Capítulo VIII

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Al otro día no pudo asistir a clases, pero al siguiente, sí. De lejos se notaba que estaba muchísimo mejor, hasta ya comenzaba a ser atacada de tantas preguntas respecto a las plantas. Algunos pedían consejos para saber qué flores podían regalar en una declaración, otros para sus familiares, o sus amigos. Todo gracias a una noticia en televisión, la cual decía que a esas alturas de la primavera era ideal hacer un obsequio de ese estilo.

_____ sólo pedía un día tranquilo tras haber estado enferma ese último tiempo. ¿Pero cómo decírselo a adolescentes que se agolpaban para tener una respuesta, pareciendo casi animales?

Pero, para sorpresa de todos, cuando Megumi Fushiguro habló diciendo que todos regresaran a sus lugares y dejaran de armar tanto alboroto, fueron haciendo caso lentamente a la vez en que la apellidada Kikuchi decía que él tenía razón.

—Están todos muy intensos— comentó Gen, echándose hacía atrás en su asiento, para decírselo a su amiga.

—Y eso que la primavera comenzó hace unas semanas— negó con ligero cansancio —. El dolor de cabeza volverá sin que lo llamen— agregó con algo de diversión.

—No digas eso que me diste un buen susto cuando casi te desmayas camino a tu casa— dijo como si fuera su madre —. Ni hubieras venido si te sentías mal.

—Igual, ya estoy bien. No comeré más barras de arroz pasadas de tiempo...— mencionó algo asqueada.

Voltearon a ver al frente, notando que el profesor de la primera hora llegaba. Y parecía que también tenía ganas de hablar sobre plantas, pero lo bueno de ello, era que él respondería sus preguntas.

—Odiaré las flores cuando salga de aquí— murmuró la Tanaka, ganándose una mala mirada por parte de la otra chica.

—Odiaré las flores cuando salga de aquí— murmuró la Tanaka, ganándose una mala mirada por parte de la otra chica

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—Entonces... ¿qué flor me recomiendas para declararme?

Izumi, uno de sus compañeros, había pedido hablar a solas con ella en el primer receso. Y tal y como lo había predicho _____, tenía que ver con esos regalos primaverales.

—¿Es del salón? ¿Es Sato?— preguntó respecto a la chica con la que siempre solía estar. Sabía que quedaba como entrometida en donde no la llamaban, pero algo de curiosidad le había dado.

—Sí, ella misma— asintió el muchacho.

—Mm...— quedó pensando un momento.

En ello, el apellidado Izumi veía a la espalda de la Kikuchi, notando como alguien se posaba detrás de ella. Un ligero movimiento del chico, ocasionó que _____ dejara de pensar un instante, sabiendo a la primera que debía voltear a ver.

—Fushiguro, ¿se te ofrece algo?— preguntó confundida. ¿También le pediría una recomendación?

—Primero termina con él— indicó seriamente.

Ella asintió. Parecía que lo que pensaba si era verdad. Nunca pensó que Megumi fuera a pedirle un consejo de flores.

—Para ella, es perfecta una margarita blanca. Un significado muy lindo que tiene, es "sólo tengo ojos para ti". ¿Qué te parece?

—Me convenciste a la primera— sonrió aliviado el chico, sintiendo cierta incomodidad por el tercero allí —. Muchas gracias, Kikuchi— e hizo una reverencia.

—No, no hace falta, en serio— negó con sus manos, dando a entender que aquello estaba de más a su parecer —. Si vas peinado como ella dice que le gusta, también le mostrarás que estás atento a sus palabras.

—¡Genial! Lo había tenido en mente de todos modos— y comenzó a alejarse —. Nos vemos luego.

Quedando finalmente sola junto al muchacho de cabellos oscuros, terminó volteando a él.

—¿Qué necesitas?— preguntó con algo de curiosidad, al mismo tiempo en que una sonrisa se pintaba en sus labios. Realmente conocería un lado que no esperaba de Fushiguro.

—Quería saber cómo estabas.

A sus palabras, no pudo evitar sorprenderse. Abrió un poco más sus ojos, borrando por segundos esa mueca positiva de sus labios. Realmente, estaba conociendo un lado que jamás había visto.

—Bien.

—¿Ya no te sientes tan enferma?

—No. Si fuera así, creo que no estaría aquí— dijo soltando una ligera risita, sintiendo un pequeño calor sobre sus pómulos.

—Que bueno saberlo.

Fushiguro desvió la mirada a otro punto, desconociendo una manera de irse de ahí. Su inconciente lo había llevado a donde estaba para preguntarle sobre su estado, moviéndose sin problema alguno hasta hallarla.

—¿Por qué? ¿Lo dices por lo de la tienda?

Volvió a _____, alzando un poco una de sus cejas. No tendría que extrañarle que supiera que había preguntado sobre ella.

—Mi hermano me dijo que alguien preguntó por mí, y supuse que eras tú. Pero creo que me equivoqué— esta vez, Kikuchi fue quien vio en otra dirección.

Él no le diría nada, aunque si fuera quien había interrogado al respecto ese día. De todos modos, no dudaba que un día supiera que si lo fue.

Aún así, en ese momento se centró en el hecho de que no había pedido disculpas por su error. Y tenía razón su amiga, parecía que se iba fortaleciendo. Tuvo que dar media vuelta para comenzar a irse, ya que sentía que no podía reprimir la pequeña sonrisa que quería aparecer en su rostro.

 Tuvo que dar media vuelta para comenzar a irse, ya que sentía que no podía reprimir la pequeña sonrisa que quería aparecer en su rostro

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FLORES |Megumi Fushiguro y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora