Nayeon permanecía sentada en la sala de espera, pese a que intentaba estar tranquila, una de sus piernas no había dejado de vibrar incesantemente, al mismo tiempo que mordisqueaba sus uñas, presa de la intranquilidad y nerviosismo que la situación le provocaba.
"-¿Quien se creen Chaeyoung y tú para decidir a quién puedo amar?-"
El rostro enojado y decepcionado de Mina no dejaba de atormentarla cada segundo en sus pensamientos. ¿Por qué todo había terminado así? ¿Por qué simplemente no podía alcanzar la felicidad? No podía entender porque siempre era tan desafortunada. Estaba cansada de siempre tener un problema del cual preocuparse a tal magnitud.
Y aquella ocasión era sumamente preocupante, porque Nayeon no quería perder a Mina; había luchado tanto por todo, y que se le escapara de las manos como lo hacía en ese momento, la ponía realmente mal.
-Tienes razón, Mina. Es claro que estarías molesta. ¿Cómo es que el pensar que si no eras de Chaeyoung, entonces solo podías ser mía era una buena elección?- susurraba, conversando consigo misma. -¿Cómo pudimos ser tan egoístas? Dios, por favor... Permíteme enmendarlo, por favor- el arrepentimiento por el como habían sucedido las cosas comenzaba a consumirla lentamente, tanto que simplemente había comenzado a sudar.
Repentinamente, su teléfono comenzó a sonar, haciendo que Nayeon, de forma estrepitosa, saliera de sus pensamientos y ruegos para tomar rápidamente la llamada. Al ver quien llamaba, su corazón se aceleró y sintió un hueco en el estómago.
-M-Mina, gracias a dios que por fin me contestas. Yo de verdad necesito hablar contigo- Nayeon contestaba con nerviosismo y ansiedad, sin embargo, Mina la irrumpió.
-No Nayeon, no vas a conversar solo conmigo, vas a conversar con nosotras tres presentes- la abogada decía, confundiendo un poco a la coreana.
-¿Tres?- Preguntó.
-Si, conmigo, Chaeyoung y mi hija- mencionó, logrando hacer más profunda la sensación de vacío en el estómago de la coreana. -No soy idiota Nayeon, ví el peluche que Chaeyoung le regaló hace tiempo a Tzuyu. Es claro que Tzuyu lo sabe. Así que para que te escuche, primero quiero que vayas a buscar a Tzuyu en casa de su amiga Shuhua y la traigas aquí- aclaró la japonesa y sin escuchar una palabra más de Nayeon, simplemente colgó.
Claro, aquello puso triste a la castaña, pero entendía que Mina seguía furiosa por lo sucedido.
Rápidamente, y sin cuestionarse nada en absoluto, simplemente decidió salir del hospital, para tomar un taxi nuevamente y dar la dirección que Mina le había mandado por mensaje.
Todo el camino fue pensando en como es que le diría a Tzuyu que habían sido descubiertas, cómo haría para que la Taiwanesa no entrara en pánico y más importante aún ¿Que le dirían a Mina, una vez que la tuvieran enfrente?
Eso y mucho más atormentaba a la coreana, quien simplemente miraba las calles en silencio mientras esperaba a que aquel taxi se detuviera de una buena vez, anunciando su llegada.-Listo, señorita- escuchó al hombre hablarle, indicando su llegada a la dirección proporcionada.
Nayeon no dijo nada, simplemente pagó el viaje y se despidió con una educada reverencia, antes de acercarse a tocar el timbre de aquella casa.
Después de retractarse más de cuatro veces, por fin decide apretar el botón, haciendo sonar una campana en el hogar y tras un par de segundos, una mujer abre la puerta.
-Hola, disculpe las molestias. Soy la niñera de Tzuyu y su madre, Mina, me envió por ella- saludaba brevemente.
-Oh, por supuesto. Permítame un segundo- dijo la mujer e ingreso de vuelta a su casa, para llamar a la Taiwanesa.
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Quédate a su lado
OverigMina era su tesoro más grande, lo más valioso que tenía en la vida. La amaba demasiado como para imaginarla siquiera llorar su ausencia. Por ello, haría hasta lo imposible por llenar el vacío que dejaría su pronto adiós. Aún si aquello significara e...