Aquella mañana Nayeon se levantó muy temprano, era un día muy especial para ella, tenía mucho por hacer y debía aprovechar al máximo su tiempo. Tras tantos meses de trabajo en la casa Myoui, por fin cumplía una de sus pequeñas metas, eso la tenía sumamente contenta, jamás se imaginó que lo que Mina le pagaría sería tan ostentoso, al menos para ella. Por un momento pensó que la japonesa estaba siendo muy generosa y se negaba a recibir aquel pago, no fue hasta que la propia Mina le mostró que aquella cantidad es la que ganaba una niñera común.
Claro, debió imaginarlo, después de todo ¿Quien paga niñeras en Corea? Solo personas con la economía para hacerlo.
Su rutina planeada se vio irrumpida por una llamada breve de la japonesa.
Para Nayeon fue extraña la llamada de Mina tan temprano, tal parecía que la japonesa llevo a Tzuyu a la escuela y se marchó al trabajo más temprano de lo normal, esto debido a que ella junto a Jihyo irían a las instalaciones de Sunrise, según la orden del juez, para poder recabar pruebas.
Todo aquello significaba una cosa para Nayeon, podía llegar más tarde a la casa Myoui, lo cual era un pequeño respiro para ella,podría adelantar algunas tareas y así mismo tendría más tiempo para ser ella quien entonces recogiera a Tzuyu más tarde, cuando saliera de la escuela, esto debido a que habría taller de música y la Taiwanesa llevaría su guzheng, el cual era algo pesado para llevarlo por su cuenta.
Afortunadamente tomo con calma sus actividades de la mañana; hizo compras para su hogar, se compró una blusa que hace tiempo quería y finalmente, se le ocurrió comprar un pequeño detalle para Mina, un pequeño pero muy apetecible chocolate, recordaba cuánto le gustaban aquellos a la japonesa.Finalmente cuando volvió a su casa, volvió a encontrar aquella figura esperándola frente a su puerta, quien al hacer contacto, le dedicó una gran sonrisa.
-Hey Nayeon, espero no ser inoportuna- la alta rubia le dedicaba una gran sonrisa a la recién llegada.
-Jeongyeon... Es muy agradable verte- respondía Nayeon.
-Parece que alguien está feliz, ¿Que tal si almuerzas conmigo?- Jeongyeon le decía a su mejor amiga, quien devolviéndole la sonrisa se acercó a saludarla.
-No te imaginas cuánto- respondió mientras abría la puerta. -Pasa y sorpréndete...- dijo aquello, invitando a la más alta a pasar.
Cuando Jeongyeon ingresó a la casa de Nayeon, se sorprendió de la vista, no pensaba que se encontraría con aquello.
-Nayeon... ¿Y tus cosas? Todo está... Empaquetado- decía mientras miraba la casa ordenada y semi vacía, las pertenencias de Nayeon estaban acumuladas en cajas y estás estaban a su vez apiladas cerca de la entrada.
-¿Sorprendida?- pregunto Nayeon sonriendo y dejando sus compras en la pequeña barra de la cocina. -Por fin, después de ahorrar tanto y trabajar en casa de Mina, me iré de aquí Jeongyeon... Abandono este pequeño y feo departamento para rentar un lugar mejor y más bonito- daba la noticia a su mejor amiga.
Jeongyeon pareció realmente sorprendida y no pudo evitar acercarse a su mejor amiga y abrazarla.
-No puedo creer que por fin dejes este lugar... Después de todos estos años, por fin- la estrujaba entre sus brazos con genuina alegría. -No sabes lo feliz que me siento por ti-
Nayeon río entre el abrazo y finalmente se separaban para verse a la cara.
-Ha sido muy duro pero, por fin puedo decir que mi vida está cambiando Jeongyeon- la castaña suspiraba.
Jeongyeon pudo notar un brillo especial en aquellos ojos, hace tanto que no lo miraba y ahora estaba ahí, llenando de dicha a su querida amiga.
-¿Y como va todo con Mina?- preguntó, tentando que probablemente, la japonesa sería una de las razones de ese brillo.
Cómo pensó, Nayeon se ruborizó un poco y rio nerviosa.
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Quédate a su lado
RandomMina era su tesoro más grande, lo más valioso que tenía en la vida. La amaba demasiado como para imaginarla siquiera llorar su ausencia. Por ello, haría hasta lo imposible por llenar el vacío que dejaría su pronto adiós. Aún si aquello significara e...