26. La guerra hace monstruos de los hombres.

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Tan solo llevaba cuarenta y ocho horas, pero ya tenía la piel de la espalda hecha jirones y en carne viva. Henry contaba sus respiraciones de una hacia mil y se sostenía con tanta fuerza a las cadenas que lo ataban que en menos de dos días habían tenido que reforzarlas tres veces. A su lado, los quejidos de Merlí no permitían que el mismo Henry se dejara perder en su propio dolor. La espalda era lo de menos, lo que más punzaba era el corazón y ambos lo sabían. Nazira revisaba la celda una vez al día y se burlaba de ellos mientras observaba su estado decadente con aquellos ojos muertos, estáticos. Ella solo tenía que alzar las manos para que ambos le rogaran que acabara con ellos de una vez por todas. Aquel era el castigo por no traer a Louis, o por lo menos a su cadáver.

Cuarenta y nueve días de castigo. De azotes. De dolor. Ni siquiera la muerte parecía una salvación y era más que obvio para Henry que su madre no iba a tener piedad con ninguno de los dos. Estando allí, Nazira se mantuvo lejos de su mente y ese acto le ayudo a sobrellevar el dolor. Pensó cada minuto en Bram y en su cabello, en sus manos, en su cuerpo pequeño con la sangre caliente que brotaba de sus manos por sostener una espada diciéndole que le amaba. Pensó en la sangre que su hermano había derramado por su culpa, ahora que su mente estaba medianamente libre los recuerdos llegaban a él como una ráfaga. Aún podía recordar todas las atrocidades que había cometido bajo las ordenes de su madre, sentía en sus manos la vida de los inocentes, el dolor de los culpables. La propia sangre juntándose con la ceniza y el aroma mohoso y desagradable que desprendían los cuerpos de todas las fosas comunes que había tenido que cavar para desaparecer a los enemigos de la reina.

A su lado, Merlí estaba vomitando arcadas enteras de sangre, y Henry sabía que era el siguiente. El látigo del verdugo real le atravesó la espalda al mago en un corte preciso. El hombre, que parecía estar disfrutando de su tarea con la perversidad de un asesino, no permitió que Merlí respirara siquiera. El siguiente azote fue tan inmediato que creo incluso una herida más profunda en la piel de su amigo. Esta vez, el alfa no grito. Merlí tenía una manera sorprendente de soportar el dolor, dedujo Henry después de dos días de castigo y Nazira estaba enfurecida por ello, Henry la veía enloquecerse cada vez que Merlí se negaba a pedir perdón por no traer a Louis con ellos. Y si no fuese porque Merlí era indispensable de alguna manera para la reina, su muerte habría sido inmediata.

La tarde anterior Nazira les había rozado a ambos las heridas con una antorcha encendida. Henry gritó hasta quedarse sin voz, pero Merlí no pronunció sonido alguno. Mil veces, Nazira lo llamó traidor, pero Henry apenas había comprendido que nadie en aquel mundo era tan devoto y fiel como Merlí. Estaba fulminantemente enamorado de Louis al grado de haberse sacrificado a si mismo por él. Había insistido en regresar a Vassilia para enfrentar a Nazira, y todo el tiempo permaneció orgulloso frente a las acusaciones de su madre. "Bastardo" "Traidor" había gritado ella, pero Henry sentía algo diferente por dentro. "Hermano" "Amigo".

Había llegado a comprender que, de alguna manera retorcida, Merlí había sido una víctima más de su madre. Y después de Louis, era Merlí quien se había llevado la peor parte de aquella ira. Parecía una carga demasiado grande para un muchacho de dieciocho años. Para un huérfano, que su único pecado era tener un poco de magia en las venas. Henry sabía que no resistiría los cuarenta y nueve días de castigo, porque no solo su cuerpo estaba destruido, sino su mente y su corazón.

Henry, por su parte aún tenía esperanza. La ilusión hecha rizos de fuego, ojos claros como el agua. Tan solo recordar a Bram le daba años enteros de fortaleza para soportar años de tortura si era necesario. Él tenía un omega, él tenía una razón para luchar. Pero a Merlí ya no le quedaba nada. Contó veintinueve azotes antes de sentir el látigo en su propia espalda. Las heridas se reabrieron y un rugido enorme se escapó de su garganta.

NARCISSIST ⌠Omegaverse⌡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora