13. El pequeño segundo que separa el amor del dolor.

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A Bram estaba comenzando a preocuparle el que Henry no durmiera.

El alfa se pasaba la noche y el día en una posición defensiva que solamente podía haber nacido de las venas de un soldado. Que se sentiría mejor si tuviera una espada, un arco. Que era una pena que Londres no tuviera una sola gota de magia.

Magia.

El mundo de Henry tenía magia, según las historias que el príncipe le contaba por las noches hasta que se quedaba dormido. En Vassilia, como se llamaba aquel extraño lugar, la magia nunca se había ido, estaba en todo. En el aire, en el agua, en la tierra, y aunque cada vez escasearan más y más los magos, aún se podían ver todo el reino e incluso por los reinos vecinos. Bram se quedaba embobado mientras escuchaba la cadencia de su voz relatar con tanto amor la historia de su tierra. ¿Cómo sería conocer a Henry en un mundo donde era tan poderoso? No podía imaginárselo siendo una mala persona, o un rey tirano mucho menos. La verdad es que el alfa había utilizado el termino "desobediente" pero Bram estaba seguro de que se trataba de algo más. No se atrevía a preguntar, de todos modos, quizá en el fondo le daban mucho miedo las respuestas.

Habían pasado ya casi dos semanas desde el ataque de aquel ser, y con cada día, Henry ganaba más preocupación, se quedaba en la puerta, a veces pasaba la noche incluso en el balcón, y cuando Bram se despertaba en la madrugada lo encontraba en la parte trasera temblando de frio. Y, sin embargo, el alfa le sonreía, le decía que todo estaba bien, que no iba a estar tranquilo si no se dedicaba a cuidarlo. Y aunque el corazón se le había estrujado contra el pecho y había corrido a abrazarlo, ya estaba preocupado.

En el fondo, Bram sabía que lo que Henry necesitaba era volver a su tierra. Era como si aquel lugar lo llamará, como si una parte de su propia sangre se encontrara corriendo por las venas de su reino.

Aquella noche, Henry estaba afuera de nuevo, acompañado solamente por una chaqueta vieja y las patas confianzudas de Abby, que crecía cada día y se había apegado a Henry de una manera impresionante, y el alfa se había acostumbrado también a sentir aquella bola de pelo cerca. Afuera parecía que fuese a llover, y para cuando Bram salió a la azotea, Henry cabeceaba con Abby entre los brazos.

"Henry" dijo Bram, al mismo tiempo que el príncipe volteo a verlo con una sonrisa. Había estado tan preocupado, tan ausente tratando de mantenerlo a salvo que lo hacia sentir algo de culpa.

"A tus órdenes" respondió el alfa, con una sonrisa. Incluso así, cansado y abatido, Henry podía seguir iluminando toda una ciudad con la sola luz que desprendía su sonrisa. El cabello ya le rozaba la barbilla y la barba no parecía dejar de crecer. Vestía unos vaqueros que le iban pequeños y una camisa con tirantes debajo de la chaqueta. Afuera estaba helado e incluso él, que no era de acero solo por ser un príncipe, temblaba.

"¿Puedes venir, por favor?"

"Claro"

Henry se acercó a él y Abby corrió hacia adentro, por mucho que le gustara la compañía del alfa, la gata tampoco estaba dispuesta a pasar frio. El príncipe le puso una mano en la mejilla y le acarició el rostro con los dedos.

"Hace mucho frio esta noche" dijo Bram, bajito, tratando de acercarlo a él lo más que pudiera para convencerlo de que dejara aquella tarea absurda.

"¿Estas preocupado?" le preguntó el alfa, con la mirada clavada en él.

"La verdad si"

"No tienes que" le susurró después "yo te protejo"

Bram suspiró.

"Sobre eso, Henry..." comenzó, por primera vez asustado de decirle algo a aquel alfa. "Creo que eso tiene que terminar"

El alfa tragó saliva.

NARCISSIST ⌠Omegaverse⌡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora