Capítulo 12

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Christopher se encontraba al fin frente a la puerta de su vecina, con varios papeles en sus manos, su plan era dejarle esos papeles e irse nuevamente a su casa, donde dejó a su mejor amigo, Zabdiel no pudo evitar molestarlo por ello, aunque Christopher no tenia segundas intenciones, Zabdiel hacia parecer que sí. 

El castaño golpeó la puerta de la casa de la mujer.

Pasan los minutos y ella aún no abre la puerta, el castaño (muy impaciente por verla), golpea nuevamente la puerta, haciendo varias muecas, pero no hay rastro alguno de la mujer. Unos seis minutos más tarde, la morena abre la puerta.

Christopher no puede evitar reír al verla andar con esas fachas.

Traía un atuendo no muy apropiado para una mujer de clase social alta, un atuendo que definitivamente volvería loco a su marido, porque él se ha dignado a que ella vista con ropas de marca, incluso cuando está sola en casa.

—Buenos días—dice Christopher dedicándole una sonrisa. —¿A donde va tan arreglada, señora Meyer?—pregunta con sarcasmo.

—No estoy de ánimos para lidiar contigo, Vélez; déjame lo que debes dejarme y lárgate—gruñe ella.

—¿Y ese humor de perros, dolcezza?—el castaño arquea las cejas, Freya resopla tendiéndole la mano a Christopher, pidiéndole los papeles sin una sola palabra.

El susodicho simplemente sonríe para negar con la cabeza, la mujer frente a él baja la mano y se cruza de brazos. Pensando en lo odiosas que aveces tendían a ser las personas-

—Por favor señor Vélez, páseme los malditos papeles de una vez por todas—gruñe la mujer.

—¿Puedo pasar?. Quiero que esto llegue sano y salvo a manos de su marido. No quisiera que lo vayas a manchar con algo—el castaño hace una mueca; la mujer arquea las cejas.

—No soy una niña, no voy a manchar nada—rueda los ojos. —Y tampoco te dejaré entrar a mi casa—responde decidida.

Christopher asiente con la cabeza mientras la observa de pies a cabeza, subiendo los ojos muy lentamente, repasando su cuerpo con la mirada.

—¿Por qué no?—pregunta él.

—Porque no esta bien visto que...—.

—Ya me has dicho lo mismo como seis veces y la última vez que nos vimos casi hacemos cosas que una mujer casada no debería hacer con otro hombre que no es su cónyuge—se encoje de hombros haciendo una mueca divertida.

—¡Agh! ¿Por qué eres tan infantil?—pregunta la mujer resoplando nuevamente.

—¿Yo soy el infantil?. ¡Tu eres la que no me deja entrar!—dice el antes de soltar una risa sarcástica. —¿Tienes miedo de mi, Freya? ¿Acaso te he hecho algo?. No te voy a morder.

—¿Sabes qué? ¡Al demonio!—exclama ella poniéndose a un lado, Christopher sonríe para pasar al interior de la casa de ella.

La mujer cierra la puerta tras de sí para seguir a Christopher, cuando de pronto él para su paso, quedando en medio de la sala. Se voltea para mirar a la morena, quien esta cruzada de brazos y con un semblante serio.

—¿Acaso viven con alguien más aquí?—pregunto Vélez.

—Tu casa es el doble de grande, no jodas—gruñe ella caminando hacia las escaleras, Christopher la sigue, sin saber a dónde se dirigía.

Freya sigue caminando hasta llegar frente a la puerta de la oficina de Brant, ella suspira viendo la manija. No la abre, por estar pensando en lo incorrecta que se volvía toda la situación, su marido le había dicho que Christopher le dejaría los papeles y se iría.

DimenticareDonde viven las historias. Descúbrelo ahora