29. Querer, y que te quieran de vuelta. ¿Es verdad que eso te salva la vida?

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Cuando por fin lo encontró, no respiraba. O por lo menos no respiraba bien. Su corazón y sus pulmones, tan enormes como él mismo parecían estar en una prolongada pausa. Bram sintió que la sangre en sus venas caía directamente a sus pies. El dolor de su alma se convirtió en un asunto físico, y estaba seguro de que si alzaba un poco la mirada hacia sus manos, vería la sangre mancharlo todo.

Y entonces, lo escuchó. Débil, casi efímero, pero irreverente y lleno de una rebeldía digna de aquella revolución. El corazón de Henry, de su alfa, aún latía. Estaban separados por una reja enorme hecha de un hierro pesado, oxidado y gastado por el tiempo, a su lado, con un pulso aún más débil que el de Henry, Merlí miraba fijamente hacia el techo en un estado catatonico que casi hizo que a Bram se le erizaran los vellos.

"Cumples tus promesas, visitante" susurró el mago. Su voz se oía rasposa, como si no hubiese pronunciado palabra alguna en mucho tiempo. Bram se dio cuenta entonces de lo mayor que se veía aquel alfa. No viejo, si no desgastado. Rebasado en todos los aspectos por una vida que pesaba demasiado en sus hombros. Bram solamente asintió, Merlí alzó los ojos hacia él, inyectados en sangre y cansados. "Henry se merecía otra oportunidad, pero no estoy seguro de que sobreviva al fuego de tus manos"

"Es una cuestión de fe, Merlí"

El mago volvió a mirarle, esta vez, no parecía tan sereno. "¿Qué se siente, Abraham?"

"¿El qué?"

"El amor. Querer, y que te quieran de vuelta. ¿Es verdad que eso te salva la vida?"

Bram tragó saliva, sentía el peso de las lágrimas acomularse en su interior. Conocía perfectamente el sentimiento que azotaba a Merlí. Recordó las infinitas noches en las que lloraba por Mac, en lo que parecía una vida de distancia.

"Sé que ha salvado la mía"

Merlí sonrió con tristeza.

"Apresúrate, no tendrás mucho tiempo ahora que se ha dado cuenta"

"¿Tan pronto?" preguntó Bram, asustado de repente por el bienestar de Louis. Su amigo, que en aquel momento estaría seguramente enfrentándose a su propia madre,

"Escucho sus pensamientos, eso nunca se ha detenido" susurró Merlí.

"¿Puedo ayudarte?" preguntó Bram, con las manos temblorosas.

El mago sonrió.

"Salva a este mundo, a mi familia. Y con eso me salvarás a mí" Bram sabía que Merlí se refería a Louis y a Henry, y muy a su pesar, también era consciente de que la única salvación para Merlí era la muerte. Él parecía haberse conciliado con eso. Ambos muchachos, llenos de magia por dentro y de un dolor que los conectaba, se miraron a los ojos y asintieron. Y hubo algo lleno de esperanza en aquel gesto, una conexión inmediata que los uniría para toda la vida, o lo que quedara de ella.

Bram colocó las manos ensangrentadas en los barrotes de acero y comandó. No necesito fuerza física, pero los barrotes se movieron inmediatamente como si se tratara apenas de un poco de arcilla. El candado de la celda se rompió y el resto del metal se hizo añicos bajo sus manos. Merlí suspiró, y el sonido pareció atraer la atención de Henry, que, adormilado y sutil, abrió los ojos para encontrarse directamente con Bram arrodillado frente a él. En sus ojos se veía la lucha, sus instintos luchando por aparecer y la voluntad de su madre en medio de ellos.

Entonces Bram se apresuró. Conocía las habilidades y la fuerza de su alfa como para permitirse dudar por un solo momento que si recuperaba la conciencia rápidamente, olvidaría quién era Bram, atacaría por inercia, como un animal, y eso no terminaría bien para nadie. Le desgarró la camisa a la altura del pecho y se clavó las uñas en la palma de la mano. Apenas tres gotas de sangre se movieron por su antebrazo y se derramaron por el pecho desnudo de Henry. Bram cerró los ojos, y cada gota se convirtió en una llamarada. El fuego se junto de inmediato en un patrón sobre su pecho. Sobre la runa que lo unía perversamente a su madre y lo convertía en su juguete. Henry gritó al mismo tiempo que el fuego dejaba una cicatriz blancuzca sobre su pecho. Bram casi sintió su dolor en aquellos gritos, pero estaba tan nervioso que no podía dejar de pensar en lo asustado que estaba de haberlo dañado para siempre. Los gritos solo se detuvieron cuando la última y diminuta llama se apagó sobre su cicatriz. Y cuando abrió los ojos, eran de nuevo tan azules como el océano. Puros, sin maldad alguna. Respiro e intento incorporarse, el color parecía regresar lentamente a sus mejillas, la palidez de su cabello dorado empezó a perderse. Como si estuviese sanando inmediatamente de un cáncer maligno.

NARCISSIST ⌠Omegaverse⌡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora