Capítulo VII

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La noche anterior, había oído a Tsumiki decir que ya tenía dinero suficiente para ir a comprar una nueva flor. Y hasta el momento en que habían ingresado a clases, aún no se decidía. Pero nada le impedía que fuera a ir esa misma tarde.

Pasó una mano por su rostro, cansado de los ejercicios que acababa de dejar el profesor. Por un momento levantó la mirada, dirigiéndola a donde estaba ______ Kikuchi, casi del otro lado del salón.

La notaba decaída. Hasta su aura podía percibirse de esa forma. Parecía débil. Incluso no la había escuchado en toda la mañana. ¿Que pasaría con ella? Apenas el día anterior estuvo haciendo una gran presentación, en su opinión, sobre un trabajo asignado. Incluso animaba al resto de los compañeros.

Y ahora parecía que, si la animarán todos los que ella animó, no serían suficientes.

Quizás no estaba mal emocional, sino físicamente. Podía ver qué su tono de piel había disminuido ligeramente, casi ni se percibía a simple vista. Solía agarrar su cabeza de vez en cuando, y Gen Tanaka volteaba a ella a preguntar algo preocupada, mientras que la chica asentía con una sonrisa forzada.

Respiró profundo para dejar escapar el aire por sus fosas nasales, así volver a concentrarse. Tal vez habían pasado cinco minutos y ni cuenta se había dado.

Tenía las manos en los bolsillos y, en una de ellas, el dinero que le había dado su hermanastra

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Tenía las manos en los bolsillos y, en una de ellas, el dinero que le había dado su hermanastra. El pedido de esa vez era un alhelí. Iba sin la menor idea de cómo lucía, pero la Kikuchi le quitaría esa duda cuando fuera a entregársela. Y probablemente le daría una más.

Al ingresar a la florería, solamente se encontró con dos muchachos atendiendo. Uno ya lo había visto la vez anterior, hacia ya más de una semana. Pero el otro no, aunque tuviera cierto parecido con el que ya conocía.

—¿Puedo ofrecerle algo?— preguntó el más joven, acercándose a él sin muchos ánimos.

—¿Tienen alhelí?

Sentía que aquello sería rápido si aquel muchacho mostraba cero interés en atenderlo. Hasta veía las probabilidades de no llevar otra flor.

—Taro, ¿cuáles son los alhelí?

Volteándose al mayor que envolvía a duras penas un girasol, notó que no tenía ni la menor idea en aquello.

—Esta semana no hemos traído— informó, pasando una de sus muñecas por su frente, intentando acomodar unos cabellos que habían caído.

—No tenemos— repitió —. ¿Qué más quisiera?

—¿Alguna flor parecida?— no se iría a casa sin nada en manos, sino Tsumiki llegaría a desanimarse.

—Taro, ¿alguna flor parecida al alhelí?— nuevamente se giró a preguntar.

Todos sus pensamientos al respecto de que aquello sería rápido, se esfumaron de inmediato como aparecieron. Parecía que realmente comenzaba a extrañar a la muchacha, que más experiencia mostraba y tenía.

—No sé realmente— respondió acabando con la envoltura, que más o menos había quedado.

—Elige mejor la que más te guste— fue todo lo que dijo cuando lo volvió a ver.

Megumi rodó los ojos con pesar para acercarse a las macetas a observar todas las flores que allí habían, intentando elegir la que pensaba que más le gustaría a su hermanastra.

—¿Qué sucedió con la muchacha?— interrogó de la nada, odiando aquella situación.

—¿A quién? ¿Mi hermana, _____?— parado a un lado, el de cabellos oscuros asintió —Está enferma. Comió algo que le cayó mal.

—Ojalá se mejore pronto— porque para la próxima vez que fuera, preferiría que la atendiera ella y no ninguno de esos dos chicos, que resultaban ser sus hermanos.

—Lo mismo digo...— se quejó en medio de un murmuro el menor, desviando la vista a otro lado.

Fushiguro jamás pensó que no ser atendido por la chica fuera la cosa más desastrosa; de lo contrario, creyó que sería mil veces mejor. Pero si se ponía a comparar tantos puntos, como el conocimiento y la atención al cliente, _____ Kikuchi se llevaba todos los posibles.

Finalmente tomó una flor, a la cual le decían gladiolo por lo que descubrió. Y, como esperó, terminó volviendo a casa con una sola.

 Y, como esperó, terminó volviendo a casa con una sola

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FLORES |Megumi Fushiguro y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora