplemente podía, mentirle al su mejor amigo, después de todo, Zabdiel no lo sabría.

—Si aparezco con el ojo morado, será culpa tuya.

Zabdiel ríe y el castaño cuelga la llamada, inclinó sus brazos sobre la encimera de la cocina colocando su cabeza en éstos.

¿Por qué besar a una mujer que no conoce?. Solo habían cruzado palabras ayer, aunque ella ya lo había visto en su santa gloria, estaba casada y besarle no sería algo prudente de su parte.

La puerta principal sonó, indicando la llegada de la mujer, Christopher mira su ropa y luego suspira, acercándose a paso rápido a la puerta, cuando llega a ésta, la abre. La morena estaba frente a él con un vestido suelto que le llegaba por las rodillas, unos zapatos altos de tacón, su cabello ondulado a los lados de su cara, junto a un maquillaje discreto... y vaya, la mujer aún con sus veintiocho años lucía como una mujer de dieciocho.

Christopher barre el cuerpo de su vecina con la mirada y una sonrisa se curva en sus labios.

—Señorita Gatti—susurra el castaño saboreando el apellido de su vecina, las mejillas de Freya toman un color rojizo.

—Señor Vélez—musita la mujer con el tono bajo, pero, seductor a la vez.

Las comisuras de los labios de la mujer se levantan, formulando una sonrisa. Christopher se pone a un lado para que la mujer pueda pasar a la casa, él no puede evitar mirar cada parte de la mujer. Ella era jodidamente seductora, aún si no se esforzaba en serlo.

Christopher podía besarle, darle un beso inocente, tal como lo haría si fuera un adolescente. Nadie tendría que saberlo, ¿no?.

El castaño cierra la puerta tras de sí y camina junto a la mujer hacia su comedor, al llegar a la estancia, la mujer se acerca a la silla, Christopher es más rápido y como todo un caballero, saca la silla y le da asiento.

DimenticareDonde viven las historias. Descúbrelo ahora