24. Mil veces el sol y las flores.

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Después de pasar horas infinitas metido en sus pesadillas, Louis Bennet despertó a las dos noches de ser marcado. Ignorante de su condición y con la simple esperanza de seguir vivo a cualquier costo, se sentó en el borde de aquel catre y se observó el estómago. La espantosa herida causada por aquella estaca de madera había sanado completamente y su piel no guardaba siquiera una cicatriz. Respiró profundo y se planteó la posibilidad de que estuviera muerto, de que su alma hubiese viajado hasta algún destino extraño, o que fuera uno más de sus sueños. Se pellizco la mano y por primera vez sintió dolor. No se atrevía a alzar los brazos, tenía miedo de sentir más dolores desconocidos para él. ¿Dónde estaba? Solo podía intuir que estaba en tierra firme y que el olor de la naturaleza lo invadía como si hubiese esperado mil años por aquel gesto. Pero en su interior sentía algo más...algo tan real como su propio corazón. Sentía en los oídos el latido desesperado de otro corazón, sentía junto a él una presencia desconocida que no podía ver. ¿Qué demonios le había sucedido?

Afuera escuchaba el sonido de voces, personas reunidas e incluso el bullicio inconfundible de niños. Estaba vestido aún con sus ropas viejas y llenas de sangre. ¿Era posible que alguien lo hubiese llevado a Vassilia? ¿Dónde estaba Bram, Merlí? ¿Archer? Pensar en el capitán hizo que el estomago le diera un vuelco espantoso al mismo tiempo que los latidos de su corazón se aceleraban. Se puso de pie con esfuerzo e intentó caminar con cuidado, aquella habitación estaba oscura y de inmediato se tropezó con uno de los muebles. Maldijo para sus adentros y se sacudió hacia atrás. Y entonces sintió un tirón espantoso en el cuello, un jalón que pareció anudarle todos los nervios de su extensión y tensionarse. Aquello lo tumbo al suelo de rodillas. Se llevó la mano al cuello y se encontró con que esa era una de las peores pesadillas de toda su vida. Lo que estaba tocando era una mordida, una mordida enorme que aún escocia sangre y que apenas y había empezado a sanar. Se quedó de rodillas mientras sollozaba con fuerza. El dolor físico pareció apenas una nube borrosa contra la rabia que crecía en su interior. ¿Quién habría podido ser tan cobarde como para morderlo en su estado? ¿Quién era tan perverso como para marcar un moribundo?

Esta vez volvió a levantarse, decidido a matar a su supuesto alfa. Sentía sus latidos, acompasados con los suyos. Seguramente su debilidad física no lo dejaba sentir aun lo que aquel desgraciado sentía, pero ya vería. No le importaba si tenía que morirse con él.

Salió de la pequeña tienda dando tumbos, mirando hacia su alrededor. Un par de niños se detuvieron a observarlo y luego salieron corriendo. El edificio principal era un monasterio, y al oír el griterío, varios hombres vestidos con habito salieron a observarlo. Un muchacho joven se acercó a él, tenía el pelo negro y los ojos tremendamente azules. Le recordaba a alguien...pero no lograba atar un solo cabo con la rabia que le corría por las venas.

"¡No lo puedo creer! De verdad estás despierto" dijo el muchacho, tenía un acento curioso. Pero hablaba inglés.

"¿Quién...?" intento preguntar Louis, pero la garganta la sentía resentida, llena de polvo, como un objeto viejo. Se detuvo un momento a toser y el muchacho lo observó preocupado, era de su altura y no debía ser mucho menor que el propio Louis.

"Quizá debería llamar a las hermanas, por favor no te muevas" dijo, y luego salió corriendo del lugar dejando a Louis solo. Este se detuvo a respirar. El hombro le dolía y las piernas parecían comenzar a fallarle. El bullicio de la gente aumento a medida que más y más personas salían a observarlo. No tenía una sola idea de en donde se encontraba, ni de porque estaba solo. Mucho menos porque tenía una maldita mordida.

Dos mujeres se acercaron a él seguidas de otras personas que Louis comenzó a ver con dificultad. El primero de ellos era Bram, y entonces su corazón se lleno de una paz infinita al ver que no estaba solo, que Bram estaba con él, que había esperanza de que alguien le explicara lo que sucedía. Cayó al suelo de rodillas, débil y llenó de confusión. El ultimo en salir del monasterio fue Archer. Y entonces Louis lo comprendió todo con solo verlo. Ya no estaba vestido como un capitán, llevaba una sencilla camisa blanca y pantalones. Una espada colgada a un lado de la cadera. Y entonces Louis escuchó el corazón de su alfa en los oídos. Acelerado, nervioso, lleno de vida y de una calidez insoportable.

NARCISSIST ⌠Omegaverse⌡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora