20.- "El anillo maldito".

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Kon había caminado un poco por aquél sendero rocoso, la cueva se hacía más y más oscura conforme más avanzaba, aunque en ciertos puntos tenía unos cuantos hongos luminiscentes que brindaban una tenue aunque escasa luz a la oscuridad que se cernía en la cueva, caminó un poco más hasta que paró en seco cuando se dió cuenta de una presencia, una extraña, una que le llamaba insistentemente, no conocía ese sentimiento, era algo nuevo para él, pero no pudo resistirse y acabó por seguirla, ése llamado lo llevó hasta unas extrañas escaleras, que poseían unas runas con una antigüedad notable, al estar tan atento en aquella fuerza que lo llamaba, no les prestó mucha atención.

Bajó por las escaleras y se encontró con una cámara llena de lo que parecía ser un montón de joyas, como si de un tesoro escondido se tratase, pero no paró ahí, algo en esa habitación le llamó la atención, era una pequeña caja que se encontraba en la cámara central del cuarto, parecía tener unos grabados extraños, se acercó lentamente y unas voces comenzaron a escucharse por su mente, las cuáles conforme más se acercaba, más se intensificaban, ninguna de esas voces le era conocida, al tocar la pequeña caja, pudo notar que ésta estaba hecha de rubí y que en ella habían marcas extrañas grabadas, casi como si de un lenguaje extinto se tratase.

Acto seguido se sintió forzado por mero reflejo a abrir aquella pequeña caja, encontrándose así con una inmensa oscuridad que se terminó por escapar de la pequeña caja, casi en forma de pequeñas polillas negras, dejando ver un pequeño y hermoso anillo dorado, algo en éste atraía instintivamente a Kon, haciendo que sin pensarlo dos veces se lo colocara en uno los dedos de su mano izquierda.

Grave error.

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Nobi sintió el llamado del pequeño hechizo que le había puesto a Kon, haciendo que éste apareciera en la gran cámara de tesoros, llevándose una gran sorpresa.

Una criatura de tamaño notable con apariencia malévola se hacía presente en el centro, su aspecto se asemejaba al de Kon, pero una gran presencia de oscuridad invadía ese ser, pues sus brazos y piernas se encontraban completamente infectados con ésta, formando así una apariencia felina con largas y afiladas garras, sin olvidar una grandes y poderosas alas que sobresalían de su cuerpo y una cola de lo que parecía ser un león.

-¿K-kon? - preguntó Nobi extrañado, pues no comprendía que era lo que pasaba.

Aquella criatura lanzó una gran carcajada, casi psicodélica, e ignorando aquella pregunta hizo una pequeña presentación, sin ver siquiera a Nobi directamente al estar de espaldas.

-¡Teman ante mí!, ¡Teman ante mí poder supremo!, ¡Finalmente soy libre!, soy ¡¡¡LIBRE!!!, he pasado tanto tiempo encerrado, ¡¡¡témanme!!!, ¡¡¡tiemblen ante mí gran y siniestra presencia!!!, ¡¡¡Finalmente, puedo gozar de lo que se me ha negado, por fin tengo el control de éste cuerpo, ya no soy más una sombra!!!- aún de espaldas.

Nobi estaba inmóvil, su sola voz estruendosa y aquella oscura presencia, impedían que éste siquiera se moviera, tenía miedo, un miedo indescriptible, sus instintos le pedían a gritos que huyera y que abandonara el lugar lo más rápido posible, pero el no se iría sin Kon, así que uniendo fuerzas, intentó preguntar:

-¡¿Q-qué eres y qué diablos le has hecho a mi amigo?!- éste hacía todo lo que podía para sonar lo menos temeroso posible.

Finalmente, la criatura le dirijió la mirada a Nobi, era una mirada afilada, tanto así que éste pudo sentir casi como aquellos ojos serios y puntiagudos lo traspasan de un lado a otro, esa mirada estaba llena de maldad, el pequeño ciervo se quedó completamente petrificado, ahora no podía moverse por más que sus piernas lo quisieran, luchaba por poder huír, mientras aquella criatura se acercaba lentamente, hasta que finalmente llegó a Nobi, agachándose un poco para quedar cara a cara.

Nobi, ya contaba con unas pequeñas lágrimas que sobresalían tímidamente de sus párpados por el temor, el ser misterioso se acercó un poco más haciendo que Nobi cerrara las ojos bruscamente por el miedo que sentía, haciéndole ver como si de un pequeño gatito indefenso se tratara.

Lo que parecía ser Kon se quedó estático un tiempo y después de unos segundos, Nobi pudo sentir como una mano tomaba su mentón suavemente y la otra tomaba su otra mano con delicadeza.

Aquella bestia, parecía haberse calmado de alguna manera, y con una voz suave dijo con una sonrisa coqueta:

-(No sé por qué siento ésta extraña sensación tan reconfortante, me siento tranquilo, me siento en calma, como si estuviera en... casa) ..... Tú..... Pareces ser alguien especial para mi... - dijo un poco más serio, pero en un tono tranquilo.

Nobi no comprendía que era lo que pasaba, así que, sorprendido de aquella reacción, no pudo formular palabra alguna, estaba tan confundido.

-Por alguna razón... Ya no me siento... Tan enfadado...-

Aquella voz fué disminuyendo, hasta que finalmente la presencia malévola desapareció, dejando que Kon volviese a la normalidad.

Éste mismo, no tardó mucho en desmayarse, Nobi asustado acudió a él lo más rápido posible y pudo ver aquello que había poseído a Kon, era ese anillo, preocupado intentó sacárselo lo más rápido posible sin éxito alguno, ya que éste se había aferrado completamente al cuerpo de Kon.

Kon había sido maldecido por un hechizo, uno que podía llegar a ser muy peligroso.

Aquél pequeño ciervo entró en pánico al ver que su amigo no respondía, recurriendo así a la magia sanadora, desesperado comenzó a intentar curar a su amigo, sin mucho éxito.

No dejaría que Kon muriera, mucho menos en sus brazos, no de esa manera.












(*Pequeño paréntesis \ ° v ° / cuando una criatura mágica utiliza demasiado poder, puede ser dañino para su propio organismo, debido a que se utiliza un porcentaje de su propia vitalidad para poder sanar a otra persona, por cierto gracias por leer :3*).

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