Capítulo XXI

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Arreglando las flores para que pareciera que no estuvieron en ningún cesto hacia días atrás, y les echó más agua al jarrón en las que estaban, a un lado de la cama de Tsumiki. Arrimó una silla y se sentó allí, viendo a su hermanastra tendida sobre ese mueble.

Llevaba días así.

Notaba lo lento que respiraba, como si solamente durmiera. Pero él sabía que de una maldición debía de tratarse.

No le daría vueltas al tema, porque peor lo hacía sentir. Quería decirle cuánto lo sentía por actuar como lo hizo, como un idiota.

A parte, necesitaba a alguien con quién hablar y ella era más que la indicada.

—Tsumiki...

Habló después de mucho tiempo en aquella vivienda.

—Te extraño aunque te esté viendo...— confesó, dejando caer su cabeza al tiempo en que apoyaba sus codos en sus rodillas separadas —. Y soy un completo idiota...— pasó una mano por su nuca, todavía en la misma posición.

Alzó la vista, percatándose que seguía igual. Y claramente lo seguiría estando. No cabía duda.

—Sé que me enviabas a comprar flores para que hablara con Kikuchi, además de que te empezaron a gustar... Por favor, hazlo de nuevo, necesito una excusa para siquiera hablar con ella y explicarle...

Esta vez, se echó en el respaldar de la silla para quedar viendo el techo de la habitación.

—Cometí un error... Hice que ella me dejara de hablar... Tampoco me he acercado...

Observó el tranquilo semblante de la mayor, viendo que apenas se movía por el simple hecho de estar respirando.

—¿Y sabes qué? Me has hecho enamorar de ella durante estos meses... Nunca pensé que conocería a alguien como lo es _____ Kikuchi...

Bajó la vista a sus manos que jugaban entre ellas, cayendo entre sus piernas. Y pasó una mano a su hombro izquierdo.

—Aquí se supone que me dirías algo así como "ve y habla con ella", "no sé qué pasó entre ustedes, pero ve con ella" o "todo estará mejor después de hablar". ¿O tienes otra propuesta?

Claramente, respuesta de su parte no hubo.

Megumi cerró un momento sus ojos, dejando escapar un lento suspiro desanimado.

—¿Al menos me preguntarás si estoy estudiando para los próximos exámenes?

Sabía que por más que hablara, nada pasaría. Se incorporó un poco para acomodarle algunos cabellos, mirar las flores que ya estaban a punto de secarse por completo y salir de allí, cerrando lentamente la puerta detrás de él.

 Se incorporó un poco para acomodarle algunos cabellos, mirar las flores que ya estaban a punto de secarse por completo y salir de allí, cerrando lentamente la puerta detrás de él

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—Rai, bájale el volumen a la música— dijo _____ abriendo la puerta de su cuarto, para así asomarse y pedirle aquello a su hermano.

No escuchó nada de su parte, y mucho menos que hiciera algo al respecto. Si iba hasta allí, sería motivo para pelea. Odiaba darle significados malos a las flores, pero por cosas así se los daba todos y dirigidos al menor.

Fue a donde estaba su madre, y decirle que quería estudiar y Rai no la dejaba por la música. Tuvo suerte de que a ella si le prestara atención, aunque lo realizó algo molesto mientras veía a su hermana hacerle caras desde el pasillo.

—Tú ya ve a estudiar— habló su progenitora, al notar lo que hacía su hija y siendo ahora el menor el que realizaba distintas muecas de burla.

De nuevo en su cuarto, se sentó y miró todo el material que tenía para resumir y aprender en una semana. Si se lo proponía, lo lograría. Pero aquella calma en tiempos de estudio, no se daban con mucha frecuencia en su hogar. 

Volteó su cabeza en dirección en la que se hallaba la ventana, viendo que aún estaba soleado. Y, sin querer, observó las pocas flores que tenía allí.  Todas eran crisantemos, que era considerada una de las plantas de la suerte. A parte de significar felicidad y longevidad.

Esperaba que le levantara los ánimos para estudiar y de lo sucedido hacía unos días. También quería suerte para que las cosas con Megumi Fushiguro. Podría agregar algunas que llegaran a significar valentía para, siquiera, acercarse a él a hablar.

Se avergonzaba de lo que pasó ese entonces. Tal vez, lo mejor, hubiera llegado a ser esperar a que estuvieran solos y haber llevado esas flores ocultas para que pasaran desapercibidas. Pero no había pensado en ello en esos momentos. Podía decir que en parte comprendía lo que sucedió, y en otra, que prefería no entenderlo.

Pero si iba a conversar con el apellidado Fushiguro al respecto de eso, ¿qué sería exactamente lo que diría? Tampoco caería y le preguntaría tan directamente el por qué arrojó el ramillete. O, para ello, necesitaría demasiada valentía que anteriormente pensaba que le faltaba y sabía que lo hacía. 

Giró lentamente y sin muchas ganas al escritorio frente a ella. Si seguía así no estudiaría nada y quedaría cada vez menos tiempo para prepararse para los exámenes. Tendría que dejar por unos minutos aquel dilema que se hacía sola. Probablemente el chico de cabellos oscuros ni pensaba sobre el tema.

 Probablemente el chico de cabellos oscuros ni pensaba sobre el tema

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FLORES |Megumi Fushiguro y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora