Jessica se quedó con la boca abierta cuando vio el restaurante. Lo había oído nombrar, pero nunca se había imaginado que podría comer allí. Estaba en el corazón de Londres, pero estaba tan disimulado desde fuera que no se notaba que estaba allí. Una puerta secreta daba a la acera. Se entraba por una calle llena de gente, y era como entrar a otro mundo.
Era un espacio grande pero íntimo con ventanas de vidrieras de colores por la que se traspasaba la luz, pero lo mantenía en la intimidad y lo protegía de miradas de curiosos. Aunque era la noche de un martes, estaba lleno. Era uno de esos lugares donde era imposible conseguir una mesa si no se reservaba con mucha antelación, aunque Harry la había conseguido sin problemas.
Parecían conocerlo allí, pensó Jessica cuando los llevaron a la mesa. Los camareros le sonreían, el maître le hizo un saludo con la cabeza y le sonrió. Todo el personal parecía estar a su disposición.
Ella se sintió insegura en aquel escenario. Vio alguna cara conocida de la televisión, y algún escritor famoso.
Las mujeres parecían todas muy delgadas y hermosas, y un par de ellas los miraron con el ceño fruncido. Parecían preguntarse qué hacía una chica como ella con un hombre como aquél.
¿O era su inseguridad la que imaginaba aquello?
—¿Te divierte algo? —preguntó Harry cuando ella se sentó.
Jessica dejó que el camarero desplegase la servilleta encima de su regazo.
—Sólo estaba pensando en que podía utilizar el tenedor equivocado. Harry se rió.
—Recuerdo la primera vez que salí de Sicilia. Fui a Francia y uno de mis tíos me llevó a comer fuera, al restaurante más famoso de París. La mesa tenía un montón de cubiertos para cada plato, y yo estaba rodeado de toda la alta sociedad de París.
—¿Y estabas asustado? —preguntó Jessica.
Olvidó sus nervios por un momento, y la ansiedad que la había acompañado todo el día, pensando cómo terminaría la noche y si ella tenía el aspecto apropiado para ir a cenar con él.
Harry se encogió de hombros. Suponía que no la ayudaría decirle que él nunca había tenido miedo de nada. Que los hombres tenían que ser fuertes y que las dudas eran para las mujeres... Pero no se iba a inventar un personaje tímido de sí mismo para hacerla sentir mejor.
—No. Observé a mi tío e hice todo lo que hacía él. La única diferencia fue que él dejó comida en el plato. Era algo que la gente hacía entonces, para demostrar que no eran campesinos, pero yo tenía el hambre de la juventud, y terminé toda la comida —dijo Harry.
Jessica asintió, deseosa de oír más. El inesperado atisbo de su pasado lo hizo parecer menos arriesgado, más como el hombre que habitualmente le hablaba a ella en la oficina antes de toda aquella atracción sexual entre ellos. Aquel aspecto humano le hacía más fácil olvidar el motivo por el que habían ido a cenar aquella noche y fingir que estaban solos en aquel elegante restaurante por ninguna otra razón que el que se gustaban.
—¡Y no me digas que ninguna otra cena supo como aquélla!
—Al contrario. No se reconocía ningún ingrediente en el menú. La mejor comida es sencilla y fresca, cuanto más fresca mejor. El pescado que sacas tú mismo del agua y que pones al fuego. El conejo que tiene aún la sangre tibia y que va directo a la cazuela. Y ninguna naranja es más dulce que la arrancada del árbol...
Pero otros apetitos habían sido satisfechos aquella noche, recordó con nostalgia Harry.
Recordó la bella camarera que le había dado su teléfono mientras su tío estaba pagando la factura. Y la noche que había pasado con ella en su habitación cerca del Sagrado Corazón. El café fuerte en medio de las sábanas revueltas... ¡Qué agudos tenía los sentidos entonces!, pensó.

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El Millonario - Harry Styles
Romance¡De limpiadora a amante de un millonario! Para quitarse de encima a las mujeres que lo perseguían, el millonario Harry Styles le propuso impulsivamente a la mujer de la limpieza de su oficina que lo acompañara a una cena. Jessica aceptó, reacia, per...