Capítulo IX

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Y esa misma tarde volvió a trabajar

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Y esa misma tarde volvió a trabajar. No quería estar un día menos allí, siendo un sitio que tanto le gustaba. Hasta sentía que el olor del sahumerio no lo sentía desde hacía mucho tiempo.

Ató su delantal a su cintura, mientras veía como Taro acababa de atender a una pareja. Otro día en el que Rai pedía cambio de turno, sólo por una partida de videojuegos que tenía en esos mismos momentos.

—En la mañana hubieron muchos más clientes. Que bueno que finalmente hay un momento para descansar— mencionó el mayor, apoyándose en el mostrador.

—¿Quieres que te prepare un poco de té?— preguntó _____, sentada en una de las butacas altas.

—Por favor.

Y la Kikuchi se bajó para ir al cuarto que quedaba detrás de ella, a hervir un poco de agua. No hacía falta preguntar qué sabor quería exactamente su hermano, ya que sabía que siempre tomaba el común. Era reacio a probar los saborizados.

A los dos minutos, el mayor volteó a ver a la puerta, notando que llegaba otro cliente.

—Hola, ¿puedo ofrecerte algo?— preguntó tranquilamente, parándose de debida manera.

Megumi Fushiguro miró a todos lados, en busca de la muchacha.

—¿_____ Kikuchi está atendiendo ahora?

—Claro, ya la llamo.

Desapareciendo por una puerta, el de cabellos oscuros se dispuso a ver unas cuantas flores que estaban por allí. Tsumiki lo había mandado con tal de conseguir un pequeño ramo barato, así le daba una flor para cada una de sus amigas.

A parte, aunque pareciera un mero capricho, quería que ella lo atendiera por los motivos que solía dar cada que pensaba en ello.

—Buenas tardes, Fushiguro.

Al oír su voz, giró a donde estaba, notando que le estaba regalando una grata sonrisa. Él solamente asintió a su saludo.

—¿Qué necesitas?— preguntó mientras se aproximaba a donde se encontraba.

—¿Cuál es el ramillete más barato que tienen?

—Hoy hemos rebajado los claveles que llevaste junto a esa muchacha. ¿Quisieras esos si no hay problema?

—Bien— aceptó, para luego ver como ella iba directo a buscar media docena de esas flores.

—¿Algún color en específico?

—No.

Sin decir nada, _____ fue a buscar las más bonitas, tomando nuevamente como aquella vez una de cada color, agarrando seis en total. Y como acostumbraba, una de más. Sosteniéndolas con cuidado fue en busca del papel para envolverlas, colocándose en el mostrador para comenzar con ese trabajo.

—Mi hermana me las pidió para regalárselas a sus amigas.

Levantó la mirada a él, aún manteniendo la cabeza algo gacha por lo que hacía. Admitía que le sorprendía el hecho de que le hablara sin que le preguntara, o para decirle que había una de más.

—¿Por la noticia de anoche?— interrogó acomodando los claveles con cuidado, para tomarlos nuevamente e ir en busca de otros.

—Sí... ¿Qué haces?— frunció el ceño ligeramente confundido.

—Los cambiaré simplemente.

Los dejó en donde habían estado para tomar en su lugar seis claveles rosados, los cuales ella le daba el significado de amistad. Y antes de tomar otro más, decidió frenarse y girarse en su dirección.

—¿Cuál te parece más linda?

Ladeó la cabeza algo extrañado, mientras volteaba a ver todo el interior del local. Hasta que cayó en cuenta que debía de tratarse para darle una a él. Entonces, Megumi negó.

—Vamos, al menos dime un significado— insistió animándolo a hablar. Y de nuevo negó.

Bien, lo elegiría en lugar del apellidado Fushiguro.

Analizó un poco las flores que habían de ese lado, para ir al otro, encontrando una que le agradaba para el chico de cabellos oscuros. Una prímula. Volvió al mostrador, acomodando las flores.

—¿Las coloco en distintas envolturas?

 —No, así están bien.

Entonces los claveles quedaron bien envueltos, más bonitos de lo que estaban. Megumi, fugazmente, observó la que había quedado fuera de ese grupo, preguntándose el para qué la había sacado.

—Aquí están— le extendió el ramillete, a la vez en que recibía el dinero —. Y ésta es para ti— le pasó con una sonrisa la pequeña que estaba excluida.

—No tengo opción, ¿verdad?

—No, y sería muy descortés no recibir un regalo— ensanchó su mueca positiva, cosa que no pudo evitar.

El chico dejó escapar algo de aire por sus fosas nasales, para estirar la mano que le quedaba libre.

—¿Cómo se llama?— interrogó cuando ya la tenía, a la vez en que la veía con algo de suavidad a la flor.

—Es una prímula. Representa la juventud, y también la renovación. Espero que esta primavera te traiga buenos cambios— agregó.

Cuando Fushiguro levantó la mirada a ella, la Kikuchi desvió su vista a otro lado. Había llegado otro cliente.

—Gracias...— asintió ligeramente, para dar media vuelta para encarar a irse.

—Vuelve pronto, nos vemos.

Oyó como se despedía para luego saludar a quien acababa de llegar. No sabía porqué, exactamente aquel detalle, lo había animado un poco. 

 

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FLORES |Megumi Fushiguro y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora