Los recuerdos en su memoria de esa bella chica japonesa estaban frescos en su mente. Su sonrisa y la bella melodía que le acompañaba al reír al compás, esos lunares adornando aquel rostro y por supuesto, esa blanca piel, similar a la nieve… siempre que nevaba pensaba en ella; porque el día que la vio por primera vez nevaba también…
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Nayeon miraba por la ventana de la gran salida de la escuela secundaria a la que asistía. Aquella mañana abandono tan rápido su hogar, ya que nuevamente se vio traicionada por el despertador. Claramente, cargar un abrigo y una sombrilla fueron las menores de sus preocupaciones.
Ahora no le quedaba más que mirar como sus compañeros de instituto se marchaban a casa, completamente abrigados y con un protector paraguas que les evitaba el frio de la nieve incesante de la tarde.
Nuevamente suspiro, maldijo su suerte al no tener a Jeongyeon con ella en ese instante “-Mal momento para pescar un resfriado, Jeongyeon-“ pensó seguido de soltar un suspiro más ante su desafortunada situación.
No le afectaba quedarse hasta tarde, después de todo estaban acostumbrados, lo que si le preocupaba era como cada vez había menos compañeros y la oscuridad estaba tan próxima que la inquietaba, no era una cobarde que le temía a la oscuridad, pero ¿Quién en su sano juicio estaba a gusto solo y en la penumbra? Y por supuesto, aunado a ello estaba el incesante frio de la tarde, cayendo del cielo en forma de pequeñas gotas congeladas, si su deseo no era terminar como Jeongyeon, más le valía no salir del edificio.
Intento llamar a su madre para que pudiera ir a recogerla, pero se encontró con la mala suerte de que su saldo había vencido, no había nada que se pudiera hacer por ella.
Y un suspiro más escapó de sus labios, siendo el único sonido que se podía apreciar en el lugar solitario, mientras en la lejanía aun escuchaba el bullicio de sus pocos compañeros en el instituto. Quizá ¿debía arriesgarse a salir de esa manera?
Un nuevo eco resonó en sus oídos, era el sonido de pasos acercándose cada vez más hacia donde se encontraba. Por un momento ignoro completamente el sonido, no fue hasta que lo escucho tan próximo que casi podía sentirlo; primeramente se mantuvo en la misma posición, evitando contacto con la persona que recién había llegado a su lado, pero por alguna razón algo la obligo a girarse y mirar a la persona ahí de pie, ajustando su abrigo oscuro que quedaba a la perfección con una bufanda celeste con un pequeño pingüino estampado en uno de sus extremos, observando el cielo nevado… se encontró con el perfil de aquella joven de pálida piel y labios rosados.
No hubo mayor contacto en aquel momento además de sus ojos apreciando aquel fino perfil, salvo una suave y bella voz que por alguna razón lleno su pecho de paz.
“-No parece que vaya a parar de nevar… ¿No tienes un paraguas?-“ Le pregunto la joven de la bufanda celeste.
No hubo reacción alguna de la mayor, embelesada por aquel perfil tan perfecto, no fue hasta que la joven de cabello negro por fin giraba su rostro para hacer contacto visual con ella. Sus ojos cafés también le parecieron cálidos; no se dio cuenta que había observado tan detenidamente a la pelinegra de los lunares que la obligo a voltear a verla en busca de una respuesta a su pregunta. Por supuesto, Nayeon se avergonzó un poco y soltó una risa nerviosa antes de responder.
“-No, lo olvidé en casa esta mañana-“Desvió su mirada de la bella pelinegra y la devolvió al cielo que cada vez era más oscuro. Volvió a escuchar un breve silencio, seguido del tenue sonido de la tela rosándose entre sí, a causa del movimiento.
-Que problema. Bueno, caminaré hasta la parada del autobús para ir a casa, si te queda de paso y si gustas, podemos compartir mi paraguas hasta ahí- propuso aquella joven.
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Quédate a su lado
RandomMina era su tesoro más grande, lo más valioso que tenía en la vida. La amaba demasiado como para imaginarla siquiera llorar su ausencia. Por ello, haría hasta lo imposible por llenar el vacío que dejaría su pronto adiós. Aún si aquello significara e...